En apenas dos semanas, se registraron en Rosario tres asesinatos vinculados al manejo de las barras de Central y de Newell's. En paralelo, fue detenido en Buenos Aires, Ramón Machuca, alias Monchi Cantero, el último jefe de Los Monos que estaba prófugo. ¿Hechos aislados o furia desatada en la ciudad?
Las secuencias repetidas de crímenes y venganzas que la ciudad aprendió a leer en los últimos años, a fuerza de bala y sicarios, indica que puede haber vinculación. Un dato aporta algo más en ese sentido: el reciente caído Monchi tenía vinculación y peso en ambas barras, que parecen sacudirse desde abajo para hacer caer a los que están arriba.
La nueva saga de homicidios mafiosos comenzó el feriado del miércoles 25 de mayo. A la tarde fue atacado a tiros Julio César Navarro, alias “Tito” o “Cara de Goma”, a quien se le atribuía ser lugarteniente de Andrés Pillín Bracamonte, líder de la hinchada canalla. Fue baleado en la zona norte y falleció en el Hospital Clemente Álvarez (Heca).
La semana siguiente, el martes 31 por la noche, pareció llegar la venganza. Mario Sebastián Vizconti, de 37 años, apodado "Gringo", fue ejecutado de ocho o nueve balazos y hallado en un camino rural de Ibarlucea. La víctima habría tenido una relación anterior con Bracamonte y contaba con antecedentes penales.
En el inicio de la nueva semana, este lunes, sorprendió a todos la detención de Monchi Cantero, prófugo de la Justicia local desde hacía tres años. La caída del último de los jefes de Los Monos que estaba en libertad fue celebrada por las autoridades provinciales.
El “Mabu”, como se había autodefinido el propio Ramón Machuca (hijo adoptivo del Viejo Cantero, el ex capo de la banda narco de la zona sur de la ciudad) había prometido "venganza" por la muerte de su hermano, El Pájaro. Monchi y Los Monos estaban vinculados con las dos barras de los clubes grandes de la ciudad. En un allanamiento de 2013 los investigadores encontraron una foto de Machuca con Pillín Bracamonte.
Cuando este martes aún la noticia era el traslado del más joven de los Cantero desde Buenos Aires a Rosario, volvieron a actuar los sicarios. Cerca de las 16.30, cuando familias disfrutaban de una tarde soleada en el Parque Independencia, dos jóvenes en una moto balearon y mataron a Matías Franchetti, conocido como El Cuatrero, nada menos que en la puerta del Coloso.
Franchetti, también con antecedentes de peso, entre ellos haber estado detenido en Portugal por la causa narco “Carbón Blanco”, había ascendido en la estructura de mandos de la barra leprosa. Habría desbancado al Panadero Ochoa, que a su vez había ocupado el lugar de Roberto “Pimpi” Caminos, el capo rojinegro de la era de Eduardo López (también asesinado).
Los asesinatos y la detención basada en supuestos datos de inteligencia se sucedieron en sólo 14 días. Dos semanas en que los cógidos de la mafia, por lo general subterráneos, invisibles para el andar cotidiano, asomaron a la superficie de la ciudad.
Rosario vuelve a ser la capital de la furia. Quizás por hechos aislados, no necesariamente conectados. Pero cuando las mafias caen, o empiezan a caer, y eso es lo que le estaría pasando a Los Monos según dijo el ministro de Seguridad, Maximiliano Pullaro, en primer lugar se produce un vacío. Un vacío de poder que necesariamente vuelve a ser llenado. Por quién o quiénes, eso es lo que suele dirimirse a los tiros.