No hace todavía un mes que Donald Trump asumió la presidencia en Estados Unidos y ha regresado a la Casa Blanca mostrando una velocidad y agresividad que no dejan margen para la pausa. Desde el primer día, ha inundado la administración con decretos ejecutivos, maniobras de poder y un desprecio abierto por las instituciones que intentan ponerle freno. Si su primer mandato fue un experimento de ruptura con las normas, este segundo es buscar la consolidación de esa ruptura como un nuevo paradigma. La oposición lo observa entre una mezcla de incredulidad y alerta. Trump no ha cambiado: ha perfeccionado su método.
La estrategia es demasiado clara: saturar la discusión pública con tal volumen de acciones y declaraciones, que es imposible no verse atrapado por un estado de confusión constante, sin capacidad real de reacción efectiva. En 2019 lo anticipó el ideólogo de las ultraderechas actuales y ex asesor de Trump, Steve Bannon: la clave es inundar la zona. Si los medios de comunicación son la oposición, la respuesta es colmarlos de información hasta hacer imposible que se enfoquen en una sola cosa. En una entrevista con Frontline de PBS expresó "Cada día los atacamos con tres cosas", y continuó "Morderán una, haremos todo lo que podamos. Bang, bang, bang. Estos tipos nunca… nunca podrán recuperarse".
El flamante gobierno ha aplicado esta táctica con precisión quirúrgica en sus primeras semanas, desplegando una avalancha de órdenes ejecutivas y políticas que buscan consolidar su control absoluto sobre la administración. Ya sean tradicionales o digitales, los ciudadanos se informan, principalmente, a través de los medios de comunicación. Pero cuando estos son bombardeados con una catarata de noticias simultáneas, se vuelven incapaces de enfocarse en un solo asunto. El frenesí informativo los mantiene en una carrera constante de un tema a otro, sin tiempo para el análisis profundo. En ese contexto, pensar con claridad se convierte en un desafío casi imposible.
Es por eso que esta semana, alzó la voz el principal periódico opositor, The New York Times. Éste fue uno de los pocos medios que se arriesgó y antes de las elecciones se pronunció en contra de Donald Trump y llamó a votar por Kamala Harris. El Comité Editorial publicó el 10 de febrero, un artículo titulado “Este no es el momento para desconectarse”. Comienza pidiendo a los ciudadanos “No te distraigas. No te agobies. No te paralices ni te dejes arrastrar por el caos que el presidente Trump y sus aliados están creando a propósito con el volumen y la velocidad de las órdenes ejecutivas”. Pero ¿Qué hacer?
El comité trata de desandar el caos, alertando a los norteamericanos y llamándolos a prestar atención sobre cinco puntos. El primero, es el dominio ejecutivo de Elon Musk, ya que la mayoría de sus acciones son “evidentemente” ilegales, como intentar desarticular diferentes agencias gubernamentales. El segundo, la manera en que el gobierno actúa contra los funcionarios públicos (también conocidos como los enemigos de Trump). Se empezaron a recopilar los nombres de miles de miembros del FBI que ayudaron a investigar delitos relacionados con el ataque al Capitolio. Recientemente, varios altos rangos de la agencia han sido despedidos.
Tercero, el efecto de los desplantes imperiales del presidente y los ataques a los aliados. Esto incluye la consternación que genera querer apoderarse ilegalmente de territorios en tres continentes e implementar aranceles. Los cuales son extremadamente desaconsejados. Hechos que podrían comprometer la seguridad nacional y beneficiar a adversarios como China y Rusia, ansiosos por ocupar el vacio que deja Estados Unidos. En cuarto lugar, la salud pública que se encuentra en peligro principalmente con el reciente nombramiento de Robert F. Kennedy Jr. como secretario de salud y servicios sociales. El sobrino de John Fitzgerald es un teórico de la conspiración y un escéptico de las vacunas.
Por último, el bombardeo de Trump contra los derechos civiles que desafían abiertamente la Constitución. Éste ya ha encontrado excusas para arremeter contra las políticas de diversidad, equidad e inclusión. El artículo cita a la nueva fiscal general, Pam Bondi, quien ha anunciado que las empresas privadas que decidan mantener sus propias políticas de diversidad e inclusión podrían ser objeto de “investigaciones criminales”. Con esto el presidente deja en claro que las reglas del juego han mutado, aunque el principio es el mismo de siempre: el poder dicta las condiciones y el débil las acata.
Ante este escenario, Donald Trump quiere demostrar que lo suyo no es una medida aislada ni de un solo decreto. Como líder busca consolidar la percepción de que el país está bajo su completo control. Su gobierno, sus reglas. Por eso, impone su voluntad sin concesiones. Si ordena cortar fondos estatales, los recursos desaparecen. Si decreta el fin de la ciudadanía por nacimiento, actúa como si ya fuera un hecho consumado. No es la realidad pero busca que así se perciba. Está fabricando un mundo a su medida y espera que sea habitado sin cuestionamientos. Si los ciudadanos ceden, su ficción se vuelve real.
Más allá de su retórica grandilocuente, el margen de maniobra política de Trump no es infinito como proyecta, sino que tiene sus limitaciones. Como las tiene cualquier líder democrático. Según datos de una encuesta de Gallup, el mandatario inició mandato con un índice de aprobación del 47 por ciento. Este es similar al 45 por ciento que recibió al comienzo de su primer mandato en 2017. Pero está por debajo de todos los demás presidentes de Estados Unidos desde 1953. Por ejemplo, en 2021 el demócrata Joe Biden entró en la Casa Blanca con un índice de aprobación del 57 por ciento. Es decir, unos 10 puntos más que Trump este 2025.
A su favor, el republicano cuenta con mayoría en ambas cámaras legislativas. En la de Representantes éstos poseen tres escaños más que los demócratas y en el Senado 53 bancas sobre cien. Lo que le permitirá a Trump sacar adelante sus prioridades políticas sin oposición. De todas maneras, en sus dos primeros años de gobierno 2017/18, también contó con el apoyo en ambas cámaras. Por el lado judicial, el mandatario también juega con una Corte Suprema de mayoría conservadora y alineada a sus ideales, con jueces que él mismo ha nombrado durante su primer paso por el gobierno.
El modelo de gobernanza global que tomó forma tras 1945, aunque plagado de inconsistencias y desigualdades, se estructuró bajo la idea de que la cooperación debía prevalecer sobre la confrontación. No sólo en los asuntos internacionales, sino también hacia adentro de los Estados a través del establecimiento de democracias. Mediante imposiciones unilaterales, Trump se encuentra intentando modificar esta tradición. Para ello utiliza al caos como método, la confrontación como política y la velocidad como táctica. Muestra firmeza donde solo hay caos. Los suyos no son planes maestros, son impulsos disfrazados de estrategia. No busca estabilidad, sino desconcierto.