La vuelta a las clases presenciales en forma progresiva en todo el país no solo necesita seguir protocolos sanitarios, sino también enfrentar los miedos de los alumnos, docentes y padres, quienes deberán aprender a gestionar esas emociones a través de “otro protocolo que dé respuestas a los bruscos cambios” en el espacio escolar tras casi un año de confinamiento por la pandemia, señalaron especialistas en salud mental infantil.
Este “protocolo emocional” es necesario para que el miedo “no interrumpa los procesos de aprendizajes” y favorezca “el reencuentro y la resocialización de los alumnos” luego de que niños y adolescentes pasaron “muchas horas al día frente a una pantalla con hábitos y rutinas muy distintos”, subrayaron los expertos.
Un estudio efectuado por Unicef, el Instituto de Neurología Cognitiva (Ineco) y el gobierno porteño, a mediados del año pasado, relevó que durante el aislamiento se incrementó la irritabilidad en los niños quienes se volvieron muy dependientes de sus padres, expresando su temor de contactarse con los demás.
En la misma investigación entre los adolescentes prevalecieron las sensaciones de desánimo, baja confianza en el futuro y decaimiento afectivo.
Para enfrentarlo hay “que hablar en las escuelas de ese miedo para darse cuenta que ese miedo al contagio, a contagiar a mis padres o a no encontrar a mis compañeros, quizás no sea tan real, si se aplican los cuidados correspondientes” según Marilina Rotger, profesora y especialista en neuroeducación..
Para Rotger, “esto generará sensaciones displacenteras y los docentes deben volver a instalar a la escuela como un espacio donde se transmitan sensaciones placenteras, para lo cual deberán intentar abordar una forma de enseñar que despierte curiosidad en el alumno, sin que esos miedos puedan interrumpir los aprendizajes”.
LA SITUACIÓN DE ESTRÉS DOCENTE
Otros de los efectos del confinamiento y que repercutirá en la escuela es, de acuerdo con estudios de la ONU, “el 70 por ciento de los docentes tuvieron situaciones de estrés de moderado a severo en esta pandemia al enfrentar situaciones para lo cual no estaban preparados”, explicó Hernán Alesandria, médico psiquiatra y fundador de la Asociación Civil Globalpsy.
Para el profesional, “la falta de apoyo de sus padres en la educación a distancia y la ausencia de la escuela como ese lugar donde el adolescente va a construir lazos”, generó bajos rendimientos académicos.
“La clave está en construir espacios de bienestar: se necesita dotar de herramientas tanto a los docentes y a las familias para que puedan trabajar con los niños y adolescentes, ya sea desde la presencialidad como desde la virtualidad, en el fortalecimiento de las emociones, que puedan reconocerlas y gestionarlas”, enfatizó Alessandria.
La respuesta ante la Covid-19 será muy distinta en los niños que en los adolescentes al ingresar a las aulas, según los especialistas.
Mientras los primeros “al ingresar al colegio dependerá del miedo que les inculquen sus familias, los segundos pensarán que ellos no se van a contagiar y sí sentirán tenor de contagiar a sus padres o abuelos”.
Los adolescentes vendrán más confiados a la escuela, dispuestos a volver a tener esa situación de socialización, pero hay que tener en cuenta que deberán adaptarse otra vez a la situación escolar. No se podrá comer o beber mientras se está en clase y habrá que llevar un uniforme, mientras que en los recreos no van a poder caminar abrazados por el patio.
Los especialistas coinciden en que pueden darse situaciones de crisis de llanto o angustia en los alumnos, especialmente en los más pequeños, al ver alejarse a sus padres y percibirse inseguros.
Frente a esto, Rotger apuntó a que son los docentes “en este protocolo emocional, los que tendrán que transmitir emociones placenteras y es el que más autocontrol tendrá que tener”.
Para Abadi, “lo primero que habrá que hacer es escucharlos pero tomando en cuenta que no van a poder abrazarlos como señal de contención, decirles que en la escuela están seguros y el miedo no los tiene que paralizar”.