Bombal, 1986. El niño habla solo en su casa, recita de memoria formaciones de los equipos de fútbol argentino, imagina jugadas, goles soñados, imposibles. Los relata, son partidos que se juegan en su cabeza, en su imaginación. Emula a esos hombres de voz engolada que escucha, a veces en el camión con el que se gana la vida su padre, a veces en el living junto a su madre, que lee, siempre lee. Se piensa como José María Muñoz o como Víctor Hugo Morales, el uruguayo que acaba de mostrar que puede haber poesía en el relato con esa pregunta que es parte del inconsciente colectivo: "Barrilete cósmico, ¿de qué planeta viniste?".
Ese niño tiene 10 años, se crió con ese sonido siempre presente. El papá lo lleva a la radio de circuito cerrado que acaba de inaugurar un amigo, la primera de Bombal. Es un viaje de ida que, 36 años después, continúa. Jesús Emiliano, aquel niño que llama la atención de los grandes por su memoria prodigiosa y su pasión por contar, es hoy “un periodista que relata”, la voz del fútbol de Radio 2, el conductor del programa que de 18 a 20 acompaña el regreso de los rosarinos a sus casas tras el trabajo (Hoy es siempre todavía) y, desde este año, el director de la emisora.
—¿Cómo empieza tu amor por la radio?
—Empieza en mi casa con una mamá muy cercana a la lectura y con mucho consumo de radio. Mi papá era camionero, es decir un hombre que tenía la radio como su única companía durante mucho tiempo. Y desde muy pequeño recuerdo charlas en mi casa sobre lo que pasaba en la radio: algo que había dicho Larrea, Néstor Ibarra, Muñoz, después Víctor Hugo. La radio ocupaba un lugar preponderante. También me veo en la cocina a leña de mi abuela escuchando radio.
—¿Ya desde entonces pensabas que la radio iba a ser de alguna forma tu vida?
—Yo sentía que había una magia distinta. En la radio del pueblo debuté a los 10 años. Mi papá era muy amigo del tipo que abrió la primera radio del pueblo, en el 86. Yo hablaba mucho tiempo solo y entonces la idea era: o psicoanalista o lo mando a la radio (risas). Después del Mundial 86 empecé. Leía noticias. Pero además yo me crié en el club del pueblo, vivía enfrente. Y me sabía de muy chicos las formaciones de los equipos, todo lo que tuviera que ver con el fútbol. La gente más grande me iba a buscar, capaz porque había una discusión sobre quién era el 8 de Atlanta. Cuando tenía 8 años ya sabía todo eso. Y ahí estaba la radio en todo momento. También recuerdo que un día mirábamos en la tele el programa “El Espejo” y entonces mi mamá me dice: “Este señor hace lo que tu papá escucha. Se llama Víctor Hugo y los domingos relata fútbol. Es uruguayo”. Llegó el domingo y le pedí a mi mamá que lo buscara, estaba en Radio Mite. Desde entonces me pareció algo distinto y no lo abandoné más.
—¿Y lo seguís escuchando?
—Cuando puedo sí.
—Y llegaste a trabajar con él...
—Trabajé 7 años con él en Continental. Cuando me fui de acá, en 2003, él se enteró de mi pelea con (el fallecido ex presidente de Newell’s, Eduardo) López, puso un audio, un gol mío, lo elogió al aire y una persona en común me dijo que me quería conocer. Nos reunimos en el café Tortoni de Buenos Aires: me dijo que le había gustado el relato y que valoraba mi conducta por la pelea con López. “Si te animás, de alguna manera te ayudo a venirte”, me alentó. Al tiempo se fue un relator de su equipo, José Gabriel Carabajal, y ahí me incorporó.
—¿Alguna vez pensaste en hacer otra cosa?
–Desde que empecé no tuve dudas. Nunca pensé que podía ser otra cosa. Yo en tercera división dejé de jugar al fútbol porque quería relatarlo. Hoy pienso que hubiera estado bueno darle lugar a la duda para explorar otra cosa. Recuerdo tardes enteras en solitario para disfrutar de ese momento de radio. Hoy voy a una cancha a relatar o cuando hago el programa de cada tarde y se me hace fácil empatizar con el tipo que está escuchando porque raudamente viene mi propia imagen: soy un eterno radioescucha que disfruta de escuchar radio.
—¿Qué te gustaba escuchar además de los relatores?
—De aquellos tiempos tengo la imagen de Néstor Ibarra, la radio potente de Larrea. Después mi viejo cambió de rubro, tenía un bar, y ahí encontré amgios más grandes que me hicieron escuchar al Negro Guerrero Marthineitz, a Dolina y a Aliverti. A la Rock and Pop llego tarde porque en el pueblo no se escuchaba la FM. Me gustaba Badía, la radio cuidada, con clima, con tiempo.
