El ensayista italiano y profesor de Historia de América Latina en la Universidad de Bolonia, Loris Zanatta, pasó esta semana por Rosario y dejó varias definiciones sobre el peronismo, el liderazgo de Cristina Fernández de Kirchner, la relación con la Iglesia Católica, la influencia del Papa en la política argentina, y la situación del narcotráfico en el país. Disertó ante un nutrido auditorio, tuvo reuniones con empresarios, visitó al intendente Pablo Javkin y tuvo un mano a mano con Rosario3.
Zanatta es autor de varios libros y artículos publicados sobre América Latina y fundamentalmente sobre los movimientos populistas en la región y en la Argentina. Crítico con el peronismo y la Iglesia, el escritor fue nombrado miembro corresponsal por Italia de la Academia de la Historia de la República Argentina. Llegó a Rosario invitado por la subcomisión de Cultura del Jockey Club donde el pasado lunes habló ante más de 200 personas.
Esta es parte del diálogo con Rosario3:
–¿Qué análisis hace del intento de atentado contra la vicepresidenta de la Nación?
–Me llamo la atención todo, todo. La dinámica, la falta de seguridad, el hecho que no se hubiera dado cuenta... Parecía al principio que el intento de atentado era como un anillo al dedo, como una especie de intento fraguado de mejorar su imagen y, al conocer al peronismo como el atentado a Cipriano Reyes en 1948 y su intento de victimizarse, no niego que yo pensé algo así.
Como historiador me quedo con los hechos y no creo mucho en las historias conspirativas, por lo tanto hasta que la Justicia demuestre lo contrario me quedo con eso: una pistola en la cabeza de la vice y un hombre que fue detenido. Me quedo con la idea, que en la Historia ha pasado muchas veces, que unos individuos causen efectos mucho más grandes que lo que ellos se imaginan. Pero si se demuestra que se trató de un hecho totalmente armado, no me sorprendería demasiado.
–¿Cómo vio lo que vino después del intento de atentado?
–Lo que paso después parecía hecho para convalidar las sospechas y lo que sucedió después es más sospechoso que el hecho en sí. Es llamativa la rapidez con que el gobierno, los sindicatos, el peronismo, los medios peronistas aprovecharon el hecho para sacar una ventaja política.
En la reacción del gobierno apareció la cultura típica del peronismo: la idea es que está en un pie de integridad moral, que se identifica con el pueblo, con la patria, por arriba de todo lo demás. Convocó a un diálogo que no era tal sino a destruir toda forma de diálogo y para recabar impunidad. Quería aprovechar un atentado para endilgárselo a la oposición y como una forma de zafar de los juicios contra Cristina.
–¿Usted no cree que Cristina sigue siendo la líder del movimiento peronista?
–Antes que contestar me hago preguntas. Antes pensaba que el peronismo estaba viviendo una evolución, nadie sabía hacia dónde. Pero tuve esa impresión fundamentalmente en la última etapa de su segundo gobierno, como que estaba viviendo una especie de ocaso. Era diario escuchar a dirigentes, gobernadores, legisladores y militantes peronistas criticando duramente a ella. Pero ahora ella parece ocupar el espacio principal.
–¿Qué papel le asigna al peronismo en el futuro?
–Es muy difícil entender lo que sucede dentro del movimiento, como en todo movimiento verticalista y carismático. El peronismo tiene la tentación de repetir el mismo guión con lo que sucedió con Cristina, al igual que en el 48 cuando a Perón le sirvió para refundar el partido y garantizar su liderazgo. Pero el tiro le puede salir por la culata.
Si quiere renovar un nuevo 17 de octubre, la Historia se repite como farsa. Ya no existe ese pueblo, ni existen las razones para que el pueblo se movilice por esa fuerza, ni tampoco tiene los niveles de adhesión y popularidad. Es un partido iglesia que está perdiendo feligreses. De seguir por ese camino va tener un 17 de octubre pero al revés, que va a demostrar su ocaso pero que no significa su desaparición. El desafío del peronismo es vivir en pluralidad, algo que le cuesta demasiado.
–Muchos hicieron el mismo diagnóstico en el 2015 cuando (Mauricio) Macri ganó las elecciones presidenciales...
–Hay una diferencia con el 2015, ese año los peronistas no sabían que iban a perder y perdieron porque fueron divididos y era impensable que Macri ganase. Hoy el proceso de desgaste es muy fuerte, sacaron el 30 por ciento de los votos el año pasado.
Cuanto más veces la Historia se repite, menos chances tiene el gobierno de repetirse otra vez. De aquí a las elecciones (del 2023) vamos a ver muchos intentos para mejorar la posición del peronismo, pero la situación económica no da para muchos intentos de mejora en la distribución de recursos. Podemos esperar eventos de victimización, conflictos creados, radicalización ideológica. Cuando no pueden distribuir recursos materiales, distribuyen de forma radical recursos simbólicos como sentidos de pertenencia, individualizar a un enemigo y que ese enemigo se llame enemigo exterior, imperialismo, oligarquía.
A diferencia del 2015, hoy saben que pierden y estos movimientos populistas, al sacralizar al pueblo, no conciben la derrota. Tendremos un año difícil y peligroso.
–¿Cómo juega la Iglesia Católica en esa puja del poder y en su relación con el peronismo?
–El peronismo tiene desde su inicio una relación simbiótica con la Iglesia, surge como brazo secular del revanchismo católico contra la Argentina liberal, el del 43 que fue un golpe clérico-militar. El peronismo se transformó en el brazo secular, político y social de un catolicismo bajo un nuevo orden cristiano. También cuando se pelearon lo hicieron de forma brutal como cualquier pelea entre familia. Se disputaban la fuente de la legitimidad del orden político porque reivindicaban el mito de la gran nación católica, lo que demuestra es que después volvieron a reencontrarse.
