Amores prohibidos, traiciones, venganzas, guerras, Florencia Canale hace tiempo que recupera lo más humano (y oscuro) de la historia argentina: las contradicciones, los dolores de panza. Así lo advierte ella misma: no le interesan las vidas prístinas y luminosas. A poco de presentar su última novela, Pecadora; y mientras recoge información para la próxima, habló con el Club de Lectura de Rosario3 sobre el oficio tan específico y riguroso del novelista histórico.
–Escribir en pandemia, ¿qué diferencias encontrás con la escritura pre-pandémica?
(Pecadora) no fue el único (“libro pandémico”), el libro que publiqué el año pasado, La libertina, también en algún momento me tocó la pandemia porque el confinamiento se estableció el 19 de marzo del 2020, todavía estaba terminando mi novela anterior. O sea que ya vengo con dos libros con la escritura pandémica y para mí no es una diferencia porque la escritura es, en general, artífice de un confinamiento, estoy bastante guardada en general leyendo, investigando, y escribiendo.
Es una forma de vida, yo estoy todo el día, en general, guardada; porque además publico con bastante continuidad, una novela por año. Cuando yo entregué la novela, y salió la novela y demás, yo ya estoy buscando material para mi próxima novela, que ya se de quién voy a escribir. Todavía no empecé a escribir pero ya empecé a leer, a tratar de meterme en ese nuevo mundo.
–¿Cómo elegís tus personajes o tus temas?
Tienen que ser vidas muy contradictorias, con un enorme conflicto. Si son vidas lisas y sin obstáculos, si no hay el recorrido del héroe como la tragedia griega, esta persona que se cae y se levanta y llega al final, no hay ahí nada para contar.
Tiene que haber mucha contradicción, mucho clarocoscuro; y en el caso de Camila O'Gorman, que es la última novela, estaba escribiendo La libertina, que es la historia de la abuela de Camila, yo ya sabía que la próxima novela iba a ser Camila, iba a ser Pecadora, porque es la tragedia más espectacular, por inmensa, del siglo XIX.
Es una tragedia con ribetes clásicos, griegos, a la criolla. Es realmente una historia desesperante y desesperada, entonces yo ya sabía que, aunque la mayoría ya conozcamos la historia de Camila, porque algunos vimos la película de Maria Luisa Bemberg (con Susú Pecoraro e Imanol Airas), es un final anunciado, sabemos todos cómo va a terminar esta novela trágica, de cualquier modo, es un camino frenético de lo que sabemos que vendrá pero casi que acompañamos de la mano.
Escribir esta novela realmente me conmovió y me arrasó de un modo que no me pasó con las otras, incluso sabiendo todo. Sin embargo, volver a leer sobre esa historia, volver a investigar y hundirme mucho más en lo que había pasado... porque la película es una hora y media más o menos de ese asunto: la chica y el cura que se conocen, la tensión sexual, el pecado, la herejía y el fusilamiento, eso es la película. No fue poca cosa para ese momento: la década del '80, la vuelta de la democracia, era realmente una película inquietante. Y además la tensión sexual que tenían, era desesperante. Pero yo quería contar más, yo quería saber quiénes habían sido ellos dos, de dónde venían y por qué deciden... no es que ellos decidan, es el gobernador de Buenos Aires, de la Confederación (Juan Manuel de Rosas), quien decide el castigo ejemplar, aunque es reclamado por distintos: por el padre (de Camila), por la jerarquía eclesiástica, la sociedad estaba pidiendo sangre. Era una especie de circo romano con dos pobres locos de amor, eso es lo desesperante.
–Decías “yo quería contar más”, pero, ¿te pasa, cuando vas a buscar datos, no encontrar información y plantearte “cómo cuento esta laguna”?
