“Una cosa importante que quería decir, necesito parar la pelota, ponerme a pensar, tengo mucho que pensar en este tiempo. Estos jugadores nos dieron un montón, necesito pensar mucho qué voy a hacer, no es un adiós, pero necesito pensar porque la vara está muy alta, porque está complicado seguir, seguir ganando. Estos chicos necesitan un entrenador que tenga todas las energías posibles”.
Desconcertante declaración de Lionel Scaloni que puso en un segundo plano la gran victoria de la selección en el Maracaná, la segunda consecutiva. Brasil perdió por primera vez en una eliminatoria como local en la historia, pero el bombazo que llegó desde el vestuario visitante le quitó trascendencia a otro hito de esta selección parida justamente por el entrenador.
Si se corre a un costado el affaire Scaloni, lo que sería periodísticamente incorrecto, bien puede analizarse la doble jornada de eliminatorias como el momento deportivamente más trascendente de la selección tras la final del Mundial de Qatar, del que se cumplirá un año en unos pocos días.
Argentina mostró una cara desconocida, de Francia para acá, ante Uruguay y fue superada en todos los sectores de la cancha. Incluso, en algunos pasajes quedó tan mal parada que se desnudaron falencias de algunos futbolistas en el mano a mano frente a adversarios más potentes físicamente.
Uruguay se impuso de punta a punta con un soberbio planteo de su entrenador, que maniató al campeón del mundo y lo transformó en un equipo partido, sin respuestas, desconocido.
Pasado el mal trago, el desafío de enfrentar a Brasil en el Maracaná era un reto mucho más potente que el clásico en sí mismo.
La doble jornada de eliminatorias como el momento deportivamente más trascendente de la selección tras la final del Mundial de Qatar
Era una parada brava que necesitaba de señales que aseguraran que lo de Uruguay había sido un accidente.
Pero otra vez el contexto cambió el foco. Los incidentes horribles y la inmisericorde represión policial pusieron el ojo en la organización del partido y lo sacaron de la cancha.
¿Alguna vez la Conmebol tomará al toro por las astas en Brasil? Represión a Independiente, una carnicería en la final de la Sudamericana frente a Flamengo, batalla campal contra los hinchas de Argentinos Juniors antes de enfrentar a Fluminense, la trampa casi mortal a los hinchas de Boca antes de la final con ese mismo equipo, lo del martes. No hubo muertos de casualidad.
A la cancha.
Dentro de un contexto beligerante, con ánimos alterados, Argentina no jugó un gran partido frente a Brasil, pero dio una prueba de carácter muy destacable que le permitió sacar adelante un resultado histórico, uno más para la selección de Scaloni.
Fue una lucha más que un partido, por lo que el análisis futbolístico es difícil de realizar.
Una conclusión: sumando el contexto y la complejidad futbolística del partido, Argentina estuvo claramente a la altura de las circunstancias.
El final de esta reseña tenía que ver con una conclusión sobre los dos clásicos jugados, los partidos más importantes tras la final del Mundial frente a Francia, pero otra vez el contexto lo desnaturaliza todo.
Ahora nada importa más que asegurar la continuidad de Scaloni.
La pelota no la tiene ni Messi, ni De Paul, ni Di María. El que juega es Chiqui Tapia, inesperadamente.