En La locura es un bien de familia (Random House), Bárbara Belloc hilvana retazos autobiográficos para recuperar “una historia de amor entre una hija y una madre que está en el final de su vida”. En la trama, hechos y ficción se cruzan para discutir la fiabilidad de eso que se conoce como "realidad".

El punto de partida es la internación de la madre, Elcira, en una institución, cuando el Mal de Alzheimer se vuelve inmanejable en lo cotidiano.

“La locura es una forma de gracia para que ese amor se manifieste”, señala Bárbara Belloc, en diálogo con Rosario3. A la vez, y sin ánimo de romantizar una enfermedad mental, para la poeta y escritora, "en su lado positivo, si no hay locura, no pasás del otro lado del espejo".

En formato de diario y novela breve, la historia se estructura de manera fragmentada entre relatos, citas y espacios en blanco, como quien evoca sin reparo cronológico; solo imágenes surgidas de anotaciones en unas diez libretas que fluyen. Es una lectura que se deja llevar –con humor– por el mismo impulso con el que fue escrita, como quien se entrega a la música. 

Es un libro fragmentario breve, compuesto por partes y muy diversos géneros.

—¿Cómo surgió La locura es un bien de familia?
—Fue un impulso. Después de visitar a mi madre, quedaba muy conmovida. Entonces, me ponía a escribir sin parar. Era un poco de todo: diálogos, recuerdos, escenas, cosas que me imaginaba o inventaba, sueños. Escribía casi sin levantar la lapicera del papel. Luego, transcribía o modificaba, pero sabía que tenía un libro. Después, empezó el trabajo de composición, eso de poner un fragmento acá o una línea allá. Finalmente, una noche sentí que escribía la última página y dije: “Esto ya está. Ya no me necesita más”.

—El libro ofrece, además de "esa historia de amor", una organización visual particular. ¿Hubo una intención en eso?
—Fue intuitivo. Me parece que fue por esa naturaleza y también por la materia que tenía. Yo vengo de la poesía y este es mi debut en la narrativa, más allá de algunas cosas que tengo escritas, y me encontré con un abanico amplio de emociones, vivencias y situaciones “reales” y no. Sentía que había un ritmo en todo eso, en esos cortes y en la fluidez. Creo que así el lector llega mucho más al núcleo de lo que estoy contando.

—¿Cuál fue la respuesta en el lectorado?
—Está siendo súper bien recibida y eso me hace feliz. Es “un largo poema surrealista, una crónica, un diario”. Cada uno lo recibe de una manera diferente. Por eso yo tampoco puedo definir al libro. Lo máximo que puedo hacer es decir que es un libro fragmentario breve, compuesto por partes y muy diversos géneros. Cuando María Moreno lo leyó me dijo: “Es un ovni, un objeto verbal no identificado genial”. Por supuesto que es un elogio cualquier cosa que diga ella, pero eso me pareció lo máximo sobre la construcción del libro.

Cuando alguien me cuenta que empezó y terminó el libro de corrido, como en una continuidad armónica, siento que la misión está cumplida, como cuando escuchás música y en ningún momento la detenés.

—¿Qué primó en la selección de lo escrito en las diez libretas surgidas de los encuentros con tu mamá?
—Como en ningún momento pensé en un libro, tampoco tomé demasiadas decisiones. Yo estaba escribiendo sobre lo que me estaba pasando y eso hizo que trajera historias familiares y los cuestionamientos sobre la realidad. Hacia la etapa final de la composición, recién tomaba algunas decisiones conscientes. Aclaro que llamo "composición" al orden en el que van los materiales. Pero, principalmente, estuve guiada por la intuición y el ritmo.

—Tu papá, Enrique Belloc, fue un destacado músico y la música está presente en distintas escenas de la novela. Esos materiales que mencionás, también funcionan como un hilo sonoro en la lectura.
—No es una novela ortodoxa en el sentido de la introducción, el nudo y el desenlace. Trabajo con la lengua y con los sonidos, es por ello que preponderan, en todo caso, otras cuestiones. Cuando alguien me cuenta que empezó y terminó el libro de corrido, como en una continuidad armónica, siento que la misión está cumplida, como cuando escuchás música y en ningún momento la detenés. No decís: “Esto me suena raro”. La idea es que no hay nada raro en la locura.

La locura es la naturaleza que te permite salir de esta franja, de este espectro cromático que llamamos "realidad".

—Si bien alguien podría inferir un registro catártico, no lo es. Tampoco elegiste un tono dramático, sino que la narración se mueve cómoda en el registro hilarante.
—En principio, he tenido la suerte de que el alzhéimer de mamá es más poético que trágico. El carácter de ella va más para ese lado con lo cual, es una maravilla para mí, como hija, porque no hay sufrimiento.

—¿Cómo definís la locura?
—Es muy difícil porque hay muchos tipos. Está la locura patológica, la romantizada, que es la del artista. Diría que es la naturaleza que te permite salir de esta franja, de este espectro cromático que llamamos "realidad". Además, y afortunadamente, hay muchas realidades. Prefiero pensarla de esa manera. O sea, dejando de lado la cuestión que puede venir asociada al sufrimiento de la locura. En su lado positivo, si no hay locura, creo que no pegás el salto, no pasás del otro lado del espejo. Pienso que el libro puede acompañar a las personas que están atravesando una situación como la mía: abrazar a los seres queridos con alguna enfermedad mental con una carga de humor y amor. Y los lectores que no pasan por esta situación, pueden verlo como literatura.

Sobre la autora


Bárbara Belloc nació en Buenos Aires en 1968. Es poeta, editora y traductora literaria. Publicó nueve libros de poesía, entre ellos, El sonido (2023) y Canódromo (2015), y el ensayo Tribus porteñas. Conejillos de Indias y blancos ratones: un breviario de zoología urbana (1998). 

Dirige, junto con Teresa Arijón, la colección Nomadismos (ensayo y pensamiento de artistas iberoamericanos), con sede en Buenos Aires, Río de Janeiro y Cuenca. Es coeditora del "sello editorial efímero" pato-en-la-cara, integrado por catorce títulos escogidos que abarcan traducciones originales del portugués y del griego clásico, tragedia antigua y contemporánea, poesía y diario de artista. 

Sus poemas fueron traducidos y reunidos en antologías de Argentina, Chile, Colombia, México, Italia, Alemania, Eslovenia, Estados Unidos, Canadá y China.