Todo en su medida y armoniosamente. La frase que hizo popular Juan Domingo Perón tras su regreso al país el 17 de noviembre de 1972 fue recuperada por Cristina Kirchner en el acto en el que se recordó aquel hecho, como respuesta al clamor de las cerca de 60 mil personas que asistieron al Estadio Único de La Plata. “Cristina presidenta”, cantaba la multitud. Ella estiró la definición sobre si va a ser candidata en 2023, pero empujó la pelota un poco más hacia ese lugar porque, enmarcada por una escenografìa que la puso como única protagonista, estrenó eslogan y discurso de campaña.
Cerca de una hora habló la vicepresidenta. Y fue suficiente para presentar los ejes de la estrategia de su eventual candidatura presidencial. Planteó un para qué –”volver a ser la Argentina que fuimos”–, un cómo –mediante un “nuevo acuerdo democrático y un consenso económico” que retomen los lineamientos de los gobiernos kirchneristas de 2003 a 2015–, contra quién –los que “endeudaron al país”, los que quieren volver a la década del 90 en lo económico y a etapas “predemocráticas” en lo político (Macri, Bullrich, Milei)– y con quién –los que estén dispuestos a debatir un modelo sin exclusiones sociales ni políticas (hubo algunos guiños al radicalismo en los primeros minutos del discurso)–.
Toda la puesta en escena estaba armada como el lanzamiento de una campaña. Bajo el eslogan ”la fuerza de la esperanza”, vestida absolutamente de blanco, Cristina sorprendió incluso con la incorporación en el discurso de un tema hasta hoy ausente en la agenda del kirchnerismo, pero que es junto con la inflación la máxima preocupación de la población: la inseguridad.
Fue justamente en ese tramo donde apareció la única crítica concreta al gobierno de Alberto Fernández, del cual es vicepresidenta. “No sé por qué no despliegan miles de gendarmes en el conurbano bonaerense”, lanzó, al tiempo que cuestionó la fuerte presencia de la fuerza en La Patagonia, donde entre otras cosas trabajan en el conflicto mapuche. Palo para Alberto y Aníbal Fernández (ministro de Seguridad), pero también una ratificación acaso involuntaria: para el kirchnerismo, el ámbito de acumulación y principal sujeto de su acción política es el Gran Buenos Aires. Rosario, bien gracias.
No hubo otras referencias a la actual gestión, ni siquiera para volver a respaldar a Sergio Massa. Como si no existiera, como si fuera un error, un desvío en la historia del peronismo, a pesar de que fue ella la que lo inventó y lo hizo posible, con la decisión de que Alberto Fernández fuera candidato a presidente.
Sí hubo reivindicación de Perón y sobre todo, el recuerdo de la proscripción que sufrió, algo que deslizó que el “Partido Judicial” pretende hacer ahora con ella. También de los militantes de los 70, incluso de “los que se equivocaron y lo pagaron con su vida”. De ellos igualmente se diferenció, en una frase que le sirvió a la vez para chicanear a Patricia Bullrich por su pasado en Montoneros: “Nosotros (Néstor y Cristina) nunca estuvimos con la violencia”.
También rescató a Hipólito Yrigoyen como presidente de “un gobierno nacional y popular” y víctima del primer golpe militar, en lo que fue otra chicana: Mauricio Macri lo había descalificado por "populista", lo que en su momento le provocó cortocircuitos con la UCR.
No fue el único guiño al radicalismo, pecera donde está claro que pretende pescar. Volvió a resaltar la refundación democrática de Raúl Alfonsín, que generó un nuevo paradigma: “El fin de la muerte como instrumento político, porque podía haber todas las diferencias del mundo pero nadie quería matar a nadie”. Eso, dijo, fue lo que se quebró con el intento de atentado en su contra.
Cristina lanzó también un fuerte mensaje hacia adentro del PJ, sobre lo que puede significar una eventual condena judicial en su contra –nunca habló específicamente de la causa Vialidad pero sí sugirió que hay un regreso del espíritu proscriptivo que sufrieron Perón y el Partido Justicialista entre el 55 y el 73–. Señaló que el “Partido Judicial” es la herramienta con la que buscan eliminar al peronismo y que la atacan a ella porque sin su liderazgo esa fuerza política se fragmentaría, se atomizaría y perdería toda posibilidad de ser motor de cambio.
En ese tramo, quedó claro que su decisión de recuperar la centralidad política excluyente dentro del PJ es también una jugada en defensa propia, en busca del abrigo de todo el peronismo frente a la situación judicial que enfrenta.
En realidad, es una necesidad mutua. También el peronismo precisa a Cristina activa, tanto para el que sería un objetivo de máxima que hoy parece improbable –ganar las elecciones nacionales a pesar del mal gobierno actual– como para el de mínima: retener el poder en la provincia de Buenos Aires.
Como sea, el clamor fue unánime: antes, durante y después del acto el “Cristina presidenta” fue atronador. La vicepresidenta dejó la pelota picando, pero un poco más cerca de ese arco. “Todo en su medida y armoniosamente”, contestó desde el escenario. Como decía Perón cuando volvió al país después de 17 años y buscaba contener lo que creía eran desbordes de los sectores más extremos del justicialismo. Luego del interregno de Héctor Cámpora, el general fue candidato en 1973.