Carreras es un pueblo pequeño, apacible, por momentos bucólico. Todos sus habitantes se conocen, se tratan, se han tocado alguna vez. Pero desde hace algunos días, cuando se descubrió el caso cero de coronavirus en la localidad por un transportista que regresó de Buenos Aires, se convirtió en un pueblo asustado, sigiloso, incierto. Un pueblo fantasma. “Es como si hubiera caído una bomba”, describió un comerciante con precisión de cirujano, mientras hacía malabares para cargar la mercadería que tuvo que ir a buscar a la ruta y para atender el celular que no paraba de sonar. Las calles estaban vacías, pero en el interior de las casas se agitaba la incertidumbre de tener que enfrentar por segunda vez a un enemigo microscópico y desconocido.
Este viernes, la cámara de El Tres llegó hasta el ingreso de Carreras, sobre la ruta 90. Allí, el paisaje rural agradable se interrumpe abruptamente con una imagen sacada de una grabación cinematográfica: dos hombres con mamelucos blancos mueven conos de aquí para allá, desinfectan los pocos vehículos que pasan por allí, endurecen el rostro y dicen “no”, cuando el periodista Juan Pedro Aleart les pide un breve testimonio.
Lo que pasa a pocos metros de allí, al costado de la ruta desolada, tiene un surrealismo que podría inspirar a los novelistas más elevados. Unos cuantos repartidores, con camperones, barbijos y gorros, forman pilas de productos que los comerciantes de Carreras pasarán a buscar. No tocan la plata que reciben; la ponen en una bolsa y aseguran que no usarán esos billetes al menos por dos semanas.
La resistencia
Un auto rojo se acercó lentamente al lugar en que se encontraba el móvil de El Tres. La mujer que estaba al volante bajó la ventanilla, se bajó un poco el tapaboca y comenzó a hablar. Parecía que tenía la necesidad de hacerlo. “Nos manejamos todo con delivery, venimos a la ruta a buscar los productos que nos traen de otros pueblo, es una locura”, fue lo primero que le salió.
“Mi familia me pide que cierre, pero tengo que tener abierto por la gente”, confió la almacenera, que nació en Carreras y vive allí hace 48 años, en una casa que está arriba de su comercio. “Es muy triste, por el pueblo no anda nadie”, agregó. Y no pudo desatar el nudo en su garganta.
Posiblemente afectada por los rumores que corren en el pueblo, la almacenera comentó que “es una locura, se contagia gente que no ha salido de sus casas”. Y comentó: “Les dije a mis clientes que por unos días más voy a seguir, pero después no sé si voy a seguir”.
También dijo que “el Samco del pueblo ya no da abasto, los trasladan a otros lugares. Gracias a dios están todos bien”. Por los 56 casos ya detectados, algunos pacientes eran trasladados al hospital de Firmat. “Es un pueblo muy chiquito, no llegamos a 2 mil, nos conocemos todos”, apuntó la mujer.
Y cerró: “Entre todos estamos tratando de salir, tratando de darnos ánimo para salir adelante. Por suerte no hay ninguna persona que esté complicada de salud”.
“Tenemos bronca”
Cristian, otro comerciante de Carreras que había atravesado la línea de control para cargar mercadería para su negocio, fue muy preciso en su descripción: “Esto es fase cero, porque ni siquiera nos dejan abrir los comercios de productos esenciales”, explicó, mientras por el micrófono de El Tres se metía el rington de su teléfono, que no paraba de sonar.
“Tengo sensaciones encontradas, cuando pensamos que esto ya había pasado, tuvimos que volver”, confió el hombre. Y luego sentenció: “Carreras siente bronca; porque cuando se había flexibilizado un poco y había otra energía, esto cayó como una bomba”.
Después advirtió que “la solidaridad de los pueblos vecinos no es como se dice, hay muchas empresas que nos soltaron la mano. Distribuidores de alimentos de la zona no nos atienden el teléfono y no quieren saber nada con entrar al pueblo por miedo a contagiarse”.
Cristian aseguró que “es inevitable el contacto con personas contagiadas, esto es como un barrio cerrado. Las relaciones son inevitables”.
Los “huevos malditos” de Carreras
Para cerrar la crónica, en el programa De 12 a 14 habló Walter Pettinari, vicejefe comunal de Carreras. “Los proveedores no quieren entrar al pueblo por miedo de contagiarse”, ratificó el funcionario. “Por ejemplo, para mí es una locura que la carne se baje en la ruta porque pierde la cadena de frio, hay riesgo bacteriológico”, añadió.
El hombre hizo hincapié en la insólita situación que rodea a la producción de huevos de gallina de la zona: “Acá tenemos tres establecimientos avícolas y la gente no quiere comprar los huevos de Carreras por miedo a que estén contaminados. No hay razón para pensar eso”, afirmó.
Pettinari contó que “se siguen haciendo hisopados en el pueblo, acaba de irse la ambulancia del Sies. Suponemos que esta noche vamos a tener los resultados”.
Luego reconstruyó la historia de los contagios en el pequeño poblado santafesino: “El primer contagiado es un trabajador esencial, un transportista que viajó a Buenos Aires para llevar leche. Entró al pueblo asintomático, justo ese fin de semana se habilitaron las reuniones familiares y ahí empezaron los contagios”.
Por último, el segundo del presidente comunal Oscar De Nenne ratificó la sensación de “bronca” que sienten los habitantes de Carreras por la falta de empatía de las localidades vecinas: “En este momento a nosotros no nos dejan entrar a ningún lado y tampoco quiere venir nadie”, finalizó.
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