Apaciguada la crisis en el gobierno nacional, el oficialismo se larga a una vertiginosa carrera por desandar la derrota electoral de hace una semana. El foco está puesto en provincia de Buenos Aires, donde el Frente de Todos compitió con lista única y perdió por 4 puntos contra la suma de las listas de Juntos por el Cambio. Matemáticamente tiene chances de dar vuelta el resultado, pero la cuestión es si en estos dos meses el gobierno consigue convencer de que tiene algo distinto para ofrecer que no sea los problemas de trabajo, seguridad e inflación que llevaron a la derrota a Macri.
En el resto de las provincias apuesta a achicar diferencias. No es sólo no perder por tanto, sino evitar la sangría de diputados que esbozaron las primarias y que dejarían al oficialismo demasiado lejos del quorum de 129 bancas y fortalecida a la oposición. Para el Senado es más difícil: de las ocho provincias que eligen, JxC ganó seis con diferencias importantes.
Cristina siente que Alberto Fernández está rifando el capital político que “es de ella”, como dijo la diputada Vallejos, y no está dispuesta a permitirlo. Alberto dijo que con presiones no le sacan nada. Doce horas después estaba anunciando un nuevo gabinete, como exigió Cristina.
El presidente apenas si logró conservar a Matías Kulfas en Producción y, casi como premio consuelo, mudar a Santiago Cafiero a la Cancillería. Podría decirse que también al ministro de Economía Guzmán, al que Cristina llamó para decirle que no estaba pidiendo su renuncia. Ahora sabemos que en realidad lo estaba ratificando en el cargo a pesar de sus cuestionamientos. Tarifas, acuerdo rápido con el FMI sí o no y expansión del gasto público son discusiones cerradas.
El jefe de Gabinete también lo nominó Cristina, en una jugada calcada a la que en su momento extrajo a Jorge Capitanich de la Gobernación de Chaco. Es un gabinete del pasado pero sólido, experimentado y muy político, en el que excepto el tucumano Manzur todos los nuevos ministros siguen siendo de CABA y Buenos Aires. Cristina manda, pero no manda como antes de 2015. En 2019 comprendió que el purismo kirchnerista la había aislado hasta sacarla del poder. Hoy se siente una pieza determinante de una alianza que la excede pero en la que tiene poder de veto, como lo demostró esta semana. No es un gabinete cristinista de punta a punta, sino un gabinete con nombres que cree necesarios para determinado rumbo y momento de la gestión.
Ayer, un sencillo e ingenioso tuit del usuario Diego Abatecola resumió el resultado de la obscena pelea que protagonizaron el presidente y la vice ante un país azorado: “Menos mal que CFK no pidió un galgo en la carta porque lo pelaban a Dylan”.
Santa Fe
La elección primaria santafesina del domingo pasado será recordada como una de las más competitivas desde que existen las Paso. Antes de ir a los ganadores y perdedores, un dato a tener en cuenta es la participación. Fue del 64% promedio en la provincia, un punto menos que la de 2019, que hasta ahí había sido la menos concurrida, ratificando una tendencia a la baja. En Rosario, el porcentaje cayó a 61%.
Tener en cuenta estos porcentajes es relevante, porque a menos participación en las primarias, si la concurrencia se recupera a niveles históricos (entre 70 y 75%) en la general, se incorporarán más de 200 mil santafesinos que no eligieron el domingo pasado, a lo que deben agregarse unos 30 mil que en la primera vuelta votaron por listas que no estarán el 14 de noviembre. Los votos en blanco y anulados no representaron números fuera de lo común.
Además, en noviembre gravitarán los intendentes y presidentes comunales de las 273 localidades de la provincia en las que no hubo primarias de cargos locales y sólo se votaron cargos nacionales. Es esperable un mayor involucramiento de los jefes políticos teniendo en cuenta que ahora sí juegan sus listas de concejales y comisiones comunales.
Cómo acortar distancias
En términos generales la primaria de Juntos por el Cambio sumó 40% contra el 30% del Frente de Todos. En ambos casos las internas fueron muy competitivas y movilizantes, punto en contra para el peronismo en ese sentido.
