Dormir resulta vital, al punto que si una persona llega a permanecer despierta por más de 70 horas seguidas puede fallecer. Así lo determinan desde el Departamento de Fisiología de la Facultad de Medicina de la UNAM.
Esto sucede porque todo el organismo se encuentra en un estrés extremo, lo que provoca una descarga excesiva de sistemas adrenales, del cortisol; alterando las funciones del corazón, riñón, pulmones, todo ello ocasionando la muerte.
Por este motivo, el sueño se considera uno de los tres pilares fundamentales de la salud, el bienestar mental y emocional, junto a la alimentación saludable y el ejercicio físico regular. A su vez, cómo se siente una persona mientras permanece despierta depende de lo que suceda mientras se duerme.
El mal descanso genera efectos neurológicos no sólo temporales, sino también perjudiciales a largo plazo. A su vez, puede debilitar el sistema inmunológico, provocar enfermedades crónicas y generar problemas de memoria y falta de concentración.
Las fases del sueño
El patrón del sueño no es uniforme, sino que tiene varias fases diferenciadas:
-Fase1-N1. Se produce el adormecimiento, la transición entre la vigilia y el sueño.
-Fase2-N2. El sueño es ligero. Disminuyen el ritmo cardiaco y el respiratorio.
-Fase 3. Es la fase de transición hacia el sueño profundo.
-Fase 4. El grado de profundidad es mayor y resulta muy difícil despertarse.
-Fase REM-R. En la que se producen movimientos oculares rápidos y mayor actividad cerebral. Esta fase aumenta durante la segunda mitad de la noche.
En el día, el cuerpo se torna vulnerable a una serie de daños como deshidratación, caídas, infecciones, algún proceso inflamatorio, malestar por la comida, entre otros. Sin enfermar el cuerpo, lo deterioran. Durante el sueño, las células se encargan de reparar todas las partes dañadas. Además, las sustancias tóxicas que el metabolismo del cuerpo produce en el día deben ser eliminadas en la noche porque causan daño celular.
Esas sustancias se conocen como oxidantes u oxidativas y son recogidas y enviadas a la sangre para su eliminación por el líquido cefalorraquídeo, que circula en todo el sistema nervioso central (cerebro, médula y ventrículos). Si el cerebro no reduce este proceso de oxidación, se podrían generar daños o complicar alguna enfermedad.
El mal descanso
Los trastornos del sueño no son una patología grave en sí misma, aunque presentan serias implicaciones en la vida diaria: agotamiento físico, bajo rendimiento, sueño diurno, dificultad para cumplir con las obligaciones profesionales, familiares o sociales.
Los más conocidos son insomnio, hipersomnia, narcolepsia, ronquido y apneas del sueño, parasomnias y otros trastornos, síndrome de las piernas inquietas, terrores nocturnos, pesadillas y sonambulismo.
Una encuesta realizada por el Observatorio de Psicología Social Aplicada de la UBA sobre la salud mental de la población argentina reveló que el 45% de la población encuestada presentaba algún tipo de alteración en sueño. Entre ellos, el 28,9% encuentra dificultades para iniciarlo, el 29% dificultades para mantenerlo y, a su vez, un 30% se despierta antes de lo deseado.
Si bien existen distintos factores que contribuyen a estas problemáticas, uno de los más recurrentes es el estrés, el cual suele manifestarse como pensamientos intrusivos o preocupaciones que impiden que la persona se desconecte de ellos.
De hecho, según un estudio realizado por la consultora Voices! y WIN International en 2023/24, Argentina es el segundo país que mayor estrés registra dentro de 39 países, siendo un indicador que empeora año a año. La evaluación negativa del estrés en el país crece entre las mujeres (58% contra 48% en hombres) y los adultos de 25 a 34 años (60%). Además, 4 de cada 10 encuestados calificó negativamente su calidad de sueño.
Gestionar el estrés
Una de las principales claves es encontrar la forma correcta para gestionar el estrés, lo cuál se va a ver reflejado en la forma que se descansa. En este aspecto, expertos recomiendan:
-Apagar las pantallas una hora antes de ir a la cama.
-Leer o escuchar música como reemplazo de las pantallas, para evitar que la luz azul de las mismas afecte los patrones de sueño y aumente la ansiedad y dificultad para relajarse.
-Tomar pausas activas durante el día, para salir a caminar o descansar la mente.
-Realizar actividad física regularmente: El ejercicio tiene numerosos beneficios para la salud, incluido un mejor sueño. Sin embargo, se recomienda evitar hacer ejercicio intenso cerca de la hora de acostarte, ya que puede tener un efecto estimulante.
-Establecer una rutina de sueño constante: Intentar acostarse y levantarse a la misma hora todos los días.
-Crear un ambiente propicio para el sueño: Se recomienda una habitación oscura, tranquila y fresca.
-Cuidar la alimentación: Evitar las comidas pesadas, la cafeína, el alcohol y la nicotina antes de acostarse ya que estas sustancias pueden interferir con el sueño.
-Tener una libreta en la mesa de luz para anotar aquellas tareas pendientes que se tengan en la cabeza. De esta forma, se ayuda a calmar la mente.
Fuente: NA.