Una sociedad también se define a sí misma por sus crímenes, por sus formas de matar, escribió Reynaldo Sietecase para explicar la gran novela Un crimen argentino. Pero la bala no salió. Por milagro o impericia del atacante, la bala no salió.
El país desquiciado camina en ronda en un manicomio gigante. El grito pelado y eufórico de amor, odio y venganza. También una peligrosa caricatura. Los amores serán tan apasionados como sus odios. Desmedidos y enloquecedores. La brutalidad de la Argentina nos acorrala a todos. Y el peor de los diagnósticos es que no hay salida cómoda de este ruido ensordecedor.
No es solo amor por Cristina lo que moviliza, es también odio a Macri y la “Derecha”. Y viceversa. No es amor por Mauricio lo que me empuja sino el odio por Ella y ellos: “No sólo soy lo que amo, pero seré siempre lo que no quiero ser, lo que odio”.
Para el filósofo Juan José Giani lo que sucedió esta semana es el correlato enloquecido de tensar cuerdas. “El riesgo de criminalizar al adversario, intentando apresarlo. Las diferencias hay que dirimirlas con el pronunciamiento de la sociedad”, dijo.
Para el presidente Fernández “el discurso del odio quebró la convivencia democrática. Se ha esparcido de distintos espacios políticos, mediáticos o judiciales”. Para Giani debiera haber diferencias entre lo que “yo digo” y el violentamiento del otro. “Nunca sobrevaloré la influencia de los medios en las personas. Se ha sobredimensionado su influencia”, agregó.
Se equivoca duro el presidente y es funcional a la demencia si cree que los medios o los periodistas construyen conductas. Cuando Luis D’Elía se plantó telefónicamente a los gastes de comediante Fernando Peña se introdujo una neo síntesis de la vieja confrontación de clases en Argentina. “Te odio Peña, odio a la gente como vos, odio tu plata, tus coches, tus casas…”
Curioso. No es capacidad, honradez, inteligencia, altruismo los valores que la política argentina le reclama a sus líderes, sino amor. El amor y el odio como valores del debate político nos acercan a la escasa eficiencia de la política como herramienta para solucionar conflictos. No alcanzó nunca ni alcanzará ahora. El odio y el amor no organizan las cuentas y soluciones de un país. Hoy es la trampa que agrava todo lo que toca: como un combate de fundamentalismo religioso.
Recoleta se convirtió en una Franja de Gaza criolla. Dos posiciones radicalizadas escupiéndose en la cara. Con odio, rencor y bronca. Una historia de años no dirimida con argumentos, debates o consignas democráticas, ni siquiera por algún dolor común.
Nadie sabe a ciencia que hubiera pasado en Argentina si esa bala hubiera salido del arma. Podemos imaginar lo peor. Tal vez no hubiéramos podido salir de nuestras casas y los dementes hubieran armado el inicio de una batalla imparable.
Antes del chiflado con la Bersa en la puerta de la casa de Cristina se habían mezclado muchos de los necesarios ingredientes: Máximo Kirchner dijo el miércoles pasado “en Juntos por el Cambio están viendo quién mata al primer peronista”. Al toque una funcionaria porteña puso en dudo el estado de su salud mental.
Para Juan Manuel Sialle, médico psiquiatra, el autor del atentado fue a inmolarse por ese reclamo de “muerto el perro se acabó la rabia”. “Esto que hizo este joven, para él es una acto de amor, fue el brazo ejecutor del deseo cruel de un montón de personas. El será un mensajero, un chivo expiatorio. Y por el fracaso quedará en la historia como un tonto. Es la expresión de ciudadanos que quieren ser reconocidos como de a lugar”, agregó.
¿Cómo terminar con esos sentimientos destructivos? Vivir por la muerte del otro. “La historia es un registro de crímenes. El hombre es un ser violento, sobrevive con la destrucción del otro. La natura es la destrucción del otro. Tal vez la naturaleza marque eso de que no hay tanto para tantos”, dice Sialle.
Enigmas fuertes investigará la justicia. ¿El chiflado actuó solo? ¿Integraba alguna organización política? Alguien lo mando? ¿Por qué se reseteó el teléfono del acusado? ¿Dónde estaba el jefe de los custodios de Cristina en el momento del episodio? ¿Se diseñó su vulnerabilidad?
Para el veterano dirigente socialista Juan Carlos Zabalza superamos los niveles de tragedia. “Pero tengamos en cuenta que hace la mayoría de los argentinos. Los que no están en esa polaridad política. Cuando se habla de violencia hay que asumir que viene de ambos lados. Nunca hubo autocrítica de ella. Cuando debió hacerlo no lo hizo. La bipolaridad Macri Cristina no le ofrece absolutamente nada positivo al presente de Argentina. Para salir tiene que haber una voluntad colectiva que marque nuevos caminos. No hay otro camino que el dialogo, y tampoco hay una convocatoria para eso”, agregó el experimentado dirigente socialista.
El discurso del odio no es solo de la política y de los que desean retransmitirla. Es cultural de este país desquiciado. Nos despreciamos. Somos ese deseo de aniquilar al otro. Vivimos tiempos donde nadie convence a nadie. Argentina un país roto de tanto fracasar, de tanto robo, de tanto egoísmo. Falta la chispa para que este polvorín haga lo suyo. Y sabemos que pólvora no falta para dejar en la pampa sojera un cráter inmenso.
No queda otra salida que el consenso. Solo un acuerdo inteligente, generoso y racional podrá devolverle salud a una dirigencia enferma y adicta a un poder inútil.
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