Santiago Cafiero confirmó que el pliego de Luis Bellando como embajador argentino ante la Santa Sede pendía de un hilo y que el Gobierno “reverá” la decisión. “Se verá si hace falta otro candidato o candidata. Es un trámite de Cancillería tendrá sus tiempos administrativos, aún no tenemos información sobre eso”, aseguró, escueto, el jefe de Gabinete.
Minutos después de la conferencia, en la que el funcionario oficializó un aumento en las becas para investigadores del Conicet, voceros del canciller Felipe Solá confirmaron que el plácet que el Gobierno había enviado a la Nunciatura Apostólica en Buenos Aires –la representación del Estado vaticano en el país– había sido retirado.
De esta manera, Alberto Fernández, que tendrá su primer encuentro privado con el papa Francisco a fines de enero, deberá buscar un nuevo representante ante el Vaticano.
Fuentes oficiales confirmaron que desde Roma le pidieron al Gobierno que retirara el pliego del diplomático. Y que Francisco no dio su aval para la designación. Con un plus: monseñor Oscar Ojea, presidente de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), se encuentra por estas horas en la capital italiana.
Bellando había estado asignado a Río de Janeiro, Brasil y Angola, entre otros destinos. Los problemas de papeles que trascendieron en estos días no habrían sido, en definitiva, las trabas para frenar su elección. Se hablaba de un divorcio en primeras nupcias, pero lo cierto es que el diplomático no estaba casado por la Iglesia, algo que sí concretó en segundas nupcias. Y de viejas cuestiones del pasado sobre su paso por el consulado de Río de Janeiro, que habían sido alertadas en su momento por el entonces canciller Jorge Taiana.
El lunes por la noche, en la entrevista que concedió al canal C5N, el jefe de Estado manifestó su deseo de visitar al Papa a fin de mes en Roma, horas antes de que la reunión finalmente se confirmara por los canales oficiales para las 11 de la mañana –hora romana– del viernes 31 de enero. Pero no dio ninguna definición sobre Bellando.
En agosto del 2008, el ex ministro Alberto Iribarne había tenido un traspié en su nominación como embajador ante la Santa Sede por parte de Cristina Kirchner por su condición de divorciado. “El largo tiempo transcurrido desde entonces, sin respuesta al pedido de plácet formulado, ha motivado que fuera asumiendo responsabilidades políticas y profesionales que me imposibilitan representar al país en el exterior”, le escribió por carta Iribarne a la entonces presidenta en aquel momento después de que desde Roma no hubiera respuesta al pliego enviado por el Poder Ejecutivo.
En verdad, fuentes del Gobierno confiaron que Bellando nunca tuvo respaldo político para su designación. Y que mantiene serios cuestionamientos internos de la diplomacia. Además, tiene un perfil “conservador” que, según resaltan, no cuadra con la línea ideológica de la Casa Rosada.
El impulso a su pliego fue atribuido a Gustavo Béliz, secretario de Asuntos Estratégicos, y a su cuñado, Francisco Meritello, el secretario de Medios Públicos que tiene un buen vínculo con el diplomático.
En quince días, el presidente se verá por primera vez con Francisco, después del viaje que hará por Israel, cinco días después del quinto aniversario de la muerte del fiscal Alberto Nisman. El mandatario tiene previsto viajar a Roma el miércoles 29 en un vuelo de línea. Por ahora, con una reducida comitiva que integran su pareja, Fabiola Yáñez; el canciller Solá; el secretario de Culto, Guillermo Olivieri; Juan Pablo Biondi, secretario de Comunicación, y Béliz.
Juan Manuel Olmos, el jefe de Asesores de la Presidencia que mantiene un vínculo íntimo con Francisco desde la infancia –fue bautizado por el Papa–, no tiene previsto subirse al avión por el momento. No le hace falta: tiene diálogo fluido con Roma.