—Al igual que algunos de esos que te gustaban, como Ibarra y Víctor Hugo, empezaste por el fútbol y ampliaste
—Siempre sentí que a la larga estaba comunicando. Yo soy un periodista que relata. Siempre sentí que la cosa no arrancaba ni terminaba en un partido de fútbol. O que llegaba más armado a una cancha si sabía el valor histórico de la ciudad, el tiempo, el momento.
—Eso se profundizó con el programa "Hoy es siempre todavía"
–Claro, cuando me lo ofrecieron pensé que era un lindo momento. Ideológicamente la radio iba para un lado y yo para otro. Pero me prometieron que iba a poder decir lo que sintiera y eso fue así. Entonces fluyó rápidamente, me siento cómodo en ese lugar.
—¿Y qué te gusta más, relatar o hacer el programa de cada tarde?
—Siento que cuando relato es la única pizca artística que tengo en mi vida. Yo disfruto mucho el arte, la música, el teatro, la poesía, el cine. Es clave en mi vida. Entonces, cuando relato, si estoy bien descansado, sé que hay algo de mi veta artística que puedo poner ahí. Lo otro es más la pasión por informar, por contar, con un cuidado, pero creo que hay otra disciplina. Mientras que en el relato hay todo un concepto artístico.
—En el relato hay también toda una cuestión física. Se pone literalmente el cuerpo
—Voy a un relato y en verano pierdo fácil un kilo en líquidos. Sí, hay toda una cuestión física, por eso el descanso es importante.
—Sos como un jugador más
—Hay algo de eso, por eso quizás en algún momento fui un mal profesional, porque sabiendo que soy un jugador más me acostaba a las 6 de la mañana y llegaba mal dormido. Hoy siento que es un momento que lo voy a disfrutar plenamente. Hay como una puesta en escena de sonidos, silencios, distintas voces, acelerar, frenar. El partido es casi un pretexto para todo eso, lo siento de esa manera. Desde Víctor Hugo para acá el relato pasó a tener un concepto artístico. Eso lo disfruto mucho.
—También disfrutas el clima más calmo de la tardecita
—Sí, también que intercalo con información que me apasiona poder contarla. Creo empatizar con el oyente porque rápidamente me subo al camión, al taxi, o saco una silla afuera como aún pasa en los pueblos para escuchar la radio. La radio de fondo, la radio en un costadito, la radio de frente. La radio para aquel que dice “pará pará”, porque ya captó que el tipo generó un clima y va a decir algo distinto. La radio que grita un poco más. La radio que se confunde en un diálogo entre todos. Eso creo sentir y lo disfruto.
—¿Concretamente a relatar partidos cuándo empezaste?
—A los 12 ya relataba el fútbol regional. Cuando tengo que convocar relatores busco el relator de campo porque ha convido con situaciones… Yo he estado relatando un partido y que el técnico le dijera al árbitro que me callara porque lo desconcentraba. O haciendo un partido de 8 goles con día de luvia en Melincué, donde había 20 personas, y en un momento se acercó un tipo borracho que me miraba. Yo tenía 15 años. Y en un momento, en el gol 7, me sacó el micrófono y me dijo “dejá de joder”. No me agredió, pero estaba cansado de que yo gritara. Entonces, cuando llegás a la Bombonera todo te juega a favor. Yo busco ese relator, cuando incorporamos a Pablo Montenegro, Ezequiel Cassé, Alejandro Mangiaterra, ahora Ramiro Portillo que se incorporó al equipo, es toda gente que viene del campo, que ha vivido todo eso.
—¿Por qué ese nombre “Hoy es siempre todavía”?
—Es una poesía de Antonio Machado. Un día la parafraseó Ismael Serrano y me gustó. Mucha gente aún pregunta por qué el nombre. Si genera la pregunta es porque esto está vivo y a alguien le está interesando.
—¿Tu próximo desafío?
—Esta tarde cuando se abra el micrófono, ese es el desafío primario.
—¿Y no hay algo que digas: me falta hacer esto?. Por ejemplo conducir un programa de primera mañana
—Sí, no sé si alguien se animaría a dármelo. Siento que me voy preparando para todo eso. Este es un viaje que tomo como punto de desafío: el viajar por ir más que por llegar. A lo mejor a alguien algún día le parece que lo puedo hacer y me lo ofrece. Pero no negocio que en este viaje largo que empecé cuando hablaba demasiado tiempo solo en mi casa el gran valor es el próximo kilómetro que voy a hacer ahora. Entonces a largo plazo me veo en el desafío de muchas cosas, pero para esas muchas cosas es clave lo que voy a hacer esta tarde.