¿Dos partidos en uno? Sí, llamativamente diferentes. ¿Argentina pudo ganar? Sí, en el primer tiempo pudo definir el partido, es más, debió hacerlo. Aún jugando mal. ¿Argentina mereció perder? No necesariamente. Aunque si se analiza el juego de conjunto, Arabia siempre supo a qué jugar y la selección albiceleste pocas veces.
Las preguntas son muchas, las respuestas variadas y se puede estar un rato largo discurriendo sobre el tema. Pero hay una certeza insoslayable. Sólo se pierde, siendo Argentina, frente a Arabia Saudita, jugando mal por lo menos un rato largo. Hay que buscar los motivos entonces.
Lo importante no es el resultado, puede ser un accidente, lo preocupante es el rendimiento del equipo, que no se pareció ni un poquito a la selección que hilvanó 36 partidos sin perder desde aquel con Brasil de la Copa América de 2019.
Sin intensidad, el equipo se transformó en un cúmulo de jugadas previsibles que ayudaron al rival a seguir su hoja de ruta sin que nada la altere. Ni siquiera el penal que obsequiaron el árbitro y el VAR y que Messi transformó en gol y ventaja cuando apenas iban 10 minutos.
La falta de rebeldía, que también puede considerarse carencia de templanza, o de temperamento, es probable que tenga la explicación en otro lado, no en el ánimo de los futbolistas y mucho menos en su personalidad.
Es probable que la respuesta de la muy pobre puesta en escena de Argentina esté en el estado de forma física y futbolística del equipo.
A los 13’ del complemento, con mucho por jugar, Scaloni sacó a Romero, Paredes y Papu Gómez. Los dos primeros no salen casi nunca si están bien, pero casualmente son los tres jugadores que llegaban con menos rodaje al primer partido.
Los cambios no fueron para modificar el esquema: zaguero por zaguero, mediocampista central por mediocampista central y volante ofensivo por volante ofensivo, porque esa fue la función que cumplió Julián Alvarez más allá de que naturalmente sea delantero.
La respuesta a estas dudas estará en la conformación del equipo para el partido del sábado frente a México, para cuando cada jugador deberá estar, como mínimo, al ciento por ciento de sus posibilidades.
“Irán a Qatar jugadores que estén aptos para el primer partido”, avisó el entrenador antes de subirse al avión. Y la sensación es que no pasó lo que pregonó.
Quizás se haya encontrado con situaciones inesperadas que no pudo resolver a último momento. Más allá de las salidas de Joaquín Correa y Nico González, no se puede cambiar media lista a pocos días de la Copa del Mundo. Este es un Mundial raro, donde todo se produce con una vorágine desaconsejable para cualquier preparación.
La falta de intensidad, de revulsivo, tuvo su explicación, probablemente, en la precaria forma futbolística de varios titulares que jugaron poco y nada en sus equipos en los últimos partidos por las lesiones que atribularon no sólo a la selección, sino a todos los que participan del Mundial.
Argentina debe ganarles a México y a Polonia. Y para eso, los jugadores deben estar óptimos, sin fisuras que filtren facilidades para el rival como el cierre de Romero en el primer gol de Arabia Saudita.
Scaloni tiene la palabra y personalidad no le falta. Los jugadores afrontarán un gran desafío que tranquilamente pueden sacar adelante. Eso sí, sólo si están bien desde lo físico y lo futbolístico.