Es tal cual. Hace unos años, en una Feria del Libro donde el invitado de honor era Barcelona, participé de una mesa con dos escritores catalanes hablando de la novela histórica, y uno de ellos cuenta una anécdota, que había escrito una novela sobre un tribuno romano y una de las preguntas era cómo era la relación entre la academia, la historiografía pura y dura, y nosotros, los novelistas históricos, quienes escribimos novela histórica. ¿Cómo es esa relación? Entonces, decía que tuvo intercambios con historiadores que habían dicho que agradecían enormemente la tarea de los novelistas históricos porque precisamente llenaban esos pantanos que la historiografía pura y dura no puede llenar. Había contado este novelista que el tribuno había padecido tal o cual enfermedad, y cuando le consultan al historiador, haciendo cuentas, se dan cuenta que en ese momento esa enfermedad habia atravesado...
Y ni te digo con el caso de Camila O'Gorman porque no se ha escrito. Hay algunas cosas, pero no me calmaban el ansia, y la historiografía usó esta situación, este acontecimiento por el costado. También lo había usado la oposición para destruir a Juan Manuel de Rosas. Yo no cejo, no paro y entonces hay que buscar e insistir, y siempre se encuentra por ejemplo Memorias del edecán de Rosas (de Antonino Reyes), para mí es como tener un anillo de brillantes, para mi es todo. El edecán de Rosas al que hago referencia, que estaba al mando de Santos Lugares, Antonino Reyes, le dedica una parte importantísima a todo el asunto Camila porque además fue cuestionado porque él estaba al mando de Santos Lugares, que es donde los fusilan a ellos.
Acá la interesante es escuchar –yo les escucho la voz, es una locura, no es posible– de primera mano a un tipo que escribe cómo fue ese sumario o tantas cosas más, tratar de encontrar los textos que muchas veces han sido publicados por ahi, no ahora en el siglo XXI, pero atrás en el tiempo están.
De Rosas tenemos tanto escrito... mucho sobre él, pero también la correspondencia de Manuelita. Hay un libro muy lindo que se llama Manuelita Rosas, escrito por Carlos Ibarguren de hace muchos años, donde está su correspondencia de South Hampton. Es un trabajo denodado, que para mi es fascinante, es como descubrir América, te encontrás un dato que no aparece en otro sitio y que puede servir para darle voz, para darle luz, para revelar algo. Para mi es parte importantísima de la escritura de mis novelas, porque mis novelas, la novela historica pura y dura, es la reconstrucción de aquel momento histórico, de esos personajes históricos que fueron personas. No es que yo invento y traigo a tal contexto histórico una historia de amor. De ninguna manera. Camila y Ladislao, Juan Manuel de Rosas existieron. Es un hilo muy delgado que uno no puede quebrar, la investigación debe ser a conciencia y sin tener una locura tal como para inventar, poner y sacar a gusto. Por supuesto que después está la novela, que es el género. Esto no es una biografía, es una novela. Esa historia está novelada y eso hace que quienes llevamos adelante este género tengamos tantos lectores, porque es una lectura amena y revela situaciones históricas que desconocían y que no están solamente escritas en una fecha, una batalla o lo que fuere, está todo el costado humano que lo hace tan accesible, que nos interpela de tal modo.
–Solés decir que el siglo XIX es tu territorio narrativo favorito, ¿por qué?
Porque es todo, es el siglo romántico por excelencia. Del romanticismo. No hablo solamente del juego amoroso, hablo de hombres y mujeres atravesados por ese movimiento artístico filosófico donde hombres y mujeres, detrás de sus ideales, persiguiéndolos a capa y espada, intentando construir territorios, incluso territorios amorosos, incluso humanos. Son personas muy al borde del precipicio y a mi me gusta estar al borde del precipicio.
–¿Te sorprendió alguno de esos personajes?
Me pasó con Urquiza. Venía de escribir una trilogía de Rosas. Saben que yo estoy... otra vez en Pecadora aparece Rosas, lo tengo aquí al lado, lo tengo muy cerca todo el tiempo, entonces entrarle a Justo José de Urquiza, su contrincante, su enemigo acérrimo... yo estaba un poquito prejuiciosa, no lo voy a negar.
