Como a la Cenicienta, a Cintia le quedó el zapato de cristal. Justo, soñado. Tan esperado por años, descansando en una almohadita sedada en las manos del príncipe. Y así, atrás irían quedando las faenas cotidianas de pretender en este país desarrollar un emprendimiento propio y vivir de ello. El cuento empezó a convertirse en realidad apenas unas horas atrás, cuando el teléfono sonó en su casa y del otro lado de la línea escuchó la voz –inconfundible–del presidente Mauricio Macri.
No era el robusto soldado con sangre real pero sonaba parecido cuando le prometió: “Yo te voy a hacer llamar para que se te acelere el proceso”. Se refería así a la posibilidad de que Cintia y su compañero Gastón accedan a alguno de los créditos impulsados por el gobierno nacional. Un verdadero golpe de suerte, un zapato hecho a medida que les permita dar esos pasos tan esperados y deseados desde hace años como productores rosarinos con mucho empuje y poco dinero.
La conversación que mantuvo Macri con Cintia, esta mujer que junto a su pareja diseñan, fabrican y venden calzados artesanales, fue grabada y reproducida en la cuenta de Facebook presidencial que deja ver al primer mandatario sentado en su despacho, tomándose el tiempo de hablar personalmente con una ciudadana honesta y trabajadora. Ella no esconde su sorpresa aunque sabe que es el único político que le contestó una de las tantas cartas que ha enviado desde que proyectaron su marca de zapatos. Cada misiva fue un golpe a una puerta intentando que se abriera, un pedido de aire que les permitiera avanzar, crecer, expandirse. En fin, deseos de cualquier empresario exitoso.
Y es Macri el que habla del otro lado y a la promesa de influir en un procedimiento que tendría que ser directo y limpio, sin necesidad de intervenciones de ningún tipo, le suma la posibilidad de que Juliana Awada, su esposa, la primera dama que también es empresaria y una referencia nacional del buen gusto y la moda, se contacte con ellos. Quizás, quién dice, les guste estos zapatos únicos, a medida de quienes pueden pagarlos que no son tantos. Porque el producto de los rosarinos se paga bien: dicen que un par puede costar hasta 4 mil pesos.
Todo cuento tiene una moraleja y también abre varios interrogantes. Éste no escapa a esas generales. Podría decirse que el que persevera triunfa, que el esfuerzo es valorado al fin de cuentas o que siempre que llovió paró. Pero las preguntas –dudas–que decanta esta historia son muchas más. ¿Por qué los políticos insisten en confundir políticas públicas con oportunidades únicas?, ¿por qué un derecho por arte de magia es un regalo?, ¿por qué Macri y los estuvieron antes usan las necesidades de la gente para mostrarse dadivosos?
El marketing en la política banaliza sus alcances y con ello, las necesidades de la gente. No es patrimonio de Cambiemos aunque gusten mucho de promoverse a través de este tipo de canales, que lejos de individualizar los requerimientos de los supuestos beneficiados, personaliza aún más las acciones de un Ejecutivo al punto de vestir de príncipe a un presidente democrático.