El campo en alerta: cuáles son las 7 amenazas que puede afrontar la agricultura argentina

Un informe de la BCR revela las amenazas concretas del sector agrícola nacional. Una lista que preocupa y que obliga a elevar la guardia

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El análisis de la matriz FODA (Fortalezas, Oportunidades, Debilidades y Amenazas) es una herramienta estratégica de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) que se utiliza para evaluar el entorno competitivo de una empresa o sector, identificando tanto elementos internos como externos que afectan su desempeño.

A nivel sectorial, las fortalezas y debilidades son elementos internos de la industria que constituyen, respectivamente, ventajas o desventajas competitivas para impulsar o limitar el éxito, como ser control de recursos estratégicos, la reputación de marca, dificultades de gestión, etc.

Las oportunidades y amenazas, por su parte, son elementos exógenos que pueden potenciar o poner en riesgo el progreso futuro, incluyendo, por ejemplo, cambios en las preferencias de los consumidores, regulaciones estatales, precios internacionales o crisis globales. 

En esta nota se pondrá el foco en las amenazas concretas y puntuales que puede afrontar el negocio agrícola: Volatilidad de precios internacionales; alta carga impositiva; necesidad de financiamiento; variabilidad climática, enfermedades y plagas; concentración de destinos; creciente competencia como exportadores de harina de soja; barreras comerciales.

Volatilidad de los precios internacionales

Los mercados de productos operan en un contexto de incertidumbre y de interacción permanente de factores de oferta y demanda que hacen variar a los precios. Diversos factores pueden generar impactos en la volatilidad de los precios, lo cual hace referencia a la variabilidad de estos, lo cual no necesariamente implica modificaciones en los precios promedio, sino una mayor dispersión alrededor de dicha media.

En el período 2020-2024 los precios de los principales productos del agro tuvieron el triple de volatilidad que en los cinco años anteriores. El precio conjunto de los tres principales cultivos argentinos (soja, maíz y trigo) tuvo la mayor volatilidad de precios, con sus valores oscilando 3 veces más que en el período 2015 – 2019. 

En general, dicha volatilidad puede ser vista como una amenaza al incrementar los riesgos tanto macroeconómicos de la economía como de los productores en su proceso productivo. Esto último, se agudiza en el contexto de una relativa baja utilización de las herramientas de cobertura de riesgo-precio en el mercado doméstico de los principales commodities agrícolas.

De esta manera, estos contextos de alta volatilidad emergen como una amenaza en tanto los actores no efectúen coberturas con futuros y opciones. La participación en mercados de derivados agrícolas y financieros recorta estos riesgos y permite dar un marco de mayor estabilidad a la actividad agrícola.

Alta carga impositiva

Con una presión tributaria sobre el PBI del 29,7%, de los treinta países más grandes medidos según su PBI (OCDE, 2024), Argentina se ubica en el puesto número 10 en el ranking de mayor presión tributaria.

Haciendo foco específicamente en la producción agrícola, según la estimación de márgenes brutos y netos del productor en zona núcleo que elabora la Bolsa de Comercio de Rosario, los impuestos pagados sobre campo propio o campo alquilado han representado entre un tercio y la mitad del margen neto del productor. 

Vale citar en este punto el reconocido trabajo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) referente a la Estimación de Apoyo Total (EAT), entendido como “el valor monetario anual de todas las transferencias que surgen de políticas de apoyo a la agricultura, sin discriminación de sus objetivos o impactos sobre la producción, ingreso o consumo de productos agropecuarios”. A este valor se le deducen los impuestos y cualquier detracción que se realice sobre los ingresos de los productores agropecuarios. 

De acuerdo con las últimas estadísticas del BID, entre 2002 y 2021 el Estado argentino detrajo casi US$ 200.000 millones del campo y la agroindustria.

Argentina es uno de los pocos países del mundo en tener un apoyo neto negativo en el sector agrícola (y en cobrar impuestos a la exportación).

Necesidad de financiamiento 

Por las propias características productivas del sector agrícola, donde hay un amplio período de tiempo entre la implantación de los cultivos, cosecha y venta de la producción, se hace fundamental la financiación del ciclo productivo. En general, la participación del financiamiento propio en la producción de los principales cultivos tiende a ser bajo entre el 25 y 30%, mientras que el resto corresponde a financiamiento de terceros. (BCR, 2021, 2022, 2023, 2024)

Dentro del financiamiento de terceros, se destaca un rol preponderante del crédito de la misma cadena comercial, fundamentalmente a través del corretaje, acopios, cooperativas y proveedores de insumos. Si bien es sumamente positiva la existencia de sinergias dentro de las cadenas de valor, también es importante la diversificación de las fuentes de financiamiento para evitar riesgos sistémicos.

En los últimos años, viene creciendo paulatinamente la preponderancia del crédito bancario y los mercados de capitales, pero por menor financiamiento propio más que por diversificar fuentes de financiamiento de terceros. 