A medida que fui leyendo y entrando cada vez más a su personaje, y ese esqueleto, ese puro hueso, empezaba a llenarse de carne, y Justo José empezaba a ser más contundente cada vez, quedé muy atrapada por eso. Me pareció muy perturbador, interesante, repleto de contradicciones y de cosas oscuras, situaciones más oscuras, pero a mi me interesan esos hombres y mujeres que tienen sectores muy lastimados, muy heridos. A mi me interesa eso en la vida, no me interesa eso tan luminoso, prístino y perfecto. A mi me gustan las vulnerabilidades, las fragilidades de las personas; y esto me pasó con Urquiza. Por supuesto, con Camila que es la última, y Ladislao, me parece que ellos me enseñaron, si algo me enseñaron, es a no ser tan definitiva yo, a estar mas cerca de la duda, de lo incierto, y no ser tan taxativa, porque esta historia, en todo caso... pienso en Camila, esa jovencita que como una tromba enfrenta todos los poderes: la ley del padre, su padre, el gobernador, la Iglesia. A todos esos hombres, y va segura y convencida de que eso es el amor y que lo podrá llevar adelante. Pareciera que la realidad le pega una cachetada, se golpea contra esa pared donde después estará sentada y recibirá los tiros mortales.
Y en definitiva, yo también me pregunto, yo la muestro a ella entregada casi beatamente, con devoción mística a la muerte, con cierta alegría. Eso es lo que queda retratado a partir de los hombres que le tomaban declaración. Ella podría haberse salvado si ella decía que fue seducida por este hombre. Habría terminado sus días en el convento, viva. Pero de algún modo ella defiende este sentimiento porque infiero que ese amor que ellos vivieron y vivían no podía ser vivido terrenalmente, debía ser vivido en el más allá, junto a dios. Porque además ellos siguen siendo religiosos, no es que se enamoran, trascienden su cuerpo y está situacion carnal que viven y desechan lo religioso y su creencia y se transforman en dos ateos para poder vivir sin culpa este amor. Ellos siguen siendo religiosos, y muy religiosos. Están atravesados por el misticismo. Quienes hayan leído un poco sobre Santa Teresa, San Agustín –la creencia mística es realmente inquietante–, podrán entender qué les pasó.
–Mostraste Memorias del edecán de Rosas que te ayudó a construir la novela, ¿qué otros libros o lecturas te sumaron?
Leo sin parar. Saqué un libro que leí hace muchos años, pero que cada tanto vuelvo y que poco tiene que ver con el pasado, pero tiene que ver con el ejercicio de la escritura y el vínculo con la madre. Dirán ¿qué tiene que ver el vínculo con la madre? En todo caso podemos hablar del vínculo con el padre; sin embargo, esta novela que recomiendo cada vez que puedo de Delphine de Vigan, Nada se opone a la noche.
Habrá que prepararse para leer esta novela porque es, se me pone la piel de gallina, es el vínculo de una hija con su madre y una madre difícil, pero además después lo que se abre es un vínculo familiar difícil. Lo que me gusta de esa novela es que pareciera que es la historia de esta hija con esta madre, parece que en la superficie es lisa, tranquila, por abajo uno se queda sin aire. A mi me pasó esto con Pecadora, iba contando los hechos, lo que iba pasando históricamente, Camila nace el mismo año que el fusilamiento de (Manuel) Dorrego, asume el poder Juan Manuel de Rosas, el rosismo en Buenos Aires, el poder de la Iglesia, esta niña que nace en esta familia, este vínculo con la abuela que va tejiendo de a poco una red que uno intuye que no podrá sostener a Camila. Para nosotras no la sostiene, quizás para ella la sostuvo. Por arriba se iban tejiendo algunas cosas y por abajo yo me iba quedando sin aire.
