En fútbol, Argentina es primera potencia mundial. La selección es campeona del mundo, Messi recibió su octavo Balón de Oro y esta tarde, uno de sus equipos, Boca, jugará la final de la Copa Libertadores de América, el torneo más importante del continente, el segundo en importancia en competencias de clubes detrás de la Champions League. Pero no sólo hay que serlo…
En el fútbol argentino, a nivel organizativo, pasan cosas que no están bien, están pésimo.
Se sacó un descenso a mitad de camino, hace un par de semanas, cuando se organizaban los cruces para determinar el tercer descenso de la Primera Nacional, la AFA decidió cancelarlo. Descendieron Flandria y Villa Dálmine, pero no habrá tercer descenso. Se salvaron Tristán Suárez, San Telmo y Almagro en un escritorio. Un papelón.
El fin de semana pasado terminó la fase regular del Federal A, el equivalente a la Primera B Metropolitana. De acuerdo al reglamento, perdieron la categoría Sportivo Peñarol de San Juan, Juventud Antoniana de Salta, Gimnasia de Concepción del Uruguay y Liniers de Bahía Blanca.
El lunes, se decidió que los descensos sean sólo dos y entonces habrá cruces para determinarlos: Antoniana-Sportivo Peñarol y Gimnasia-Liniers.
Un papelón aún mayor, impresentable, que no tiene la verdadera dimensión de escándalo porque nadie le da bola al Federal A.
Argentina es la tierra de los campeones del mundo dentro de la cancha, pero afuera de ella, pelea claramente el descenso.
En el fútbol argentino, a nivel organizativo, pasan cosas que no están bien, están pésimo
En cancha de Quilmes sacaron a un arquero con collar ortopédico por una explosión. Mientras los visitantes, Gimnasia de Mendoza, pedían los puntos, los locales dudaban del daño y pedían participar de los estudios al agredido para asegurarse de que estaba impedido de jugar y no simulaba. Otro papelón que involucra a la seguridad, la otra pata renga del fútbol argentino. En este caso, al menos Quilmes fue sancionado con la quita de 6 puntos en el inicio del próximo campeonato que juegue.
La Copa de la Liga está que arde. La antepenúltima fecha arrancó con cuatro equipos en zona de descenso que deberían jugar un cuadrangular para determinar quién acompaña a Arsenal a la categoría inferior.
Los árbitros se eligen como si todos los partidos fueran iguales, pero es un grave error. No es lo mismo dirigir Central-Argentinos Juniors que Central Córdoba-Unión.
Los que están salvados se quejan de sanciones dudosas. En la fecha anterior fue Godoy Cruz y festejó Tigre.
Todos están muy sensibles, nadie quiere perder la categoría, por supuesto, y el presidente de la AFA en persona debió aclarar que el descenso que queda por definir no se cancela. Una pantomima a esta altura del campeonato: por supuesto que no se debe cancelar, ¿hace falta aclararlo? En un fútbol organizativamente precarizado y con dirigentes impresentables, sí.
Además, cualquiera se siente con derecho a hacerlo si en otras categorías se suspendieron algunos descensos.
En el ascenso pasan cosas raras, aunque en primera están un poco más contenidos. El arbitraje de Ceballos en San Martín de Tucumán-Deportivo Riestra amerita, ameritaba, al menos una investigación sobre algunas sanciones arbitrales como mínimo dudosas. Y de un árbitro de dudosa capacidad, para ser elegante.
Tapia se ganó los laureles por proteger a la selección y a Messi como nadie. Es imprescindible que esa conducta también la promueva en la organización y desarrollo de los campeonatos locales. Hay situaciones que no se pueden repetir. Y si debe volar algún cargo por el aire, que suceda pronto.
Todo sea por la salud del fútbol argentino, que afuera de la cancha está bastante dañada. Casi en terapia intensiva.