El gobierno de Alberto Fernández superó la prueba en la Cámara de Diputados. Al observar la foto general, 200 votos para respaldar la refinanciación del FMI es un muy buen número y un espaldarazo que acota el margen de acción del Senado, que empezará a tratarlo este mismo lunes, y en particular del sector conducido por la vicepresidenta, quien no está de acuerdo con la negociación que llevó adelante el ministro Guzmán.
Sin embargo, al hacer zoom sobre la foto general, aparecen las porosidades de las que mucho se habló en las últimas horas. La fractura del Frente de Todos, la convivencia futura y el riesgo de un mayor debilitamiento del presidente. También destaca la falta de socios, propios y ajenos, para la implementación de las políticas pactadas con el FMI (ningún bloque quiso votar el artículo al punto que debió ser retirado del proyecto de ley).
El 30% de los diputados del oficialismo le dio la espalda al presidente y probablemente haga lo propio un porcentaje de senadores. Imposible proyectar hoy las consecuencias para el gobierno y la gobernabilidad. La única certeza es que la superestructura política cruje, quizás como preanuncio de un inminente reposicionamiento de fichas en el tablero político argentino.
¿Pero qué está pasando fuera de los límites del Congreso? En el peronismo, por ejemplo. ¿Predomina la posición pro default de La Cámpora? Entre los gobernadores del PJ no, a excepción de Axel Kicillof.
¿Y en la sociedad? Claramente no se constituyó un bloque de rechazo social al acuerdo, aunque ese dato no debería leerse linealmente como respaldo. Tomemos como botón de muestra una encuesta que la consultora Doxa Data distribuyó entre los medios esta semana sobre la percepción del acuerdo entre rosarinos consultados entre el 5 y el 8 de marzo. El 38% dijo que los legisladores santafesinos deberían votar a favor, 26% en contra y 20 abstenerse.
Sin embargo el 75% asocia el FMI a palabras negativas como ajuste, inflación y desempleo; y el 58% dijo que el acuerdo le genera sentimientos negativos (frustración, tristeza e indignación). Son datos parciales, de una consultora, en una ciudad del país. Sin pretender encontrar allí una conclusión científica, los resultados expresan una contradicción también perceptible “a ojo” entre los argentinos de a pie, que por un lado intuyen la gravedad de un default con el FMI y a la vez llevan grabadas en la memoria las penurias que acarrearon los anteriores endeudamientos. Por eso suena a chiste cuando algunos voceros del PRO intentan comparar la deuda en pesos que quedó en 2015 con la que dejaron ellos en 2019, en moneda extranjera, con el FMI y por una cifra y con un cronograma de pago suicida.
Lamentablemente Argentina hoy no tiene las reservas de 2006 para cancelar de un saque, además que la deuda es tres veces y media más grande que entonces. La tragedia es estar de nuevo en la misma película y eso, guste o no a la oposición, fue la peor decisión del gobierno de Mauricio Macri.
Loquero
Lo que está pasando en la superestructura política argentina a partir del acuerdo con el FMI es para el loquero. El mismo espacio de Cristina Fernández que en 2019 le propuso a la sociedad un candidato moderado para poder volver al gobierno, ahora le suelta la mano a ese presidente y al electorado que acompañó esa propuesta por no ser duro. Además le vota en contra, debilitando al presidente, exponiéndolo a quedar rehén de los apoyos de la oposición que hasta aquí aportó la mayoría de los 200 votos que logró el acuerdo en Diputados. No hay archivo que resista semejante actitud: basta recordar cuando ese mismo kirchnerismo acusaba a los sectores no peronistas de “jugar” o “acumular para la derecha” cuando no acompañaban proyectos de ley o políticas de su gobierno. ¿Qué decir de lo que acaba de ocurrir en Diputados?
Tanto o más desconcertante es ver al ex presidente Macri fortalecerse en la crisis abierta ante la posibilidad de default: fue él quien pidió y le dieron este crédito para salvarlo después que su gobierno había llevado la economía al filo del precipicio. Así todo reafirma su liderazgo en el PRO y asfixia cualquier señal de autonomía o revisionismo sobre lo hecho entre 2015 y 2019.
Horacio Rodríguez Larreta empieza a degustar el sabor amargo de la medicina con la que Macri intenta amansar su ambición presidencialista. También manda sus lebreles a tarasconear al radical Gerardo Morales cuando osa admitir que la deuda la generó Cambiemos. Luce muy saludable para la coalición opositora que el presidente de la UCR encarne una voz de disenso, autónoma, con posicionamientos propios después de tantos años de silencio amanuense y acrítico por parte de dirigentes radicales.
Este lunes comienza el tratamiento del acuerdo en el Senado. Cristina tiene en esa Cámara un liderazgo fuerte. Al igual que La Cámpora en Diputados, no va a entorpecer la aprobación, pero hará lo necesario para dejar en claro que no está de acuerdo y tampoco evitará que otra vez la aprobación se alcance con mayoría de votos opositores. Es su forma de posicionarse sin “trabajar” en el fortalecimiento del presidente y su incipiente plan de reelección.
Javkin acá y allá
En Rosario, el intendente Javkin hizo su discurso anual ante los concejales sobre tres ejes básicos: la rosarinidad como premisa; la idea de que empieza una etapa de reconstrucción post pandemia y crisis económica que de alguna manera justifica “lo que se postergó” en los dos primeros años; y el “Nosotros hacemos nuestra parte”, una proclama que será su base de comunicación política en adelante y que conlleva el derecho y la autoridad de reclamarle a terceros que hagan lo propio por la ciudad.
