Kaki, el último integrante de la banda de Luciano “Lucho” Cantero que permanecía prófugo, fue detenido este viernes en la zona sudoeste y en los próximos días rendirá cuentas ante la Justicia por un resonante caso de homicidio: el de Luciano Roberto Muscio, un muchacho al que mataron hace dos años para robarle su moto en la Autopista Rosario-Buenos Aires, tras un encuentro informal de motos, donde fue emboscado.
Una brigada de Capturas de la Policía de Investigaciones procedió a la detención de Agustín Alejandro “Kaki” Varela en Avellaneda y Lamadrid, Villa la Cariñosa, mientras se movilizaba en el auto de su padre, indicaron fuentes del caso a Rosario3.
Varela estaba señalado como uno de los integrantes de la facción de la narcobanda Los Monos encabezada por Lucho Cantero, con sede en el barrio 17 de Agosto y dedicada al narcomenudeo, acopio de armas y a robos violentos de vehículos. Un grupo de jóvenes gánsteres que continuó funcionando pese al arresto de Lucho en enero de 2022, puesto que según escuchas judicializadas el cabecilla delegó las órdenes al ladero Dylan “Capocha” Baldón, uno de los más comprometidos con delitos graves.
En octubre de 2022, la fiscal Marisol Fabbro llevó a audiencia imputativa a 28 personas, entre ellas la madre de Lucho, Lorena Verdún, la viuda de Claudio “Pájaro” Cantero. Por entonces, había una decena de prófugos, que fueron cayendo con el correr de los meses. Una parte considerable de la organización criminal ya acordó penas en juicios abreviados.
Kaki Varela, pese a ser allanado, fue lo suficiente escurridizo para burlar a los investigadores. Al menos hasta este viernes al mediodía. Su captura era de interés desde un principio. Junto con Juan Ignacio “Juani” González –ya preso e imputado– está señalado como el coautor del crimen de Muscio, quien manejaba una Honda XR a la que la banda le había puesto el ojo en las picadas “Gálvez Stunt”.
A las 17.30 del 3 de julio de 2022 en la autopista frente a la General Motors Company en Alvear, Muscio, que vivía en el barrio Arroyito y era aficionado a las motos, recibió los disparos de dos atacantes que lo habían marcado y le arrancaron la enduro. Fue un homicidio criminis causa, es decir, perpetrado para consumar el robo. El caso provocó una profunda conmoción por la ferocidad de los atacantes que actuaron sin mediar palabra. Por esos días, las comunicaciones de Lucho desde la cárcel eran monitoreadas y no tardaron en salir a la luz los apodos de los sospechosos.