El gobierno nacional atraviesa el momento más crítico desde que asumió, con el frente cambiario descontrolado, falta de ideas, presiones desde todos los costados y un maremoto de versiones tanto en el plano económico como político. El presidente Alberto Fernández está en el epicentro de la tormenta perfecta, abonada con una crisis internacional que al país hasta ahora le trajo más disgustos que satisfacciones.
El presidente se aferra al crecimiento económico que el gobierno logró mantener vivo en el primer semestre a pesar de la inflación, las dificultades financieras y la restricción de acceso a divisas. Sin embargo la rueda está en serio riesgo de frenarse también.
El problema de fondo es cómo hace el presidente para salir airoso de la crisis que se desató tras la renuncia del ministro de Economía Martín Guzmán donde faltan apoyos determinantes y su imagen está por el suelo. La mayoría de los gobernadores le retacea la foto a excepción que sea por un acto puntual, como fue el caso de Omar Perotti este viernes para firmar convenios por infraestructura universitaria. El cristinismo se mandó a guardar: querían silencio, ahí tienen silencio. Tampoco hay respaldos explícitos en el sector empresario. Todos esperan definiciones que se demoran. Nadie quiere aparecer como socio de medidas que en ese contexto no dan garantías.
La oposición misma dio un estratégico paso atrás: el momento es tan delicado que no quiere quedar como la que tira querosén al fuego, convencida de que su mejor publicista es el propio Frente de Todos. No hay muchas razones para contradecirla.
Dan ganas de pensar que a Juan Grabois se le salió la cadena, presa de algún nivel de misticismo, que tuvo un mal día que lo llevó a hablar de dejar la sangre en la calle y profetizar próximos saqueos, pero eso no es así. ¿Grabois dice desde el barrio y la calle lo que Cristina dice y piensa en clave de ex presidenta y jefa política? ¿O el objetivo será abrir espacio hacia la izquierda del sistema político y plantar referencias a la izquierda de Cristina y La Cámpora? ¿Para qué? ¿Para lo que pueda venir? ¿Dónde acumula Grabois? Está claro que no se hizo troskista de un día para el otro, por lo tanto no es con el Polo Obrero, por más que haya hecho un acercamiento estratégico a ese movimiento piquetero en medio de la ofensiva de Cristina, gobernadores e intendentes para quitarles el manejo de la porción de planes sociales que controlan.
Todo ese escenario configura el debilitamiento del poder presidencial que perciben la sociedad y los actores económicos. Se reclaman anuncios, pero no hay anuncios porque no hay suficiente base política para definir el rumbo. Todos miran al presidente y le sacan la cola a la jeringa. “Si nos trajiste hasta acá ahora sacanos vos”, parecen decirle propios y extraños a un presidente en problemas.
Hasta aquí el gobierno defendió el actual tipo de cambio, o para más precisión defiende la idea de continuar con el actual ritmo de devaluación progresiva que acompaña (por debajo) la inflación. El presidente dijo este viernes ante un puñado de gobernadores, entre los que estaba Perotti, que no le iban a torcer el brazo y fustigó al sector agropecuario por no liquidar la parte de la cosecha acopiada.
Las presiones devaluatorias son enormes. La estampida financiera posterior a la salida de Guzmán es resultado de esa situación y opera sobre el resto de las expectativas. Y en Argentina ya conocemos que el verdadero valor del dólar blue no es el desopilante número que muestre la pizarra electrónica sino cómo influye en las expectativas y conductas de los actores económicos.
¿Por qué hay sectores que quieren devaluar? ¿Sólo se trata de especulación de quienes quieren captar más renta fruto de la bonanza de precios internacionales?
Sectores que producen para el mercado externo aducen haber perdido competitividad, en parte lo adjudican a retraso cambiario y en parte a los cambios en la estructura de costos del comercio internacional que provocaron la pandemia y la guerra. No es para todos igual, por lo tanto ahí está la tarea de ver el nivel de impacto sector por sector. También es cierto que así como aumentaron los costos de transporte, logística e insumos, se incrementaron los precios tanto de commodities como de manufacturas de origen industrial.
El Informe de Exportaciones de bienes de Santa fe de junio es muy gráfico en ese sentido: las ventas cayeron 8% en cantidad que hace un año, pero el valor fue un 8% más alto. Santa Fe es un buen ejemplo porque su perfil exportador es diverso.
Hay otro factor que pesa cada vez más: la economía bimonetaria, que hace que mientras las divisas se liquidan a precio de dólar oficial, el resto de la economía se mueve al ritmo de otras referencias financieras. Es insostenible con una brecha que esta semana alcanzó 130%.
Otra mirada de quienes creen que inexorablemente hay que devaluar son las cuentas públicas de Estado nacional. Según el informe de Cepa –que no es un think tank pro devaluación sino de perfil kirchnerista– el gobierno nacional usó en los primeros seis meses del año el 92% del déficit comprometido con el FMI. “Las metas fiscales del tercer y cuarto trimestre lucen desafiantes y, según las proyecciones del FMI, el gasto debería reducirse de manera significativa en la segunda mitad del año”, concluye.
Será por eso que la ministra de Economía Silvina Batakis lo primero que hizo en el gobierno fue dar dos mensajes, dirigidos a la interna del Frente de Todos y a los gobernadores: en primer lugar su compromiso con el equilibrio fiscal y segundo, que la situación de las cuentas públicas que dejó Guzmán era peor de lo que se creía. El ajuste del gasto parece inevitable y sólo faltaría saber cómo, cuánto y en qué plazos, a excepción que la política resuelva avanzar hacia un esquema que se salga de la senda acordada con el FMI.