A mi me gustan ese tipo de lecturas, leo muchísimo. Estoy leyendo Sobre Barbara Loden de Nathalie Leger. Es muy interesante también por lo que habla, es una mujer que tiene que escribir una reseña sobre una película pero es el modo errático y la insatisfacción femenina.
Yo leo vorazmente, no puedo estar sin leer, tal vez puedo estar sin escribir, pero no sin leer y me gusta encontrar. Esto lo aprendí de más grande, hay momentos donde por ahi un libro no es para mi, y he podido dejarlo, antes no me pasaba. Hasta el final, estoica y culposa, no detenía mi lectura aunque no me gustara.
Recuerdo un viaje a Barcelona y estaba leyendo un libro que me regalaron, y entonces me costaba muchísimo, no me interesaba para nada, un libro gordo...no porque los gordos no me interesan, me encantan los libros gordos, pero éste no. Es de un autor extranjero y entonces me acuerdo que conversando con mi hermana le comenté esto y me dijo “libro que a uno no le gusta, libro que uno deja, abandona, porque hay otros tan lindos por leer”. Ahí me quité la culpa y he dejado libros de autores importantísimos porque no era mi momento, no se qué me pasó, incluso con una autora muy importante, galardonada con el Nobel, empecé a leer unos cuentos y me pareció un plomazo; después, la retomé y me encantó.
–¿Qué autoras mujeres te gustan?
No quiero ser mandona y dedo, pero siempre hago un poco dedo a los varones, les cuesta más leer a autoras mujeres, leen autores varones. Quizás sea un prejuicio, pero no tanto. Muchas veces los reto un poco. Nosotras, las mujeres, leemos todo. Me encanta leer mujeres, Delphine De Vigan es una de mis autoras favoritas, no porque sea el momento de lo femenino y entonces... abogamos por los derechos y todo eso. A mi me interesa mucho, siempre. No leo mujeres porque son mujeres, sino porque son escritoras extraordinarias que a mi me interpelan y me despiertan preguntas. También leo varones, por supuesto, leo todo lo que me guste. Hay algunas cosas que no leo porque no me interesa, la investigación periodística, los libros de política, la autoayuda, la ciencia ficción tampoco, policial un poco menos. A mi me gusta el dolor de panza, me gusta el sufrir las grandes historias.
–¿Qué otras grandes historias te hicieron doler la panza?
Ni siquiera están catalogadas como novelas históricas, pero retratan a la perfección el momento histórico. Me gustan mucho en general los autores y autoras inglesas, irlandesas. Virginia Woolf es una escritora que me gusta mucho y recuerdo cuando leí Orlando, me pasó muy pocas veces, terminé llorando, no me pregunten por qué, porque me pareció una novela impresionante.
Es la historia a través del tiempo, de una anticipación y una vanguardia, un intragénero que va cambiando de géneros y siglos, el-la protagonista. ¿Podríamos hablar no binario? No lo sé, hablo de antes de mediados del siglo XX.
Virginia Woolf me gusta mucho, pero también grandes clásicos: Sandor Marai, Irene Nemirovsky... Soy lectora de clásicos, me gustan muchos los clásicos y trato de traer clásicos más a la mano. Y más actuales recomiendo Nada se opne a la noche.
Después un autor noruego, nórdico Karl Ove Knausgård que hace mucho que no publica, como para hablar de un varón. Un hombre enamorado es la visión, eso me interesa, la visión de un hombre sobre nosotras.
Nosotras, las mujeres, muchas veces tenemos la mirada sobre nosotras mismas desde nuestro lugar, es interesante a veces cómo nos ven los varones y cómo nos ven de un modo nefasto, cuando podemos ponernos nefastas, también. No somos un encanto todo el tiempo, a veces podemos ser bravas y los hombres no saben bien qué hacer con nosotras. Es interesante la lectura que hacen los varones sobre nuestro costado más ruin, que también lo tenemos.
Fragmento de "Pecadora", de Florencia Canale by Rosario3 on Scribd