Un extenso domingo de elecciones. Calor en la calle, enojos comprensibles por las colas, la espera, el barbijo, los protocolos sanitarios que aparecen como espasmos según el tiempo y el lugar, la apatía que sumó puntos en el negocio de que muchos se queden en casa o huyan de la espera. A pesar de tamaña postal en la ciudad de las balas se votó con esperanza.
Losada, Pullaro, Lewandowski, Seisas y Cavatorta, más los equipos de Perotti y Javkin, pudieron sonreír con prudencia. Nadie se animó a celebrar el daterío victorioso. Tiempos difíciles para la política. ¿Quién gana cuando se gana? ¿El que vota? ¿El que es votado? Está clara la respuesta en un país donde la pobreza sigue creciendo a pesar de las administraciones a cargo.
Hubo tiempos donde se deseaba al “estadista” en el poder. El más ilustrado, el hombre bueno y sabio. El inteligente en nadar mares tormentosos y llevar las naves al puerto: trajes, diplomas, estudios profundos y un lenguaje comprometido con la excelencia. Raros tiempos son estos donde L-Gante enseña simpáticamente el abededario por instagram, la multitud busca otro parentesco: la empatía de la popularidad. El carisma, el lenguaje coloquial, el que sabe comunicar lo que piensa y siente a una población con menos ambición académica.
Cuando se le ocurrió a Menem fue un delirio efectivo, hoy es el brazo armado de los oficialismos. Cavatorta, Seisas y Lewandowski están en la escena no solo por sus virtudes (que deberán probar en el terreno) sino por el profundo déficit de la política tradicional. El fracaso del protocolo de abogados rosqueros y los Ceos promotores del equilibrio fiscal, le abre la puerta a esas personas acostumbradas a mirar a los ojos y decir “buen día” con sinceridad. Eso parece alcanzar en este duro desierto.
Excepciones hay muchas: Pullaro. El valiente dirigente radical está acostumbrado a patear puertas: cuando denunció a narcos siendo un joven diputado provincial, cuando aceptó ser ministro de Seguridad de la incendiada Santa Fe y cuando decidió irse del Frente Progresista para ser lo que hoy es, un neo dirigente de Juntos Por el Cambio y tal vez candidato a gobernador en 2023.
En medio de calles con crímenes y balaceras sin explicaciones Rosario reafirma un liderazgo hiperosarino: la victoria de Ciro Seisas pone sobre la mesa el futuro de Pablo Javkin. Anoche confirmó que con las enseñanzas dejadas por Binner- Lifschitz va en el armado de la tercera vía en Santa Fe. La gestión socialista, la creativa militante, el lobby del empresario local, algo de Usandizaga, otro poco de Cavallero, el protagonismo rosarino que tanto ironizó el humorista Nano Catalá.
En aulas cerradas no se salva nadie. ¿A quiénes votan los sicarios de Las Flores y La Tablada? Tal vez los chicos que matan no fueron a la escuela, pero saben muchos de fierros humeantes. La diferencia en todo el país a favor de la oposición no es solo un respaldo (efímero) a Cambiemos, es puro enojo a un presente lleno de baches. El presidente cambiará a su gabinete, pero la economía la seguirá manejando Cristina, aunque mire al piso cuando otro se haga cargo de la derrota.
Domingo sin muertos a los balazos o víctimas del covid. El mugrerío operacional se detuvo para dejar en claro la expresión de aparatos, internas y hastíos de los que no creen en nadie. En Argentina gobernará un presidente debilitado dos años más, acaso experiencia repetida en la historia donde Alfonsín, De La Rua, Cristina (post Nisman) y el propio Macri tuvieron la mochila del descrédito social e interno en el último tramo de gestión. Esa debilidad saldrá carísima.
Esta mañana la agenda del Gabinete presidencial se mostró on fire. Reuniones de ministros a cada minuto. La idea de Fernández es resistir el mal ánimo hasta el 14 de noviembre. Después se verá . Ayer los más cercanos a Cristina le hicieron la de Bonavena, le sacaron el banquito y esperaron a que besara la lona. Las reglas de la política son impiadosas.
Porque en política, en este país, el que pierde siempre ganó soledad.
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