Para algunos argentinos, recordar el 24 de marzo de 1976 y la dictadura militar que se gestaba desde antes y sobrevino a partir de entonces, ya debería ser olvidado. Para otros, la memoria se cultiva día a día y renuevan su convicción con cada aniversario del último golpe de Estado. En el medio de unos y otros, los más jóvenes intentan saber y entender lo sucedido 49 años atrás, en Argentina, para poder dimensionarlo. En este contexto, la antropóloga Mariana Tello Weiss, publicó el libro “Fantasmas de la dictadura”, que aporta un enfoque poco explorado del impacto en la sociedad y en las familias, de una funesta categoría que la junta militar institucionalizó: los desaparecidos. Desde esa condición, que niega la vida y la muerte al mismo tiempo, la autora desanda prácticas esotéricas y recoge testimonios de los deudos, a partir de su experiencia familiar, con múltiples réplicas en distintos lugares del país. Una etnografía sobre apariciones, espectros y almas en pena que merece ser recorrida.
Los recuerdos latentes y el duelo eterno
¿Cuánto es mucho tiempo para olvidar algo? –se pregunta la autora, en diálogo con el programa A la Vuelta (Radio 2)– y responde: “En primer lugar, el hecho más obvio es que estamos con vida un montón de personas que vivimos esa historia; por eso, la dimensión del tiempo es algo muy relativo y depende de cuáles son las experiencias que cada uno tiene. Pero además, en este tema de los fantasmas, a veces no es necesaria la contemporaneidad para que esas experiencias se hagan sentir, como en los casos que se ven reflejados en mi libro”.
El texto incluye, pero no se agota allí, el relato autobiográfico de su autora. La madre de Mariana fue asesinada con ella en brazos. La niña estuvo apropiada durante algunos meses; luego quedó al cuidado de sus abuelos, y cuando se empezó a hablar del tema en su familia, este enfoque de lo sobrenatural como vínculo con las personas asesinadas y las desaparecidas, siempre estuvo presente en las conversaciones.
Luego, con el tiempo, Mariana empezó a trabajar como investigadora en sitios de memoria. Se desempeñó varios años en el ex centro clandestino de detención, tortura y exterminio La Perla, ubicado en la provincia de Córdoba. Allí, según refiere, este tipo de historias se contaban todo el tiempo. Incluso los visitantes preguntaban si allí se escuchaban voces y se asustaban. Ella estuvo mucho tiempo sin poder analizar lo que sucedía hasta que empezó a escuchar y sistematizar las historias. A partir de esa tarea, fue logrando interpretar qué expresaban esas presencias que la gente percibía y aún hoy percibe.
El objetivo del libro
El libro apunta a “visibilizar el hecho real de que aún hoy, y quién sabe por cuántas generaciones más, hay un grandísimo número de personas que no han podido ser sepultadas en los términos que necesitamos como sociedad, como familias, como comunidades, para dejar ir a esos muertos. Eso nos lleva a unos duelos largos y difíciles porque hacer un duelo sin cuerpo –remarca varias veces a lo largo de la entrevista– es una cosa muy complicada. El duelo se vuelve eterno”.
Además de los familiares, otro aspecto interesante que muestra el libro en torno a la emergencia de esos fantasmas en ciertos lugares relacionados con la dictadura, es que no es una cuestión que compete únicamente a las familias. “El dolor y el terror que de algún modo expresan los fantasmas –afirma– están relacionados con miles de cuerpos insepultos en Argentina”.
"Apariciones, espectros y almas en pena"
La enorme cantidad de cuerpos no sepultados como corresponde en nuestra cultura, no puede generar otra cosa que no sea horror y afecta no solamente a los familiares. “Hay una afectación –diferente, pero muy significativa– en algunas comunidades con las que dialogué y se ven reflejadas en mi libro: vecinos, personas que viven en casas donde hubo operativos, e incluso, relatos de represores involucrados en estas situaciones, aportan información en ese sentido”.
Según relata, la consulta a mediums (personas que se cree que tiene habilidades paranormales que les permiten comunicarse con espíritus) fue un recurso al que muchas personas acudieron en el momento inmediatamente posterior a la desaparición de sus familiares, y es algo que se sigue haciendo, aunque muchos no lo digan públicamente y empleen, en paralelo, otras formas de entender el problema que ofrecen más certezas y tranquilidad. “Hay que destacar –dice– que hasta que no se tiene una certeza, todos los medios de búsqueda, para esa persona están en un mismo plano”.
Pero además, hay que tener en cuenta un dato que colaboró, tras las desapariciones forzadas de personas seguidas de muerte, con esta búsqueda no racional de respuestas: las contestaciones de las autoridades oficiales también “eran bastante fantasmales. Les respondían a los familiares que averiguaban por el paradero de los suyos: “Se habrá ido a Disneylandia” y cosas por el estilo. Solo el tiempo y la comprobación (en el mejor de los casos) por la intervención de los forenses –agrega– pueden llegar a corroborar la consumación de esas muertes”.
