El síndrome de progeria Hutchinson-Gilford (HGPS) es una enfermedad genética muy rara que afecta a aproximadamente 1 de cada 20 millones de personas. Para explicarlo, científicos comparan al ADN con un libro con instrucciones para que el organismo funcione de manera adecuada, con 6.000 millones de letras escritas correctamente. En la progeria sucede que una de esas letras se encuentra errada y "hace envejecer de forma extremadamente acelerada dañando gravemente el sistema circulatorio y reduciendo la esperanza de vida a solo 15 años de edad".
Días atrás, quien falleció fue Sammy Basso, el paciente de HPGS más longevo de la historia que llegó a vivir 28 años.
La proteína causante de la enfermedad
La causa de Sammy, que se recibió y se convirtió en biólogo en su Italia natal, es clave para continuar en la lucha por la búsqueda de una cura. A sus 22 meses comenzó a desarrollar síntomas de envejecimiento acelerado y allí surgió su diagnóstico. Para el malestar del niño y su familia, los médicos le dijeron que la causa de la enfermedad era desconocida y no había nada por hacer.
La mamá de Sammy, Leslie Gordon, también pediatra investigadora en la Universidad de Brown (Estados Unidos), se negó a resignarse y fundó la Progeria Research Foundation en pos de estudiar a fondo la enfermedad. Gracias a ellos, dos laboratorios descubrieron en 2003 que la causa genética del HGPS es una mutación puntual en el gen LMNA, la cual introduce la síntesis de una proteína tóxica denominada progerina.
A partir de este hallazgo, se desarrollaron dos modelos celulares y animales de la enfermedad para estudiar los mecanismos de acción de la progerina, el desarrollo de estrategias para combatir la enfermedad y la puesta en marcha de ensayos clínicos.
En la actualidad solo hay un medicamento (lonafarnib) aprobado para su tratamiento. Aunque esta terapia aumenta la esperanza de vida de los pacientes unos 4 años, todavía no existe una solución definitiva de la enfermedad.
En busca de la cura
Una de las principales causas de muerte en estos pacientes es el fallo cardíaco, como consecuencia de las alteraciones en los vasos sanguíneos. Por ello se busca desarrollar estrategias terapéuticas que contribuyan a mejorar el funcionamiento del corazón y el sistema circulatorio de los pacientes.
En el caso de Sammy, junto al tratamiento con lonafarnib se sometio a una cirugía cardíaca. Esto extendió su vida hasta casi el doble que la esperanza de vida común. Sin embargo y por el deterioro de los tejidos, se trata de un procedimiento muy arriesgado y muchos pacientes no sobrevivieron a la operación.
Otra opción es comprender los mecanismos que median las alteraciones en los vasos sanguíneos, con el fin de desarrollar medicamentos que mejoren el sistema circulatorio de los pacientes a pesar de la presencia de progerina.
Finalmente, una tercera opción en fase de ensayo clínico es el tratamiento con medicamentos (everolimus y progerinina) que favorecen la rápida eliminación de progerina una vez es producida en el organismo, limitando así sus efectos nocivos. O mejor aún, el uso de pequeñas moléculas de ADN que dificultan la síntesis de progerina y aumentan un 60% la supervivencia en ratones HGPS.
La promesa de la terapia génica
Estas estrategias farmacológicas han mostrado beneficios terapéuticos en modelos animales y son por tanto prometedoras, pero ninguna de ellas ataja de raíz el problema causante de HGPS: la "letra errada" presente en el ADN de los pacientes.
Esto que hace poco tiempo era ciencia ficción, hoy en día ya se ha probado con éxito en ratones HGPS mediante tecnologías de edición génica en los laboratorios de Carlos López Otín (Universidad de Oviedo), Juan Carlos Izpisúa Belmonte (Altos Labs) y David R. Liu (Universidad de Harvard), consiguiendo aumentos de supervivencia de una magnitud nunca vista.
Sin embargo, esta aproximación terapéutica todavía necesita refinarse antes de ser probada en pacientes para minimizar el riesgo de efectos secundarios. Una posible manera de optimizar la terapia génica es identificar los tipos celulares donde la eliminación de progerina pueda resultar más beneficiosa, para así desarrollar terapias dirigidas más seguras y eficaces. A pesar de que aún queda un largo trecho por recorrer, la terapia génica es sin duda el camino más prometedor para alcanzar algún día una cura definitiva para HGPS.
Fuente: SINC.