Variabilidad climática, enfermedades y plagas 

Debe considerarse que el cambio climático y los fenómenos meteorológicos extremos, como sequías e inundaciones, impactan con especial crudeza en la producción agrícola, reduciendo la estabilidad y previsibilidad de las cosechas.

Cabe destacar el escenario de los últimos años en Argentina, con un período de tres años consecutivos de Niña y un correspondiente pulso seco y con la última campaña agrícola 2022/23 atravesando su peor sequía en 60 años. El incremento en la posibilidad de ocurrencia de estos eventos extremos es un riesgo latente para la principal actividad generadora de divisas por exportaciones de Argentina, lo cual hace cada vez más necesario la adopción de estrategias de adaptación eficaces para mitigar los efectos nocivos de estos fenómenos.

Por otro lado, la presencia de plagas y enfermedades en los cultivos han sido factores controlados favorablemente con diversas tecnologías fundamentalmente desde el comienzo de la Revolución Verde. No obstante, al igual que en el caso de las malezas, las plagas insectiles no están exentas de desarrollar resistencias, quebrar la resistencia de evento transgénicos o cambiar sus dinámicas o comportamientos poblacionales.

Respecto a este último aspecto, es destacable el impacto productivo que ha tenido en la última campaña 2023/24 el achaparramiento del maíz causado por el Spiroplasma, una bacteria transmitida por la chicharrita Dalbulus maidis al alimentarse.

Según SAGyP (2024), las condiciones de un invierno benigno, altas temperaturas y abundantes precipitaciones, junto con el escalonamiento en las fechas de siembra del maíz a causa de la falta de agua a la siembra fueron las principales causas de la rápida reproducción y migración de la Chicharrita.

En este sentido, si bien se registran constantes avances en el manejo de los cultivos, la disminución en la efectividad de las tecnologías disponibles para disminuir el impacto en la producción debido a las malezas, plagas y enfermedades es una amenaza persistente en la actividad agrícola y la estabilidad de los rendimientos.

Alta concentración de destinos de exportación en algunos bienes

Según la FAO, Argentina es el séptimo abastecedor de alimentos del mundo y el tercer exportador neto de alimentos. En este sentido, el país ocupa un rol sumamente preponderante en el comercio mundial de estos productos, destacando a nivel de productos que ocupa el primer puesto de exportación mundial en harina y aceite de soja, al tiempo que también las primeras posiciones en el resto de los principales commodities agrícolas.

Al analizar los destinos de exportación se encuentra que en algunos de estos productos se verifica una alta concentración en materia de destinos. 

De esta manera, si bien Argentina exporta productos agroindustriales al 70% de los destinos del mundo y muchos países dependen de nuestra producción y exportaciones, registrar una alta concentración de destinos en productos clave de exportación implica una amenaza en caso de posibles trabas arancelarias o paraarancelarias.

Creciente competencia como exportadores de harina de soja

Estados Unidos está incrementando considerablemente su capacidad de crush para satisfacer sus crecientes necesidades de aceite de soja en la producción de biodiesel y HVO. Se espera que la capacidad instalada aumente 28 % durante el período 2022-2026. Proyectado con las tendencias de consumo, que aspiran a crecer, pero en menor medida, Estados Unidos podría incrementar su oferta exportable de harina de soja en cerca de un 50% de 2022 hacia 2026. No conforme con ello, la capacidad de crush del Brasil aumentó 20% desde 2021 hasta nuestros días, y espera seguir haciéndolo mientras sigue creciendo sus tasas de corte con biodiesel y su demanda de harina de soja para alimentación animal.

En este marco, las proyecciones del consumo mundial de harina de soja muestran un crecimiento a un ritmo inferior a los planes de aumento de la producción estadounidense y brasilero. En este sentido, una potencial sobreoferta mundial de harina de soja podría generar caídas en los precios internacionales de este producto.

Esta situación tendría un efecto directo en el comercio exterior argentino, ya que la harina de soja es su principal producto de exportación, responsable de cerca del 14% de la canasta exportable nacional.

Barreras arancelarias y paraarancelarias

Como bien destacó el reciente Informe Draghi, encargado por la Comisión Europea, los países hoy navegan en “un mundo de geopolítica más inestable”. Además de los conflictos armados y las múltiples crisis diplomáticas, el escenario internacional para el comercio global plantea un panorama desafiante. Al cierre del 2024, el período 2019-2024 espera ser el quinquenio de crecimiento más lento para comercio global desde 1985-1990.

No conforme con ello, desde 2020 todos los años se viene rompiendo el récord de intervenciones de política comercial. El mundo se encuentra con un contexto donde se hace cada vez más frecuente echar mano de aranceles, subsidios, medidas de protección comercial, entre otras medidas que obstaculizan el comercio global. 

En este sentido, la inserción argentina encuentra a este complejo contexto como una amenaza no sólo a sus potenciales ampliaciones de mercados, sino también a sus exportaciones vigentes. La dinámica geopolítica de las décadas venideras requerirá acciones tendientes a disminuir la incertidumbre para el comercio exterior argentino y la atracción de inversiones al país que puedan potenciar al sector agroindustrial.  

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