Al finalizar la dictadura hubo un intento de algunos obispos de separar a la religión de la Nación, a la fe de la política. Pero después de la crisis de 2001 hubo un retroceso total porque las instituciones democráticas se volvieron frágiles y la tentación por la Iglesia fue demasiado de volver al viejo patrón. Por arriba de las instituciones republicanas está la Nación, y la Nación es católica, y el pueblo al ser católico es peronista, silogismo de siempre, así se volvió a lo de antes.
Y esa Iglesia es la de (Jorge) Bergoglio, la Iglesia se ató a la mano del peronismo, a pesar de que al kirchnerismo no le gustara.
Dentro del peronismo hay que separar el kirchnerismo de izquierda –referenciado en valores como el matrimonio igualitario, o el aborto, o la igualdad de género– del verdadero peronismo que fue el ortodoxo, brazo armado de la iglesia católica. Las designaciones de Bergoglio van en ese sentido, los obispos como Ojea o Fernández son todos peronismo clásico.
–¿El Papa está tan pendiente de la situación política interna argentina?
–No tengo la menor duda. No directamente porque tiene sus asesores, hombre en lugares estratégicos que saben lo que quiere el Papa.
La Iglesia juega el papel de árbitro. Le gusta repetir el patrón histórico por el cual le delimita la cancha a la acción política y económica. Y lo hace de manera eficiente. Hay políticas económicas que en el país no son consideradas legítimas y que no se pueden implementar. Y eso es una de las grandes causas de las dificultades económicas de la Argentina.
La Iglesia nunca abrió la boca cuando aumentaba el gasto público, el déficit público, cuando asumían ñoquis en el gobierno, no se sinceraban precios o cuando se ponían cepos. Porque esto corresponde a una política económica que la Iglesia sigue confundiendo con la teología. El gran secreto de la modernización de Europa es haber separado la economía de la teología y acá no pasa. La Iglesia juega de árbitro y le gusta decir que todos los jugadores tienen que dialogar, ir por una gran unión nacional, pero al mismo tiempo tiene puesta una camiseta que define en cualquier momento. Los 7 de agosto, día de San Cayetano, la celebración es una verdadera movilización en favor del peronismo. Los movimientos sociales y piqueteros marchan con los lineamientos del Papa. Están también los misioneros de Francisco que tienen la imagen de Néstor, Cristina y la del Papa en sus sedes.
–¿La Iglesia condiciona a la oposición?
–La Iglesia juega todo el tiempo y delimita el espacio de acción y al gobierno de Macri, que fue un fracaso sin duda. Desde el primer día le delimitaron la cancha e hicieron hincapié en el sector católico de Cambiemos.
Recuerdo cuando la ministra (Carolina) Stanley y la gobernadora (María Eugenia) Vidal fueron a la Semana de la Pastoral Social de la Iglesia y fueron retadas como niñas por parte de los obispos porque su gobierno estaba haciendo una política abierta al mundo. Es una muestra de cómo la Iglesia reivindica un tipo de soberanía que se impone por sobre la soberanía ciudadana y las funcionarias, en vez de defender el mandato que los votos les dieron, se sometieron a un especie de juicio de la Inquisición que les dijo lo que tenían que hacer y lo que no.
Otro ejemplo fue cuando el Papa celebró los 200 años de la Independencia con un ataque violentísimo al gobierno en un mensaje donde no lo nombró pero le dijo: “la Virgen es la madre, la madre es la patria y quienes venden la patria venden a la madre”, tratando a Macri y su gobierno de cipayo vendepatria o antipueblo.
–¿Ve un escenario de una salida hacia la ultraderecha como en otros países?
–Se está creando un espacio de la antipolítica que (Javier) Milei lo está ocupando pero lo puede hacer cualquiera. Hoy Milei está yendo más por un conservadurismo social y moral. No sé si Milei quiere jugar al Bolsonaro argentino. Por esta fusión entre religión y política no creo que pueda salir un personaje a lo Bolsonaro. Pero tampoco lo puede eludir.
–¿Cómo ve la compleja situación de inseguridad y avance del narcotráfico que tenemos en Rosario y la provincia de Santa Fe pero que también no escapa al resto del país?
–Argentina tiene una obvia contradicción, una esquizofrenia, que cualquier gobierno reformista tendrá que encarar. Argentina tiene un Estado enorme, emplea una cantidad de gente sobredimensionada, que hace cosas que no le competen y no hace lo que tiene que hacer. La gente debe pagar escuelas, salud y seguridad privadas porque el Estado no puede garantizárselas.
El Estado debe asegurar educación, salud, seguridad e infraestructura colectiva y no lo hace. Es un Estado que hace lo que no debería y no hace lo que debería. Debería ser un Estado más chico pero un verdadero Estado. Esto tiene que ver con el narcotráfico porque el Estado pierde el control del territorio y si pierde el control del territorio eso es clave en la lucha contra el narcotráfico porque pierde su capacidad de gobernar.
–Estuvo reunido por espacio de una hora con el intendente Javkin, ¿qué impresión le dio?
–Es un joven preparado que cree en lo que hace. Es bueno ver a gente joven que dedica su vida a gobernar una situación que no debe ser fácil pudiendo haber elegido otro lugar más tranquilo. Tiene espíritu de servicio, lo hace con competencia, creyendo en sus ideales, seguramente cometerá errores pero, ¿quién no los comete?. Lo hace de buena fe y hay que ayudarlo, después tendrá su oposición como corresponde. Gobernar ésta ciudad no debe ser sencillo en estos momentos.