En 2017, última primaria en la que sólo se eligieron cargos legislativos las listas de Agustín Rossi y Alejandra Rodenas sumaron 516 mil votos. Un grupo del peronismo, Proyecto Santafesino, obtuvo 87 mil por afuera. El domingo pasado con todo el peronismo contenido en dos listas contaron 494 mil (el escrutinio definitivo lo acercará a 510 mil). A la hora de la elección general el justicialismo no logró crecer: de hecho bajó a 509 mil votos. Cabe recordar que esa fue la elección de la ola amarilla y que, a diferencia de entonces, ahora el PJ es gobierno en la provincia y la Nación.
Más crítico se presenta el escenario si se comparan los 494 mil votos del domingo pasado con dos años atrás. Son 450 mil votos menos con respecto a la primaria de diputado nacional (cabe aclarar que esa lista iba pegada a la de la fórmula Fernández-Fernández) y 205 mil menos con respecto a la de gobernador (compitieron Perotti vs Bielsa).
No es lo óptimo comparar una elección legislativa con otra de cargos ejecutivos pero el involucramiento del gobernador Perotti como candidato amerita agregar esa perspectiva entre el momento que fue elegido y la mitad de su mandato. ¿Obtenido el triunfo en las primarias, Perotti volverá a poner su foto en primer plano junto con las de Lewandowski y Sacnun el próximo 14 de noviembre? Si la deja y pierde podría quedar asociado a la derrota; y si la retira no podrá evitar que se interprete que le quitó el cuerpo al Frente de Todos en un momento crítico. Las conclusiones que saque la mesa chica del perottismo sobre los riesgos y lo que pueda ganar quedarán resumidas en el diseño de la boleta del Frente de Todos.
Algunos apuntes más sobre la primaria del peronismo. Un aspecto central es que el gobernador Perotti reafirmó su liderazgo. La lista Celeste y Blanca sacó mayor ventaja de la esperada sobre Rossi-Rodenas, ganó en todos los departamentos, lo que evidencia que dio resultado el alineamiento de los jefes comunales que impuso la Casa Gris.
Quedará para una evaluación más fina el vertiginoso crecimiento como figura electoral de Marcelo Lewandowski. Por lo pronto decir que en el contexto de una elección de derrota para el peronismo, fue el único de la lista que ganó en su departamento y ciudad, donde además duplicó a la otra lista. Ni siquiera lo consiguieron Perotti y Mirabella: ganaron muy bien la interna en Castellanos, pero primaria contra primaria el Frente de Todos volvió a perder, esta vez por 22 puntos con Cambiemos. La derrota se trasladó a la elección de concejales de Rafaela.
Con el futuro del gobierno nacional comprometido y la avanzada de Juntos por el Cambio, todas las alertas están prendidas en el PJ santafesino. El presidente del partido Ricardo Olivera ya convocó al resto de la conducción para “ponerse a disposición de Lewandowski” y empezar a diseñar la campaña de noviembre. Otro tanto hizo el diputado Germán Martínez para mañana con respecto a la Departamental Rosario que preside. Si el mayor riesgo de una primaria es después no poder juntar las partes, lo que viene es una prueba de fuego para los peronistas santafesinos.
Juntos por todo
Juntos por el Cambio se jugará por un objetivo básico y preciso: quitarle poder al kirchnerismo en el Congreso. En ese sentido, los 16 candidatos a senadores y los primeros de las listas de diputados de todas las jurisdicciones fueron convocados para el martes en el hotel NH Bolívar de Capital Federal para la foto que es, a la vez, una señal inequívoca de la nacionalización de la campaña.
Por Santa Fe irán Carolina Losada y Dionisio Scarpin y los candidatos a la Cámara baja Mario Barletta, Victoria Tejeda, Luciano Laspina y Germana Figueroa Casas. El jueves le seguirá la foto de la unidad santafesina. Según el armador de la lista ganadora, Julián Galdeano, participarán todos los que compitieron.
Juntos por el Cambio hizo una muy buena primaria, con 662 mil votos y triunfó en 14 de los 19 departamentos. Hace cuatro años, en medio de la marea nacional amarilla, había juntado 500 mil votos con una lista que encabezaba un tal Albord Cantard. Y en 2019 fueron 657 mil en la categoría diputados nacionales, que iba junto con la de Mauricio Macri.
