No hay dudas de que internet es uno de los inventos más extraordinarios y transformadores de la humanidad. Somos afortunados testigos de su impacto en las comunicaciones, los negocios, la educación y sobre todo, en la democratización del conocimiento. Con una rápida búsqueda y un click podemos acceder a un volúmen enorme de información específica y detallada sobre las cuestiones más diversas, antes únicamente accesible tras largos años de estudios especializados.
Al mismo tiempo, internet también es un enorme pozo negro que reúne a lo peor de la especie humana. Delincuentes de todo tipo, pervertidos, haters, estafadores y depredadores que encuentran en las redes sociales la herramienta ideal para acercarse a sus ingenuas víctimas. Mantenerse a salvo en la jungla de silicio es un trabajo de tiempo completo, ya que al menor descuido podemos ser víctimas de alguna maniobra de ingeniería social y perder el acceso a nuestra identidad en línea, dinero o valiosa información personal.
Por si fuera poco, los padres de niños de la era digital tienen la tarea adicional de velar por la seguridad de sus hijos también en el ciberespacio. Esto no es para nada fácil, ya que al estar cerca físicamente de los hijos es fácil tener una falsa sensación de seguridad, de que nada malo puede ocurrir porque nosotros estamos al lado, cuidando de ese niño que se entretiene silencioso frente a una pantalla. Pero... ¿sabemos en realidad qué está ocurriendo? ¿Con quién está chateando en Minecraft, quién es la persona con la que conversa en Fortnite o le escribe a través de TikTok?
Diferentes edades, diferentes preocupaciones
Es altamente improbable que un niño de cuatro años pueda chatear con un desconocido a través de algún juego o aplicación. El mayor riesgo a esta edad es el de visualizar contenido para el que no están preparados o llenar el celular de alguno de los padres con gran variedad de jueguitos. Como muchos habrán comprobado, los pasos para instalar aplicaciones son tan intuitivos que ni siquiera es necesario saber leer. En este caso, la mayor amenaza es financiera, ya que de tener una tarjeta de crédito asociada a la cuenta de Google, puede permitirle a los niños realizar inadvertidamente compras dentro de las aplicaciones. No importa si son gemas, animales para la granjita, una espada que da más poder en un juego o dinero virtual, como Pavos de Fortnite. El daño económico puede llegar a ser enorme.
Afortunadamente, impedir que esto suceda es de lo más sencillo. Basta con ir a la sección “Ajustes” en Google Play Store y activar el “Control Parental”. Allí se podrá crear un PIN de protección que permitirá -o no- la descarga e instalación de aplicaciones, seleccionando el tipo de contenido desde una clasificación que se ajuste a la edad del niño. Para evitar las compras accidentales, en la misma sección “Ajustes” podemos seleccionar “Pedir autenticación para realizar compras”. Esto pedirá la contraseña de Google del titular de la cuenta si se intenta comprar algo, incluso por equivocación.
Dependiendo la edad, es muy posible que el pequeño disfrute de pasar largas horas en YouTube. En este caso, la aplicación específica para niños YouTube Kids nos da la tranquilidad de que el contenido que visualicen sea acorde a su edad. A través de filtros automáticos, revisiones manuales y comentarios de los padres, Google garantiza que los vídeos son aptos para toda la familia, ofreciendo un entorno de navegación fácil y seguro.
En YouTube Kids los padres pueden elegir entre tres categorías de contenido según la edad: niños en preescolar (hasta 4 años), niños pequeños (entre 5 y 8 años) y niños más grandes (entre 9 y 12 años). Además incorpora un temporizador que permite limitar el tiempo de uso, avisándole a los niños cuando se acaba la sesión y deteniendo la aplicación.
Monitorear el uso del celular
Si en lugar de prestarle nuestro propio celular decidimos darle uno para uso exclusivo, existe una alternativa gratuita para -como padres- poder mantener el control sobre el uso que hacen del dispositivo: Family Link, de Google, disponible tanto para Android como para iOS.
Esta aplicación se instala tanto en el dispositivo de los padres como en el de los hijos y permite limitar las aplicaciones que pueden instalar y utilizar, restringir el acceso a determinadas páginas, administrar el tiempo de pantalla y determinar la ubicación del dispositivo a través del GPS. También se puede impedir la ejecución de aplicaciones instaladas previamente, como redes sociales, YouTube y el asistente de Google. Así pueden monitorear cuánto tiempo pasan mirando el celular y sobre todo, cuánto tiempo le dedican a aplicaciones específicas como TikTok.
Family Link está pensada para ser utilizada hasta que los hijos lleguen a la mayoría de edad, por lo tanto un adolescente puede tener la seguridad de que su privacidad está garantizada, más allá del control que puedan tener los padres sobre el uso general del dispositivo. Los progenitores nunca podrán ver remotamente el contenido de la pantalla, el historial de búsqueda y navegación, ver o cambiar la contraseña de la cuenta de Google, leer los correos o mensajes recibidos, escuchar las llamadas telefónicas o borrar remotamente datos del teléfono.
La “charla”
Más temprano que tarde, será el momento de tener “la charla” con los hijos. No, no esa “charla” sobre sexualidad y reproducción, sino la otra, donde deberemos advertirles sobre los peligros que acechan en la red. Especialmente sobre el grooming, el acoso sexual a niños y adolescentes a través de dispositivos electrónicos.
Los acosadores se esconden tras perfiles falsos en redes sociales y plataformas de juegos online fingiendo ser quienes no son, usualmente alguien más joven. Desde allí intentan establecer contacto, primero de manera amistosa para ganarse la confianza de las víctimas para luego, a través de la manipulación, empujarlos a enviar fotos, videos y realizar actos sexuales. Los abusadores suelen utilizar este contenido para chantajear a la víctima y obligarla a realizar otros actos o pedirle dinero a cambio. Este tipo de delito llamado sextorsión es muy traumático y afecta tanto a jóvenes como adultos.
Sin llegar al acoso sexual o la extorsión, proporcionar información privada a un desconocido puede terminar en otro tipo de delitos más mundanos, como robos o secuestros. Por eso es importante educar a los niños para que nunca brinden datos sensibles como la dirección, escuela a la que asisten, número de teléfono o detalles sobre la vida personal y familiar, como la fecha de salida de vacaciones. El objetivo es enseñar a los hijos a protegerse y que, ante cualquier inconveniente, pueden contar con los padres si se presenta algún problema. Es un mundo peligroso. Incluso sin salir de casa.