Fue un paso más allá sobre la idea que había lanzado el año pasado de manejar la policía dentro de la ciudad. Quiere llevar el debate a la Legislatura, donde es improbable que prospere pero eventualmente motorizará el sempiterno debate en torno a la autonomía municipal.
La política provincial atrae al intendente. En su discurso no dio señales definitivas sobre su futuro a partir de 2023. Si por él fuera sería precandidato a gobernador. Sabe que el momento es este, que la desaparición de Miguel Lifschitz dejó un vacío enorme y que la carrera por ocupar el o los lugares de liderazgo en la oposición ya comenzó.
Sin embargo, no siempre se puede lo que se quiere, por eso cualquier decisión sobre el tema la tomará a fin de año cuando el panorama sea más claro. Hasta tanto, su labor será abrir puertas acá y allá. Para saltar a la provincia y renunciar a la reelección, Javkin necesita garantizar la continuidad de su proyecto en Rosario y tener sucesor o sucesora. El nombre es lo que más encaminado tiene.
En lo político, por el contrario, hay muchos signos de interrogación. En primer lugar la última elección de concejales la ganó por un margen ajustado y nada tranquilizador, señal de que hasta ahí el rotundo éxito en materia de gobernabilidad política no se tradujo linealmente en las urnas. En segundo lugar no va a poner en riesgo la continuidad en Rosario en 2023 para ser el precandidato a gobernador de un espacio que cosecha el 20% de los votos. Será determinante si se constituye un frente de frentes. No porque eso le garantice al intendente de Rosario ser “el” candidato de todos, sino porque le permitiría blindar Rosario con todos los partidos de la oposición jugando por “dentro” y como parte de su estrategia de continuidad sin reelección.
Lo contrario lo obligaría a dividir votos con Juntos por el Cambio, teniendo enfrente a Ciudad Futura y un peronismo que renovó figuras y que cuando todos tienen techo bajo se vuelve competitivo.
También cabe preguntarse sobre la performance de los perfiles progresistas en un hipotético frente de frentes donde será insoslayable el entrelazamiento mayoritario con el electorado de JxC. Mientras la senadora Carolina Losada no necesita arropar su identidad porque nunca pasó por el Frente Progresista, Maximiliano Pullaro se propuso un baño acelerado de “identidad cambiemista” con el objetivo de entrar al electorado no radical del espacio, como quedó claro esta semana cuando recorrió Expoagro junto con Rodríguez Larreta, Frigerio y Santilli, y se sacó fotos con López Murphy.
A todo servicio
El gobierno provincial finalmente destrabó el presupuesto 2022, que tendrá sanción definitiva esta semana en la Cámara alta. Transcurridos dos meses y medio del año, puede dar la vuelta de página y avanzar en otros temas que requieren acuerdo legislativo. Entre ellos, la cobertura de vacantes de jueces, fiscales y defensores en el Poder Judicial. En dos años apenas se aprobaron una decena de pliegos fruto de enfrentamiento entre Ejecutivo y Legislatura. El jueves pasado, en la apertura del año judicial, la Corte renovó el reclamo: contó 57 vacantes sobre 374 cargos en toda la provincia.
El Ministerio de Seguridad quedó envuelto esta semana en un escándalo al conocerse que una testigo protegida reveló que un funcionario del Ministerio de Seguridad traficaba influencias para conseguir favores a presos de alto perfil y buscaba generar hechos de inseguridad conmocionantes como balaceras que luego le permitieran oficiar de solucionador, entre otras situaciones que lo comprometen. Estos hechos ocurrieron antes de asumir el cargo provincial en enero, cuando Lucchini se desempeñaba en la Justicia federal de Venado Tuerto, pero sobre todo era o es el hombre de confianza del juez federal de Venado Tuerto Aurelio Cuello Murúa.
Lucchini es de Rosario, pero está hace varios años en Venado Tuerto, donde tejió relación con Jorge Lagna, que siendo ministro lo ubicó en el organigrama político del Ministerio apenas pudo sacarse de encima a Sain y su equipo. No está claro exactamente hasta aquí quién es Horacio Lucchini, pero por la descripción y las evidencias que aporta la testigo Mariana Ortigala, alguien lo puso a negociar un acuerdo entre las bandas de los Cantero y de Esteban Alvarado, probablemente para bajar los niveles de violencia, que por algún motivo no se concretó. Por qué Ortigala “entregó” en su declaración a Lucchini es un misterio a esta altura.
Lo que está claro es que el funcionario de inmediato y en silencio presentó la renuncia en el Ministerio, no hay investigación oficial y el ministro Lagna recibe un fuerte respaldo del gobernador cuando le preguntan si lo mantendrá en el cargo. ¿Fue realmente Lagna el que llevó a Lucchini al gobierno?
Lucchini era hasta hace tres meses la mano derecha del juez federal de Venado Tuerto. Una especie de secretario privado con acceso directo a los expedientes. Fuentes que lo conocen y trataron directamente contaron que era muy eficiente en su trabajo y que se reconocía como un ex agente de inteligencia de la Side.
Fuentes políticas contaron que Lucchini estaba entre los nombres ofrecidos para cargos muy relevantes en el Ministerio de Seguridad. Luego el gobernador optó por seguir adelante con Lagna como ministro y redefinieron el gabinete tras la salida de los colaboradores de Marcelo Sain. Esos nombramientos que Jorge Lagna anunció que se harían un lunes no se hicieron y recién se concretaron 72 horas más tarde una vez que tuvieron el visto bueno del gobernador.
También hay quienes ubican a Lucchini como asesor en seguridad durante el primer gobierno del Frente Progresista, pero las versiones son contradictorias y no hay rastros de nombramiento formal. Ex funcionarios de ese gobierno ayer negaban esa versión.