"Desaparecidos" no es lo mismo que "muertos"
“La situación de la desaparición es tremenda, sea cual fuere la circunstancia. La desaparición, para el que desaparece, es condenarlo a una «no muerte» y a sus seres queridos a una «no vida». Si los muertos no pueden descansar, los vivos tampoco”, sostiene Tello Weiss y es la idea madre sobre la que gira su obra literaria.
Explica que su familia no es religiosa, o en todo caso, es de una religiosidad ecléctica que propició de algún modo, estas prácticas espirituales descriptas en libro. “Unas tías mías hacían espiritismo y en una de esas sesiones, después de que mataran a mi madre, ella apareció (contaban mis tías) diciendo que estaba en un lugar oscuro y pidiendo ayuda y que me cuidaran a mí. Es interesante porque hay distintas interpretaciones de esa situación dentro de la familia. Una de mis tías cuenta que el medium era persona muy espiritual y que por esa razón pudo canalizar ese mensaje y mi abuela, que era la voz de la razón, dijo que eran todas fantasías. Pero aún así, ninguna de ellas dejó de hacer lo que había pedido el espíritu: hicieron una misa, en respuesta a ese pedido de ayuda de mi madre y me bautizaron a mí. Y a partir de entonces, según el relato familiar, mi madre nunca más apareció en una sesión de espiritismo”.
“La obra teatral Glauce versa sobre la vida de Glauce Badovin, poeta y madre de Sergio González Baldovin, secuestrado el 25 de mayo de 1976, mientras cumplía el servicio militar obligatorio. Cuarenta y seis años después, la obra de teatro escrita por Roberto Martínez retrata la soledad de Glauce en los años posteriores al secuestro de Sergio. Glauce escribe poemas sobre fantasmas en un pueblo donde nadie los ve. Glauce reclama la atención por los espectros de los desaperecidos”.
Con esta historia comienza la segunda parte del libro Fantasmas de la dictadura, titulado “Convivencias” y alude a que la represión tuvo lugar en todas partes. Tanto en las casas de donde se llevaban a las personas, hasta el lugar donde eran sitiadas y asesinadas.
La familia de Mariana es de Jujuy, un lugar donde –según explica– conviven muchas prácticas y rituales distintos, vinculados con la región andina, que implican una relación mucho más cercana con la muerte, en comparación con otros puntos del país. Entonces la gente hace todo al mismo tiempo: practica su ritual, va al psicólogo y a la curandera a que le cure el susto, sin sentir contradicción alguna entre una cosa y la otra.
“Hay un trato especial con los muertos (bastante inconfesado por la población); pero también es cierto que todos, en algún momento, tenemos contacto con un universo de muertos queridos con lo cuales conversamos y a quienes les pedimos cosas. Es algo sumamente negado porque a lo mejor se ve mal, pero en la práctica, existe”, señala la investigadora.
Y añade: “Lo que pasa es que está ligado a sociedades que nosotros consideramos primitivas. La literatura antropológica está llena de situaciones registradas en Oceanía y en África, por ejemplo, donde las comunidades se relacionan con el espíritu de los muertos. Lo leemos y no nos genera ningún tipo de controversia. El punto es cuando esas historias se enmarcan en nuestras propias sociedades, donde es muy fuerte la idea de las clases ilustradas y laicas, cercanas al pensamiento científico occidental, de que no hay nada después de la muerte. Idea bastante reciente y poco extendida dentro de la historia de la humanidad”.
Cómo incide lo sobrenatural en la vida de la gente
La investigación presentada en el libro –que no es de ficción, ya que el trabajo se encuadra científicamente, en un marco antropológico– muestra la incidencia que las experiencias relatadas tienen en la vida de sus protagonistas.
“Esto que pasa (esto que le pasa a la gente, esto que la gente hace porque los muertos percibidos por ellos en experiencias que tienen mucha fuerza, les han comunicado o pedido en sueños) regula la vida social y es algo que, como antropóloga, me interesa mucho, porque ayuda a comprender cómo influyen, en la vida de los vivos, esas percepciones”.
“Hacen que la gente viva de un modo en particular, que experimente el tiempo de determinada manera y en referencia al tema del duelo, la “no muerte” desconfigura el tiempo y el espacio, referencias básicas que tenemos al experimentar la realidad. Entonces –remarca– surgen estas experiencias por fuera de la realidad. Y es un fenómeno que se repite, aún en otros marcos históricos. Donde hayan existido hechos de este tipo: violencia, cuerpos insepultos y desaparecidos, tienden a pasar estas cosas y se vuelven parte de la vida de la gente.