Encaminado desde antes de empezar. Ganado con una claridad meridiana. Mucho más en el desarrollo que en el resultado. El 3 a 0 hasta parece amarrete para Central, que le ganó de principio a fin a Newell’s un clásico llamativamente desigual desde lo actitudinal y lo estratégico.

Rendimientos altísimos de un lado, bajísimos del otro. Está claro que Newell’s no puede resolver el karma, lejos está. Pesaron muchísimo los antecedentes de los últimos años. Quizás haya sido el partido en el que más se notó la impresionante paternidad canalla desde que Central volvió a primera.

El Kily aprovechó perfectamente las señales que le dio el partido con San Lorenzo y mantuvo como titulares a varios de aquellos. Burgos se asumió insólitamente inferior y armó un equipo para no perder con Maxi de 9 y Sforza vaya a saber de qué.

En el entretiempo sacó a Nadalín y a un histérico Pablo Pérez y se quedó sin el poco juego que tenía. No por Nadalín, sí por Pérez.


Todos los méritos fueron de Central, pero el resultado es más fácil de explicar desde la indolencia de un Newell’s inexpresivo y muy poco competitivo.

Golazo de Ruben, taco de Nicolás Ferreyra y gran definición de Martínez Dupuy. Central se floreó en el Gigante y terminó de consolidar un ciclo que hace un par de semanas estaba casi terminado.

Fue una paliza canalla: anímica y táctica. Parida en los nombres y la distribución de los apellidos dentro del campo de juego.

La diferencia fue tan grande que seguramente dejará secuelas.

Para Central puede ser el puntapié inicial para la refundación de un ciclo que parecía terminado. Para Newell’s habrá un antes y un después. En la era Burgos ya nada será igual. No es para menos.