En la antigüedad, tanto gobernantes como líderes militares, ciudadanos influyentes y gente común, solían consultar a los oráculos antes de enfrentarse a algún asunto trascendental, buscando su consejo divino para tomar las mejores decisiones. Se creía que su conexión con las fuerzas superiores les permitía predecir eventos futuros, encerrados usualmente en respuestas crípticas, metafóricas y sujetas a múltiples interpretaciones. El oráculo también satisfacía un impulso humano atávico: la búsqueda de respuestas a preguntas difíciles y existenciales. Un canal de acceso a un conocimiento superior, desconocido y fascinante.
Ahora, muchos siglos después, los oráculos han sido relegados a la historia, pero la necesidad innata de encontrar guía y sabiduría no han desaparecido. En esta búsqueda incesante del saber y comprender, los chatbots de inteligencia artificial emergen como los “nuevos oráculos” para gran parte de la generación actual, reemplazando de cierta forma el papel que antes cumplían estas entidades místicas. Estos asistentes virtuales, alimentados por enormes volúmenes de información y propulsados por avanzados algoritmos, representan una vía de acceso a una sabiduría aparentemente ilimitada, cautivando la curiosidad con sus respuestas casi oraculares.
No son pocos quienes encontraron en estos chatbots una herramienta extremadamente útil para estudiar, trabajar o simplemente satisfacer su sed de conocimiento. Pero más allá de lo utilitario, muchos encontraron en esta tecnología conversacional una compañía amable con la que transitar una vida de soledad, transformándolos en un amigo, un ser querido que ya no está, o incluso, una pareja artificial. En medio de esta proliferación de inteligencias artificiales específicamente diseñadas para procesar el lenguaje natural, capaces de entender el contexto y las palabras en una charla y respondiendo con oraciones complejas y coherentes siguiendo el hilo de la conversación, el surgimiento de chatbots con inclinación religiosa era casi inevitable.
Webb Keane, profesor de antropología de la Universidad de Michigan y Scott Shapiro, profesor d. derecho de Yale, bautizaron “godbots” a estos desarrollos a partir de IA generativas como ChatGPT. Se trata de un fenómeno relativamente nuevo, donde chatbots diseñados específicamente para dar respuestas basadas en textos religiosos dan consejos ante consultas morales, existenciales o espirituales.
Una de las primeras aplicaciones de este tipo en ver la luz fue Text with Jesus, creada por la startup californiana Catloaf Software, y permite chatear en casi cualquier idioma y de manera gratuita con Jesús, María, José, los Apóstoles y profetas del Antiguo Testamento. Si bien las figuras básicas de la Biblia están disponibles libremente, una suscripción mensual de 2,99 dólares permite desbloquear personajes adicionales como Judas, María Magdalena y Satanás. Los desarrolladores resaltan que conversar con Jesús a través de la aplicación no es blasfemia, sino que tan solo se trata de “una herramienta para la exploración, la educación y la interacción con las narrativas bíblicas, y no pretende reemplazar ni imitar la comunicación directa con entidades divinas, que es un aspecto profundamente personal de la fe de cada uno”.
Text with Jesus es apenas uno más en la larga lista de chatbots entrenados en textos religiosos que han aparecido en los últimos meses. Buddhabot Plus brinda respuestas espirituales desde la perspectiva del budismo, Gita GPT explora las enseñanzas del Bhagavad Gita, un texto sagrado hindú, mientras que QuranGPT está especializado en el Corán y la doctrina del Islam. Pero también hay bots conversacionales específicamente dedicados a San Pablo y Martín Lutero, figuras clave en la historia del cristianismo. Estos asistentes virtuales permiten a los usuarios interactuar con ellos como si estuvieran teniendo un diálogo directo, recreando el pensamiento de estos líderes religiosos con una naturalidad y coherencia sorprendentes.
Algunos usuarios incluso reportan haberse sentido "iluminados" o haber experimentado conexiones espirituales profundas al conversar con estos godbots. Esto, por cierto, no es más que una ilusión, provocada por la facilidad de estos modelos de lenguaje para generar respuestas que parecen creadas por humanos. Aquí no hay sabiduría divina ni revelaciones, solo una concatenación de palabras que resumen, en segundos, grandes corpus de textos religiosos. Esa sensación de vínculo trascendental es únicamente un espejismo, fruto de la extraordinaria capacidad de estos sistemas de procesar información y generar respuestas convincentes de manera fluida.
Además, los chatbots, como cualquier otro software de inteligencia artificial basado en modelos de lenguaje, pueden “alucinar” en el sentido de que a veces generan información que no es precisa o es simplemente inventada. Esto ocurre porque están diseñados para producir texto nuevo basándose en los patrones que han aprendido de los datos con los que fueron entrenados. Al intentar responder preguntas, a veces combinan esos patrones de maneras que resultan en respuestas equivocadas o incluso completamente ficticias. En un contexto donde la precisión es crítica, como en los textos religiosos, estas respuestas pueden ser interpretadas incorrectamente por un usuario creyente, llevando a confusiones o malentendidos con consecuencias imprevisibles.
Los humanos tenemos una propensión natural a buscar respuestas, por lo que es muy fácil caer en la tentación de acudir directamente a la inteligencia artificial como guía, no solo a consultas generales, sino en este caso específico, a dilemas morales y trascendentales. Los chatbots religiosos, en su aparente elocuencia y profundidad, pueden darnos una falsa ilusión de sabiduría, pero son simples espejos que reflejan nuestros propios sesgos. Aquí no hay conexión genuina, ni Dios o espíritu. Solo algoritmos y silicio.