La devaluación para licuar déficit fiscal es una receta de emergencia harto conocida en la historia Argentina. Sus resultados también.
Las contraindicaciones son muchas. Según el nivel de devaluación, afecta el poder adquisitivo y el mercado interno. Los que más la pagan son los sectores de menor espalda económica. Y devaluar en medio de la actual corrida cambiaria conlleva otro problema. En diciembre de 2015 el gobierno de Mauricio Macri devaluó de un saque convencido de que no tendría impacto en los precios “porque la economía ya había ajustado precios a lo largo de todo el año”, según demostraba la evolución del IPC que ese año se ubicó en un entrañable 24%. Minga. La devaluación disparó otra oleada de remarcaciones y una vez más la receta ortodoxa chocó con la realidad.
¿Hay alternativa a un salto devaluatorio? ¿En qué términos? ¿Hay margen para una depreciación controlada del peso o serán los mercados los que decidirán hasta dónde suben la vara? Todas preguntas que escapan a quien esto escribe. Las respuestas, con poco margen de manobra, las debe construir el gobierno. El cristinismo, que ya demostró su capacidad de impugnación y daño (lo cual no quiere decir que no haya tenido razón en muchos señalamientos que hizo la vicepresidenta), se mantiene en silencio, probablemente como parte del pacto de no agresión tras la renuncia de Guzmán.
El momento político del presidente es muy delicado, porque tregua no significa apoyo. Es elemental. La vicepresidenta no hizo todo lo que hizo este año y medio de enfrentamiento con la Casa Rosada para ahora abrazarse al presidente y compartir el costo de las medidas que haya que tomar, que aún no conocemos; sólo sabemos que no son gratas.
Acusar al campo por tener parte de la cosecha en silobolsa o acopios no resuelve los problemas del gobierno. Una cosa es que lo diga Grabois, otra que lo haga el presidente, salvo que necesite ganar tiempo o descargar costos de la crisis sobre un sector que claramente juega para otra fuerza política y en la que el Frente de Todos ya no tiene más votos que perder.
El informe del Cepa ya citado, en el apartado sobre ingresos fiscales, indica que los derechos de exportación (el grueso proviene del sector agropecuario) recaudados en el primer semestre, medidos en pesos, están 121.000 millones por debajo del primer semestre de 2021. Pero medida en dólares, en el primer semestre se liquidaron 19.145 millones contra 16.660 millones del mismo período del año pasado. Es decir que se liquidó a mayor ritmo que el año pasado en un contexto de precios muy altos. La diferencia, explica Cepa es que la base de comparación (2021) es muy alta lo que “se combina con una variación del tipo de cambio nominal menor a la variación de la inflación, lo cual lleva a que tipo de cambio real sea menor que el del año pasado y esto afecte a la recaudación de Derechos de Exportación”.
El capítulo Santa Fe
En medio de la tempestad financiera que zamarreaba al gobierno, el gobernador Omar Perotti estuvo buena parte de la semana en Buenos Aires para negociar el pedido de empresas santafesinas que necesitan agilizar ingresos de insumos del exterior para producir, firmó convenios para infraestructura universitaria y se reunió con Gustavo Béliz por la implementación del sistema federal penal acusatorio, entre otras reuniones. También mantuvo encuentros con el jefe de Gabinete y la ministra Batakis.
Esta semana la agenda Nación-Santa Fe tiene dos citas apuntadas: el viaje inaugural del servicio ferroviario Rosario-Cañada de Gómez con la presencia del presidente de la Nación (adelantada aquí la semana pasada y confirmada), y el encuentro en Bariloche del Consejo Federal de Transporte donde se discutirán los subsidios nacionales, a donde Perotti dijo que quiere concurrir en persona junto con el gobernador de Entre Ríos.
El gobernador se siente cómodo con fotos, reuniones en Buenos Aires y llevando reclamos, alejado de los temas más urticantes e irresueltos de su gestión que prácticamente desaparecieron de su agenda pública, en especial la seguridad. Socialistas, radicales y PRO ya tomaron nota. “Nadie está dispuesto a permitirle a Perotti que se despegue del descalabro económico al que llevaron al país como si él no fuera parte del Frente de Todos y el gobierno nacional”, dijo el socialista Joaquín Blanco poco después de salir junto con Clara García del encuentro con el ex ministro Roberto Lavagna. El radical Maximiliano Pullaro, siempre en “modo karateca”, como ironiza un ocurrente funcionario de la Casa Gris, fue en la misma línea –con dardos adjuntos para sus potenciales candidatos en 2023– después que el presidente criticara la retención de cosecha por parte del sector agropecuario: “El presidente otra vez ataca a nuestros productores. Sería bueno que por una vez @omarperotti @marcelewan y @mirabellarob abandonen el silencio cómplice. Defender #SantaFe es un imperativo superior a la pertenencia partidaria”. Este sábado el mandatario provincial salió a marcar diferencias con el discurso del jefe del Estado nacional y bancó a los productores santafesinos.
Mientras la oposición se dispone a hundir el dedo en la llaga, la Casa Gris mandó al ministro de Trabajo Juan Manuel Pusineri a aguantar los trapos todo lo que se pueda ante la presión de adelantar cuotas de aumentos de docentes y el resto de los estatales. De uno y otro lado saben que hasta septiembre no se llega sin conflicto. La provincia no está en déficit y los sindicatos lo saben, pero el escenario no proporciona certidumbre a nadie. Por eso la Casa Gris no paralizó la obra pública pero bajó el ritmo de trabajo y puso en pausa el comienzo de obras ya licitadas. El segundo semestre es una quimera.