Este jueves, el Senado dio media sanción a la Ley de Etiquetado de Alimentos. El proyecto, que plantea identificar los envases de aquellos productos con altos contenidos de sodio, azúcares, grasas saturadas, grasas totales y calorías, ahora deberá ser tratado en la Cámara de Diputados.
¿Por qué es tan importante que en los envases consten los componentes del alimento que se ingiere? En principio, porque más allá de gustos y preferencias, gran parte de la población manifiesta reacciones alérgicas a determinados insumos, y al no saber si lo que compra los contiene, termina perjudicando su salud.
Es el caso de los niños con alergia a la proteína de la leche de vaca (APLV), que llega a ellos, a través de la leche materna, cuando es la madre que amamanta la que ingiere lácteos o sus derivados.
¿Como se manifiesta la alergia a la proteína de leche de vaca (APLV)?
“Como todas las alergias tiene distinta sintomatología. Cuando hablamos de alergia a la proteína la diferenciamos de la intolerancia a la lactosa. Cuando hablamos de una respuesta anormal inmune hablamos de alergia y hay tres grandes grupos de niños que pueden presentar reacciones desde inmediatas hasta tardías”, explica la pediatra Karina López, especialista en Inmunología Infantil, en diálogo con Rosario3.
“Una de las manifestaciones de las alergias inmediatas –también llamadas mediadas por IGE, porque hay un anticuerpo (la inmunoglobulina E) que media en la reacción– es la que se da en aquellos niños que ante la exposición, dentro de las primeras dos horas, expresa hinchazón en los ojos, ronchas, prurito, estornudos o vómitos”.
Pero también están las reacciones tardías (no mediadas por IGE, porque no involucra ningún anticuerpo). “Se trata de los niños que presentan la expresión más importante: la proctocolitis alérgica (deposiciones con moco o con sangre luego de la ingesta de un lácteo o de la leche materna, en el caso de que la madre del niño haya ingerido proteína de leche de vaca”.
“Mi bebé es APLV"
“Los grandes ocho alergenos son: leche y huevo (a la cabeza) y le siguen: trigo, soja, maní, frutos secos, pescados y mariscos. Estos productos traspasan la leche materna y pueden dar sintomatología”, señala la especialista y agrega que “la alergia a la proteína de leche de vaca (APLV) se manifiesta durante los primeros seis meses de vida. Las alergias alimentarias son condiciones que se expresan con mayor frecuencia en los niños y aparecen durante los primeros tres años de vida”.
“Por eso –afirma– la madre de los niños APLV tienen que hacer una dieta «de exclusión» que implica eliminar todos los tipos de lácteos y sus derivados. En el caso de los niños que no son amamantados o requieren un complemento, hay que darles una fórmula especial”.
El origen de la APLV y la importancia del parto vaginal
La alergia tiene varios factores. Uno de ellos es la herencia, muy importante a la hora de transmitir las alergias. Se sabe que un niño cuya madre, padre o su hermano padeció algún tipo de alergia (alimentaria, asma o rinitis) tiene una condición de niño atópico y tiene posibilidad de desarrollar alguna alergia.
Pero la herencia no es todo. “Otro factor que interviene es la disbiosis o alteración del microbioma. Esto sucede en niños que nacen por cesárea, ya que el microbioma en ese caso se ve alterado desde el ambiente quirúrgico hasta la contaminación a través las bacterias de la piel de la madre, lo cual no favorece a la tolerancia inmunológica”, detalla la pediatra y aclara que, en el caso contrario, “cuando el niño o niña nace por parto vaginal, esas bacterias a las que está expuesto le van a permitir generar una intolerancia inmunológica”.
El otro factor que incide es la lactancia materna. “Sabemos que si hay ausencia de lactancia materna, estamos impidiendo que ese niño se desarrolle inmunológicamente, porque la mejor combinación de probióticos y prebióticos –subraya– la tiene la leche materna”.
¿En qué se diferencian la APLV y la intolerancia a la lactosa?
La especialista en inmunología infantil sostiene que “no se puede ser alérgico a un hidrato de carbono, a un azúcar. Por eso remarca que lo que denominamos «alergia a la lactosa» en realidad, no existe.
“La leche –explica– está compuesta por grasas, proteínas y azúcares (o hidratos de carbono) y la intolerancia es un déficit metabólico dirigido hacia un hidrato de carbono. Ese hidrato de carbono no se puede digerir porque hace falta una enzima que es la lactasa. En ese caso, hablamos de un déficit metabólico. A diferencia de esto, en la alergia sí es necesaria una proteína (en este caso, la proteína de la leche de vaca) para poder desarrollar toda la cascada inmunológica.
El tratamiento “de oro"
Suprimir de la alimentación la proteína de leche de vaca es esencial, pero esto no es fácil porque muchos alimentos no están correctamente rotulados y aunque la madre que amamanta evite consumir lácteos, es sabido que la proteína de la leche de vaca está presente en otros muchos productos, como panificados, y también, en forma de “trazas”, hasta en la yerba mate, si fue elaborada en la misma planta donde se fabrican alimentos que contienen lácteos.
De allí que madres y padres se unan en grupos para impulsar desde las redes sociales leyes y regulaciones que les permitan alimentarse con mayor certidumbre y seguridad, sabiendo que no perjudicarán, de forma indirecta a sus hijos lactantes.
En pandemia, notamos que empresas que antes etiquetaban bien, no lo están haciendo correctamente.
“A veces, aunque hay leyes, pero no existen las regulaciones necesarias que las vuelvan aplicables. En 2017 cambió el Código Alimentario Argentino. En base a esas nuevas disposiciones, las empresas deberían etiquetar en forma correcta los alimentos, de manera que todos podamos saber que proteínas contienen. Y además, especificar si se trata de algunas trazas (por haber sido elaborado en la misma planta) o directamente contiene la proteína de leche vaca. Pero a pesar de la existencia de la norma, esto no siempre se cumple. En pandemia, notamos que empresas que antes etiquetaban bien, no lo están haciendo correctamente. Por eso es importante sostener la alimentación casera”, resalta la médica.
En relación con la “evitación de los lácteos”, no todos los niños reaccionan de la misma manera, por lo cual, dice la especialista: “no todos tienen que excluir de la misma forma. La preocupación de los padres está centrada en aquellos niños que hacen la máxima expresión de la alergia alimentaria –anafilaxias– que son reacciones graves donde está en riesgo la vida”.
En algunos pacientes mediados por IGE los alergistas aplican inmunoterapia con la finalidad de aumentar el umbral de reactividad.
La APLV no es para siempre
La pediatra define la alergia a la proteína de leche de vaca como “una condición benigna y transitoria que en la mayoría de los casos, se resuelve en el primer año de vida”.
Aún así, hace la salvedad de que según la información compartida en congresos recientes sobre el tema, “en los últimos años se viene observando un aumento de casos (casi un 30 por ciento) en los que la reacción inmediata, mediada por IGE, se extiende en el tiempo en niños, adolescentes, e incluso, en adultos”.