El viernes, Conejo Tarantini caminaba apurado por el centro de Rosario. El aguerrido marcador izquierdo, campeón del Mundo en el 78 con el épico manchón de sangre en el pecho de su camiseta, miraba ansioso la puerta de un hotel céntrico. Flaco, alto, sesentón, canoso y escondido tras un barbijo que aun así no lograba disimularlo entre quienes celebramos la épica final contra los holandeses. Un guerrero de mil batallas.
Se sentó en una mesa del bar del hotel donde el lobby reventaba de gente (rara imagen en tiempos de pandemia). Tarantini pedía en Rosario detalles logísticos de su ingreso formal a la política a un interlocutor que se esforzaba en dar vagas y generales precisiones. El Conejo había ocupado las tapas del Gráfico en los 70, las revistas de chismes de los 80, las páginas policiales en los 90 y ahora se le venían tiempos donde su nombre podía estar ligado a otra sección de las noticias: se anotó como candidato a concejal de la localidad de Ezeiza.
A los pocos minutos, ese lobby estallaba de gente. Muchos barbijos ocultaban los rostros de quienes se saludaban sin conocerse con un protocolo distante. Un hombre corpulento y petiso oficiaba de anfitrión. Iba presentando entre sí a quienes se iban topando barbijo a barbijo. Malos tiempos para conocer gente, piensa el cronista ¿Sonríen? ¿Ponen cara de sorpresa? “Eu, soy yo!”, dijo uno sacándose el tapabocas para ser reconocido. El delirio de los tiempos de la pandemia.
En ese momento hay un revuelo más. Dos mujeres entran para acaparar saludos, risas y abrazos. Una de ellas la boxeadora Alejandra Locomotora Oliveras, la otra la diputada provincial de Somos Vida, Betina Florito. Era efectivamente el lugar y el momento de un mitin político. Eran las 11 de la mañana cuando alguien dijo bajemos al salón. Y todos bajaron. Entre ellos curioso y tímido Hernán Sapito Encina, ex jugador canalla y genuino habitante de la áspera zona sur rosarina.
En la coincidencia céntrica con el Conejo había una historia que se repetía en hoteles de distintos lugares del país y aún más en estos tiempos enredados. El mundo se hunde entre el covid y los desastres climáticos y muchos se arremangan para ver que se llevan en el medio de ese naufragio. Las elecciones de medio término que legitimará los aplausos o abucheos que recibirán los oficialismos en Argentina han escrito líneas tragicómicas.
Muchos aprenderán su trabajo (siendo elegidos) mientras lo hacen. Y eso nos hará mal. Mucho mal.
Como ejemplo, la inexplicable explosión de los 1.500 rosarinos que se anotaron para una de las 13 bancas en el Concejo. Sus nombres deberían exponerse para pedir explicaciones y de paso no olvidarlos. Es el ejemplo de cómo la malaria bolsiquea la ética y la dignidad. Los estrategas que hacen negocio con las elecciones en países como el nuestro deberían revisar la jerarquía que los hace ser codiciados por la desesperación de un puestito. El conflicto con países con duros regímenes estatales no es solo ideológico, es pragmático. Un solo patrón pagando sueldos cómodos a toda la población. ¿Trabajar para el Estado es la única tabla de salvación.
En las elecciones parlamentarias en octubre 2020 en Nueva Zelanda el Partido Laborista oficialista aplastó a sus adversarios por su respuesta de gobierno a la lucha contra el covid. En noviembre 2020 Donald Trump perdió por 5 puntos las elecciones en EEUU con el reproche del electorado por la frialdad con la cual el presidente manejó la pandemia. En las legislativas en Venezuela, el 70 % apoyó al gobierno aunque la oposición realizó denuncias por la presencia intimidante del ejército y las pocas precauciones contra el covid. En Croacia el partido de gobierno ganó las parlamentarias por el manejo sanitario de protección contra el virus.
Y así en cada rincón del mundo. Es el covid estúpidos, parafraseando al Bill Clinton de 1992. Este año, en tiempos covid aun vivito y coleando, en Argentina se espera que la llegada de más vacunas antes de las PASO de setiembre logre disminuir la bronca contra los oficialismos. Lo espera Alberto y también los gobernadores.
Pero como ustedes ya estarán leyendo las ensaladas de los cierre de listas es parte de la estética porno política. Todos con todos o todos contra todos. Candidatos testimoniales, famosos, populares, millonarios pagadores de promociones y tecnócratas dedicadísimos a la logística y las trampas de la victoria electoral. Como diría un desprestigiado consultor, sobreviviente del diseño de sus pésimas campañas, "primero ganemos, después se verá qué hacer con esa victoria".
Y en este país desnudo, los Conejos (como el propio Tarantini) se pueden sacar de la galera o, en este caso de la urna más cercana.