Teresa Giromini es una joven rosarina, estudiante avanzada de la carrera de bellas artes, que desde que comenzó su recorrido en la Universidad Nacional de Rosario (UNR), su camino se fue diversificando potenciando tanto su veta artística como su compromiso social. Su participación activa en proyectos sociales hizo que conociera otras formas de consumir y al mismo tiempo de producir y eso la impulsó a crear su propio proyecto textil. Sus prendas no están atadas a la moda, son hechas a mano y con algodón de la cooperativa recuperada Inimbó.
Para Tere, como todos la llaman, el desafío siempre fue pensar el diseño de indumentaria desde un lugar más ecológico y al mismo tiempo que el producto resulte al alcance de todo público. Si bien es común que este tipo de producciones artesanales estén dirigidas a una elite, su objetivo fue encontrar un lado “b” que le de fácil acceso a todos aquellos que busquen un consumo responsable basado en relaciones sociales igualitarias, cuidado del ecosistema y la salud.
“Empecé de forma autodidacta, probando y experimentando diversas técnicas. La Facultad me acercó a talleres de arte y me involucré en la Red de Comercio Justo del Litoral, una organización que la componen la Cooperativa Encuentro de Productores Rurales, Cooperativa Mercado Solidario y el Centro Ecuménico Poriajhú”, describe Tere a Ecos365 y agrega que ya son cinco años desde que comenzó como productora textil.
Su sello es conocido como Espuma Indumentaria. Tiene un estilo de ropa urbana, dirigida principalmente a mujeres, pero con modelos unisex y se encuentra en las antípodas del fast fashion o moda rápida. Un concepto que cada vez toma más relevancia y que se caracteriza por la producción rápida de prendas a bajo costo con el objetivo de satisfacer la demanda constante y cambiante del mercado.
“Los diseños que confecciono son únicos, atemporales y no responden a las tendencias de la moda. Son géneros cien por ciento de algodón que traemos de la fábrica recuperada Inimbó, de Resistencia, Chaco. En total, son siete tipos de textiles, libres de plástico y colorantes artificiales”, explica su ideadora. Se destacan las camisolas, los vestidos y pashminas que se pueden lucir todo el año.
El lugar que mejor encontró para exhibir su arte fue El Trocadero, un almacén en pleno corazón de la ciudad. Se trata de un espacio de economía alternativa que fortalece experiencias productivas solidarias, autogestivas y autónomas. También se pueden ver sus prendas en el Almacén de las tres ecologías los fines de semana en los galpones frente al río o a través de las redes sociales.
Un proceso natural
En cuanto al proceso de teñido, los tintes que utiliza son naturales en base a plantas, hierbas e incluso desechos de otras producciones. “Los tonos naranjas los logramos con cáscaras de cebolla; los verdes con yerba mate y para obtener los rojizos utilizamos el mosto que se descarta para hacer el vino”, detalla Tere. También se pueden ver estampados y texturas logradas a través de nuez, caléndula, romero, entre tantos otros ingredientes botánicos.
Si bien Tere se ocupa de todas y cada una de las tareas que conlleva su proyecto, desde hace unos años se asoció con otra productora textil para achicar costos y eficientizar juntas los procesos ya que comparten los mismos materiales. Se juntan para coser o intervenir las telas. La clave es que en ese camino ninguna perdió su identidad. La marca que impulsa Valeria Luccini es Trocadero Parch, un espacio que tiene su propia trayectoria. No obstante, juntas piensan en un futuro diseñar y producir para otras marcas.
“Notamos que poco a poco se está evolucionando. Hay cada vez más personas que buscan algo distinto, que se preocupan por lo que están consumiendo, de qué forma se produce y quién lo produce. La idea es seguir creciendo y tenemos pensado más proyectos que fomenten la vinculación a nivel textil”, se entusiasma la estudiante.
Comentarios