La alianza de radicales y PRO no está exenta de que se produzcan fugas después de una interna tan concurrida y disputada. Si bien las proyecciones tienden a la cohesión e incluso al crecimiento, falta saber si el perfil de Carolina Losada encaja en todos los nichos de los que votaron por alguna lista de JxC. La nacionalización de la campaña, es decir la subordinación del perfil del candidato al objetivo superior que es derrotar al kirchnerismo, debería contener y sellar cualquier fuga en ese sentido.
La contracara es que el Frente Progresista intentará rescatar algo del voto radical progresista que Maximiliano Pullaro se llevó a JxC y que podría no sentirse cómodo votando a la periodista porteña teniendo la opción de hacerlo por Clara García. ¿Puede volver en la general un votante que se fue en la primaria? Lo curioso es que JxC intentará hacer lo propio con los votantes del FAP. Polarizará al máximo su campaña con la intención de aspirar la mayor cantidad posible de electorado no peronista. Los más entusiastas apuestan a un batacazo nunca conseguido en Santa Fe: llegar al millón de votos. En principio suena a despropósito, más tratándose de una fuerza que no es gobierno. Sin embargo, cuando se revisan elecciones anteriores parece improbable pero no imposible.
Veamos. En 2017 Juntos por el Cambio sacó 500 mil votos en la primaria y 743 mil en la general. En 2019 fueron 657 mil en la primaria y trepó a 912 mil en la general. Es decir, hace dos años, al mismo tiempo que perdía Macri, JxC Santa Fe le ganó al peronismo y quedó ahí nomás del millón.
En el peronismo seguramente ya están trabajando en tratar de desarmar ese escenario, porque su suerte se juega tanto en crecer por sí mismo como en evitar que crezca JxC. Paradójicamente, sus intereses coinciden con el Frente Progresista: le vendría bárbaro que conserve los votos de la primaria y si es posible que sume.
Ordenando el progresismo
El Frente Progresista hizo una primaria con efecto ordenador hacia adentro que permite contabilizar qué tiene cada uno de los socios y dejar en claro que los liderazgos que vienen en reemplazo de Lifschitz no pueden hacerse sin el socialismo, pero que tampoco puede liderarlos el socialismo por primera vez desde 2003. La conclusión es que todos necesitan de todos, ya sea para mantenerse o avanzar.
Además, no hay resto para extender las peleas internas cuando el bastión electoral corre riesgo desde dos frentes distintos. Los números del domingo pasado indican que en Rosario, a concejales, el peronismo en su conjunto quedó a sólo 2 puntos del oficialismo. Un poco más atrás JxC. Una de las novedades de la elección fue el periodista Miguel Tessandori que, después de haber amagado con ser candidato de JxC en elecciones pasadas, ahora se presentó solito y solo y cosechó 32 mil votos. En el Frente Progresista alguien ya debe haber hecho la cuenta de sumar los votos de Tessandori con los de JxC, que da un número superior a los que sacaron el Frente y el peronismo. Lo que hoy está separado, dentro de dos años podría no estarlo.
Ahora viene lo bravo para el Frente Progresista: cómo gambetear la feroz polarización entre PJ y JxC cada vez que hay una elección nacional. El caso más recordado es el de 2015, cuando el Frente con Hermes Binner de candidato quedó relegado al cuarto puesto. En 2017 obtuvo 243 mil votos en la primaria y se le fugaron 33 mil en la general. En 2019, elección presidencial y con el entonces gobernador Lifschitz jugando fuerte por Roberto Lavagna, la lista de diputados creció de 210 mil en la primaria a 287 mil en la general.
El domingo hizo una elección modesta, donde se notó la falta de tracción en algunas localidades. Entre las dos listas sumaron 184 mil votos según el escrutinio provisorio. La foto entre los candidatos de una y otra, Clara García y Rubén Giustiniani, al día siguiente de la elección es una apuesta a la unidad para garantizar dos objetivos: que Mónica Fein ingrese al Congreso y, lo más crítico, no perder en Rosario.