Acaso haya entre ellas un hilo rojo que, como narra el mito oriental, las una de manera invisible. Y más allá de las varias coincidencias que existen entre ambas, hay una que salta a la vista al conocer sus historias: las dos son madres decididas a mover cielo y tierra para que sus hijos puedan tener una mejor calidad de vida, aún si eso implica tener que conseguir mucho dinero para llevarlos a países lejanos donde puedan recibir un tratamiento experimental, famoso por estos días gracias una película de Netflix.
Las protagonistas son Amparo y Myrna, madres de Milo y Juan Cruz. Una vive en San Lorenzo, provincia de Santa Fe; la otra en Chivilcoy, Buenos Aires. Milo tiene 8 años y padece de parálisis cerebral, lo mismo que afecta a Juan Cruz, de 9. La diferencia entre ambos es que Juani ya pasó por el NeuroCytotron, un resonador inventado por el médico indio Rajah Vijay Kumar que, a través de radiaciones electromagnéticas, logra una increíble regeneración celular y que ha provocado en Juan Cruz avances inimaginables, los mismos a los que aspira Amparo para Milo.
La película que ha puesto en boca de todos a este invento de la ciencia (resistido por algunos organismos médicos porque aún no fue certificado por agencias internacionales como la FDA o la EMA) es “Los dos hemisferios de Lucca”, en Netflix desde principios de año. El filme cuenta el caso verídico de Lucca, hijo de la periodista argentina Bárbara Anderson con parálisis cerebral, quien pudo lograr una notable mejoría de su calidad de vida gracias al NeuroCytotron y hasta generó que haya un resonador en México, donde está radicada desde 2002.
Tras ver la película en familia, Amparo se lanzó a la búsqueda de lograr que Milo pueda someterse al mismo tratamiento: mandó un mail contando su caso, tuvieron una consulta por videollamada y recibieron el apto para que el niño pueda viajar el próximo 6 de agosto al país azteca a su primera sesión. Claro que en el medio hay una barrera: necesitan muchos dólares para subirse al avión, por lo que el círculo familiar inició una movida solidaria para ayudarlos a obtener los recursos para hacer el viaje.

El caso de Myrna y Juan Cruz, una inspiración para Amparo
Esta semana, en el programa Punto Medio de Radio 2, Amparo pudo conocer a Myrna, quien no sólo le contó cómo hace algunos años logró viajar a India (ya que por aquel entonces el resonador aún no había llegado a México) para que Juan Cruz pasara por el NeuroCytotron, sino que también la alentó a no aflojar ni un centímetro porque los avances que vio en su hijo fueron milagrosos.
“¡Hola Amparo! Qué alegría escucharte con esa convicción. Tu hijo va a ser otro después del tratamiento, te lo aseguro”, le dijo emocionada Myrna a Amparo, quien venía conversando con este cronista desde hacía algunos unos minutos. “¡Hola Myrna! Qué placer escucharte: la verdad que hay mucha esperanza, pero en estos casos uno también tiene muchos miedos porque es algo nuevo para nosotros”, le respondió Amparo desde San Lorenzo.
Myrna contó que pudo poner a Juani dentro del NeuroCytotron gracias a “una verdadera cadena de favores: estábamos en Capital haciendo unas evaluaciones de terapia, y cuando estoy pagando en las cajas de un supermercado, se me acerca un hombre de traje y me pregunta si podía saludar a Juan Cruz, que en ese momento tenía 3 añitos. Yo le dije que sí. Él le da un besito, lo mira, le agarra la manito y me dice: ‘Si querés curar a tu hijo, tenés que llevarlo a la India’. Entonces, yo le pregunto: ‘¿Y para qué?’. Él me responde: ‘Pásame tu mail que te voy a dar información que les puede cambiar la vida”.
“Al otro día, me cuenta por mail el caso de una periodista argentina que ahora vive en México y que llevó a su hijo a un tratamiento en India con resultados increíbles. Así que cuando vuelvo a Chivilcoy, le escribo a la periodista (Bárbara Anderson), quien me contó los avances de Lucca gracias a este tratamiento en India. Todo lo que la película que se estrenó este año muestra. Después de hablar con ella yo empecé a seguir de cerca todos sus videos de YouTube en los que daba más detalles y me convencí de que tenía que llevar a Juan Cruz al mismo lugar. ‘Yo voy a llegar ahí, yo voy a ir a la India’, le decía a mi marido. Y gracias a esa fe, tres años después pudimos lograrlo”, añadió.
Pero claro, a la cadena de favores todavía le faltaban algunos eslabones: “Después de hablar con ella, pasaron un par de años y a Juan Cruz lo sometieron a una operación de cadera. En ese momento me sentía devastada. Así que subí un posteo en Facebook con una foto del nene diciendo que quería hacer todo lo posible para llegar a la India, pidiendo por favor que me ayudaran, y una clienta de mi trabajo tuvo una idea: me contó que su marido era muy amigo de Felipe Solá, por aquel entonces canciller, y me animó a escribirle una carta. Lo hice, esta mujer se la hizo llegar a través de su marido y se ve que Solá se conmovió: pudo gestionar todo el viaje y Juan Cruz al fin pudo acceder al tratamiento”.
