"La calle tiene que ser nuestra. Las plazas tienen que ser de la gente buena", dijo Pablo Javkin, el viernes 16 de marzo pasado, cuando inauguró la remodelación de la plaza López, ubicada entre las calles Laprida, Buenos Aires, pasaje Storni y avenida Pellegrini. De esta forma directa y simple —también utilizó términos absolutos en la apertura de sesiones del Concejo al pedirles a las fuerzas políticas de la ciudad “unirse contra el mal”—el intendente explicó la intención de recuperar los espacios verdes que han sido alcanzados por la violencia y la desidia, “haciendo su parte”. En este caso, resucitando la figura del placero de antaño, pero con una nueva impronta: nada de tijeras ni palas en las manos, solo el poder municipal volcado a la tarea de reverdecer la convivencia y el uso adecuado del espacio público. La iniciativa ya había sido instrumentada en 2015 en la Plaza San Martín, con el placero Iván, pero no se mantuvo.
Sentarse en una plaza, caminarla, llevar a los chicos a los juegos, pasear al perro, refugiarse en la intimidad que puede arrojar la sombra de los árboles, encontrarse con alguien. La plaza fue eso y es mucho más, pero metida en la ciudad, no escapa al fuego que la enciende. La Municipalidad de Rosario instrumentó como respuesta, al menos en los principales puntos verdes del centro, la presencia de agentes capacitados, especie de guardianes que intentarán regar las llamas. La experiencia comenzó en la plaza López y se extendió, por ahora solamente a 2 plazas más: Pringles, (Pasaje Juan Álvarez, las calles Paraguay, Córdoba y Presidente Roca) y San Martín (Santa Fe, Dorrego, Córdoba y Moreno).
Darío es uno de los cuatro guardianes de la plaza López. Viste el uniforme del Área de Control de Proximidad de la Secretaría de Control y lleva un silbato. No tiene nada que ver con la jardinería: “Nuestra función es reforzar las normas de convivencia, sobre todo, a los vecinos que suelen venir con mascotas les decimos que se hagan responsables, básicamente los chicos no tengan que estar en contacto con la caca del perro y por una cuestión de salud. También, recibir pedidos de los vecinos, alguna que otra inquietud como para poder solucionarla o trasladarla al área que corresponda”, explicó sobre sus funciones.
Pero el asunto no se reduce a la caca de perros. Con el crecimiento de la indigencia, cada vez más personas sin techo, recurren a las plazas para permanecer y dormir y despliegan sus pocas pertenencias en el espacio público. Obligarlos a retirarse es otra de las funciones, quizás la más difícil e ingrata de los nuevos placeros. También, deben disuadir a aquellas personas que se sientan a beber alcohol y que pueden ocasionar situaciones de tensión, como ha ocurrido el año pasado en la plaza López.
“Buscamos que la gente disfrute el lugar que está pensado y remodelado para eso, que recupere su espacio que estaba un poco descuidado”, agregó el guardián y se refirió a algunas situaciones especiales que se han dado en los espacios públicos, como ser la “juntada sexual” en medio del Parque Independencia-: “Nosotros, como inspectores, estamos para observar esas cuestiones, pero no desde la seguridad. No podemos tocar a las personas ni reducirlas, para eso está la Policía. Si nosotros lo observamos, le damos comunicación inmediata y si advertimos que se puede repetir, debemos cortarlo antes de que suceda”, comentó y aseguró que en las semanas que llevan en actividad no han tenido que convocar a las fuerzas provinciales.
Al frente de Control de Proximidad, Sol Nardé, profundizó sobre las competencias de los placeros, presentes de 8 a 21 en estas 3 plazas rosarinas. “Son los encargados de promover pautas de convivencia entre la gente, relevar el mobiliario público y velar por el estado general de la plaza. También tienen a cargo todo lo que sucede en alrededor”, precisó y destacó como problemática los reflejos de la precarización social que atraviesa la ciudad y el país. “Cada vez son más las personas en situación de calle que pernoctan en estos espacios (en la plaza y en los palieres de los comercios cercanos). Acudimos al trabajo en conjunto con la Policía cuando tenemos que solicitarles que los dejen porque, a veces, se resisten. Son bastante reticentes a retirarse y el comerciante tiene que abrir sus puertas”, expuso.
“La idea de tener los guardianes de plaza es poder contar con una figura que ha estado en algún momento, pero que se dedicaba más a cuestiones de mantenimiento del parque. El motivo es la recuperación de estos espacios, que son pulmones de la ciudad, y que acá en la zona del micro y macrocentro son muy necesarios”, sostuvo la funcionaria y cerró: “Queremos que los vecinos se reencuentren en las plazas, con la presencia del Estado municipal en el lugar haciendo seguridad preventiva para que estos espacios sean usados debidamente”.
Este jueves a media mañana, un grupo de personas hace Tai Chi en un rincón de la plaza cargada de la humedad que dejaron los chaparrones de ayer. En uno de sus senderos, un muchacho suelta a dos bull dogs franceses que detienen el pique para oler zapatos. Desde la escuela de enfrente, llegan difusas las risas de los niños que se mezclan con el canto de los pájaros. La plaza reverdece en pleno otoño.