La pobreza infantil en Argentina subió a su nivel más alto en la década. Según informó el Barómetro de la Deuda Social de la Infancia de la Universidad Católica Argentina (UCA), afecta al 51,7 por ciento de los niños y adolescentes del país.
El 14,9 por ciento de los chicos de entre 2 y 17 años –1,6 millones– no realiza al menos una de las cuatro comidas diarias. De acuerdo al estudio, la última alimentación del día es la más frecuentemente salteada, dado que el 7 por ciento no la ingiere.
El informe "Infancias. Progresos y retrocesos en clave de desigualdad" elaborado por el Observatorio de la Deuda Social reveló además que el 37 por ciento de los chicos (4,1 millones) recibió una alimentación con déficit de al menos un nutriente esencial en 2018. El dato representa un aumento de 6,6 puntos porcentuales respecto al año anterior, cuando esta problemática afectaba a sólo el 30,4% de los chicos.
"De 2017 a 2018, casi 900 mil chicos más tienen déficit de al menos un nutriente", señala el texto publicado por Télam.
En cuanto al tipo de nutriente faltante en la estadística correspondiente al último año, el 14,5% de los chicos registró carencias de carne, pollo y pescado; el 22,6 de fruta; el 20,7 de verduras y el 9,9 de lácteos.
Por otra parte, tanto la falta de nutrientes como de alguna comida diaria es más frecuente en niños de 10 a 17 años, de familias extensas, que viven en hogares monoparentales, que pertenecen al estrato "trabajador marginal" y al nivel socioeconómico "muy bajo".
Al analizar la inseguridad alimentaria, es decir, población infantil que redujo su dieta o pasó hambre por problemas económicos en el último año, el informe muestra que los chicos que pertenecen al estrato socioeconómico "muy bajo" tienen 13 veces más chances de no cubrir sus necesidades alimentarias que los que pertenecen al sector "medio alto" y esa brecha sufrió un incremento respecto a 2017, cuando era de 11,4 veces.
La incidencia de la inseguridad alimentaria total o extrema –experiencia de hambre– es mayor entre los niños de 0 a 12 años, los que viven en hogares extensos y monoparentales, los que se sostienen con fuentes de trabajo marginales u obrero y los que viven en el conurbano bonaerense.
Ianina Tuñón, investigadora de la UCA y responsable del informe, comentó que "el Estado está haciendo cosas, pero la magnitud de esas políticas no es suficiente para paliar el impacto que está teniendo la pobreza en hogares con niños".
Durante los doce meses el número de chicos que reciben algún tipo de alimentación gratuita en comedores o escuelas pasó del 33,8% al 34,9% (4 millones de chicos), pero registra un aumento acumulado de 8,8 puntos porcentuales desde 2010, cuando era de sólo el 26% (3 millones de niños y adolescentes).
Por otro lado, la pobreza infantil por ingresos aumentó 11,2% en el último período interanual, alcanzando "la cifra más elevada de la década", pero la indigencia "se mantuvo estable" en torno al 10%.
La investigación demostró también que en el último año aumentó un 11% el número de niños y adolescentes que dependen de los hospitales públicos porque no tienen obra social, mutual o prepaga, que fue del 55,3% en 2018, pero era del 44,4% en el 2011.
"Esto implica que la mitad de los niños pertenecen a hogares en los que sus adultos de referencia tienen una integración al mercado de trabajo –cuando la tienen– informal y precarizada", dice el informe.
No obstante, en el último año aumentó el número de niños y adolescentes que consultaron a un médico o a un odontólogo al menos una vez en los últimos 12 años y la performance de este indicador fue la mejor de los últimos 7 años (80% y 56% respectivamente).
"Cabe conjeturar que ello ocurrió en el marco de mayores controles de la contraprestación de la AUH", explicó Tuñón.
En cuanto a la calidad del hábitat, el porcentaje de niños y adolescentes viviendo en zonas contaminadas se redujo del 51,6 al 49,9%; y la proporción de chicos en hogares sin servicio de saneamiento fue el más bajo de toda la década: 4 de cada 10.
En los últimos 10 años también "tuvo una evolución muy positiva" la cantidad de niños escolarizados en el nivel inicial –el déficit disminuyó un 22,8–, y la proporción de adolescentes que no asisten a la secundaria o se encuentran por lo menos dos años por debajo del que le corresponde por edad se redujo en un 17%.