La derrota de Argentina ante Arabia Saudita sorprendió a todos, es cierto. Y es raro que nos haya sorprendido. Ya nos pasó varias veces. La Argentina campeona del mundo se sorprendió contra Camerún en el 90, la Argentina arrasadora de 2002 no pasó la primera ronda de Japón-Corea; la Argentina finalista 2014 apenas empató con Islandia en 2018 (es obvio que pasaron muchas cosas en el medio). Es fútbol, puede pasar. Y pasó. Lo raro es que nos sorprenda. Mejor dicho, lo raro es que vayamos tan ciegos a comernos el mundo.
Fue una ŕafaga. Un rapto de inconsciencia y se acabó. En el primer tiempo Argentina tuvo todo para golear: la apertura del marcador, tres goles anulados milimétricamente por el VAR y el dominio del juego. Pero de a poco se fue achanchando.
Al Dibu le patearon dos veces y las dos adentro. A Al Owais seis y las sacó todas. ¿Eso significa que Argentina bailó a Arabia y perdió? No. Pero quedó claro que cuando sintió dueño del partido pudo haber encaminado el resultado. Después de las dos piñas al mentón el partido le costó. No hubo ideas y todo fue desesperación. Impotencia también.
Así, el equipo de Scaloni perdió el invicto. Aquel del que tanto se habló. Y lo perdió de manera dolorosa, como aquella del 5 a 0 de Colombia en la previa del 94. Esta duele porque es el arranque de un Mundial. Y ante el rival presuntamente más débil del grupo.
Pudo haber conspirado la goleada contra Emiratos Árabes, la que todo el mundo supuso un anticipo de lo que ocurría ante Arabia por presuntas semejanzas. Pudo haber conspirado, incluso, la goleada de Inglaterra 6 a 2 ante Irán, que presagiaba disparidad entre las potencias y las que no lo son. Lo que seguro conspiró fue el exitismo argentino. El de afuera de la cancha, pero también el de adentro. Porque el equipo se apagó como si los goles anulados por VAR hubieran sido convalidos. Como sobrando la situación. Y cuando se dio cuenta era tarde.
A contramano del espíritu derrotista del día, podría decir que no todo está perdido. Que hay más por delante. Si, con obligaciones y responsabilidades, pero las hay. También vivimos derrotas iniciales que terminaron en finales del mundo.