El milagro del Cytotron
Mientras Amparo escuchaba con atención por otra línea, Myrna contó qué fue lo que el tratamiento provocó en Juan Cruz: “Cuando viajamos, en plena pandemia, mi hijo pesaba sólo 13 kg y medio. Lo querían dejar internado acá, pero ya tenía la fecha y los pasajes y decidimos irnos igual. Encima no fue fácil conseguir la Visa de la India, pero contra viento y marea me la dieron. Al llegar nos recibió el doctor Kumar, la persona que inventó este tratamiento (que en India es gratuito), y después de darnos 3 días para recuperarnos del viaje, empezamos”.
“Lo primero que le hicieron fue una resonancia, a través de la que pudieron observar las lesiones cerebrales que Juani tenía en su cabeza y pudieron establecer dónde estaban los puntos del cerebro donde debían darse las nuevas conexiones neuronales. Con toda esa información en un disco, nos fuimos a otra clínica a ver al doctor Kumar y ellos, con esos datos, programaron la máquina. Y ahí tuvimos que ir todos los días durante 28 días, de lunes a lunes, para que Juani se metiera en el resonador durante una hora”, describió.
Según su mamá, los avances empezaron a aparecer lenta pero progresivamente y fueron imparables: “Juan Cruz ya dormía mucho mejor; antes tenía las manos muy cerradas, el pulgar adentro incluido, y empezó a liberar las manos. La mirada le cambió totalmente: era un nene que tenía la mirada hacia arriba a la izquierda y nada más, que estaba como desconectado, y después del tratamiento empezó a mirar fijamente, a conocer cosas, a interesarse por su entorno, por la vida: cosas pequeñas como mirar un pajarito. Cuando alguien le hablaba, lo miraba a la cara; empezó a sonreír. Y mermó mucho su babeo”, enumeró conmovida.

Myrna aclaró que las mejorías pueden tardar en aparecer: “Lo que sí hay que saber es que no es algo automático: no es que vos hacés dos o tres sesiones y tenés un nene nuevo. Lleva su tiempo y hay que ser pacientes”.
La cantidad de ciclos de 28 sesiones que deben darse varía según la edad de la criatura: “Juan Cruz tenía ya casi seis años y fue tres veces a India con un descanso de 6 meses entre cada una. Cada vez que vas, te traés información en un disco sobre las nuevas conexiones neuronales del nene y te juro que es impresionante cómo mejoraron de la primera a la última. Las áreas de las conexiones neuronales están pintadas por distintos colores: al principio eran poquitas y después estaba todo lleno de colores. Esas son todas las nuevas conexiones que la máquina generó”, agregó.
Una luz para Amparo y Milo
Amparo escuchaba en silencio, pero llena de ilusión: “Siento mucha emoción y mucha esperanza con lo que cuenta Myrna. Son palabras que uno quiere y necesita escuchar, porque más allá de que de que vimos la peli o de que uno puede leer toda la información que te mandan desde el centro, no es lo mismo que conocer una experiencia en carne propia. Y más si es contada de mamá a mamá”, dijo.
Myrna le dio otro empujón anímico para seguir buscando el viaje a México: “Yo sé que es algo experimental, que aún está en investigación, pero mi hijo pesaba 13 kilos y hoy pesa 25 kilos, comiendo por la boca sin sonda ni botón. La máquina le relajó todos los músculos de su cuerpo y pudo masticar mejor. Por supuesto que después hay que seguir con todas las terapias: fonoaudiología, kinesiología, etcétera; hay que seguir acá como va a ser siempre, pero gracias a la máquina mi nene pasó de no decir nada a decir la palabra ‘sí’ o ‘Kiki’, que es el nombre de su hermana Vicky; que eligió su torta de cumpleaños entre dos opciones; el beneficio cognitivo es increíble”.
Amparo insistió con que la charla la tranquilizó: “Por su hipotonía muscular, a Milo le cuesta hablar, le cuesta comer. Myrna me sacó todos los miedos, así que se lo quiero agradecer. Es hermoso y emocionante todo lo que Juan Cruz logró”.
Antes de despedirse, Myrna dejó un último mensaje: “Siempre le dije a mi marido que lo que le ocurrió a Juan Cruz en el parto hizo que él naciera con un propósito. Esa batalla que él tiene que llevar de por vida, que nosotros también damos, tiene que servir para ayudar a chicos como Milo. Por eso nosotros contamos todo lo que él mejoró: porque realmente se puede. Y si yo fui a la India sola con una valija y mi hijo, Amparo seguramente va a poder ir a México para que Milo tenga una vida mejor”.
Amparo seguirá moviendo cielo y tierra para que Milo pueda viajar a México el próximo 6 de agosto. Es un viaje muy costoso y más para una familia de clase media santafesina, por lo que cualquier mínimo aporte de quienes lean esta historia será de enorme ayuda. Aquellos que lo deseen, podrán hacer un depósito en el alias ayuda.milo.mexico a nombre de Amparo Pizarro, o comunicarse a través del Instagram @yo.teveo. Porque nosotros también podemos ser parte de una cadena de favores que encienda lucecitas y pinte áreas todavía descoloridas del mundo.