La actividad ganadera está dejando atrás uno de los peores años de la historia reciente. Duramente golpeado por la sequía, especialmente durante la primera mitad del año, pero también directamente afectado por el deterioro de la demanda interna, así como por la escasa tracción que se ha visto desde el plano externo, principalmente en precios. Todo ello, en medio de un contexto de elevada incertidumbre política que, tras los resultados del ballotage presidencial del pasado domingo, comienza a disiparse.
Si bien aún no se han dado precisiones de las políticas que el nuevo presidente electo implementará para el campo, entre sus ejes de campaña se destaca la eliminación de todas las restricciones al comercio internacional, incluyendo cuotas, retenciones, permisos y autorizaciones sumado a la inmediata eliminación de la brecha cambiaria, asociado -en principio- a un programa de dolarización.
Mas allá del tiempo que demande el ordenamiento de la macro, el sector ya cuenta con algunas certezas que -definido el escenario político- permiten proyectar el nuevo ciclo.
En primer lugar, estas certezas provienen de lo ya ocurrido. En este sentido, los efectos que ha dejado la seca sobre la cantidad de terneros logrados este año, resulta irreversible. Se trata de una perdida que ya sucedió, solo resta confirmar el número, aunque ya se estima entre 1 y 1,5 millones menos de terneros ingresando al circuito productivo y comercial 2024/25.
Probablemente los números de producción y oferta de carne actuales confundan al consumidor que desconoce los ciclos de la actividad. Este año estaremos terminando el período con una elevada oferta de carne, probablemente superando los 3,25 millones de toneladas, los números de producción de los primeros diez meses muestran una oferta 7% superior a la del año pasado y la más elevada desde el año 2009. No es casual esta similitud, con un año en el que se liquidaron 16 millones de animales producto de otra fenomenal sequía.
El dato no es nuevo, ya lo venimos señalando en Lotes anteriores, definitivamente hemos entrado en un proceso de liquidación no voluntaria, sino forzada, de animales. La faena de animales jóvenes este año ha sido muy elevada, especialmente en la primera mitad del año, pero lo más preocupante es el nivel de faena de hembras que se sigue registrando. Hasta el mes de octubre, este año se llevaban faenadas unas 840 mil vacas y vaquillonas más que el año pasado, aportando en conjunto más del 50% de la faena por séptimo mes consecutivo, y sin índicos de estar cediendo de acuerdo a los datos de envíos a faena informados en lo que va de noviembre.
Este hecho, per se, también aporta una certeza, son vientres que no estarán en producción este año, comprometiendo las pariciones 2024 y por ende la oferta de carne 2025/26. Esto, sin considerar las mermas y/o retrasos en las preñeces que seguirán registrando muchas zonas ganaderas que aun hoy permanecen bajo estado de sequía.
En definitiva, mermas en el stock ganadero que resultarán en menor oferta de carne por los próximos 2 a 3 años, dependiendo de la compensación lograda a través de los kilos producidos por animal, indicador que -por cierto- aun guarda un amplio margen de mejora.
Por otra parte, desde el lado de la demanda, no debe soslayarse el nuevo escenario exportador que se vislumbra tras el cambio de gobierno. La vehemencia con la que el nuevo gobierno proclama la liberalización del comercio internacional aporta en sí, certeza respecto de lo que puede esperarse en materia de políticas de exportación y nos remite ineludiblemente al crecimiento que experimentó el sector bajo la administración previa, tras la apertura del comercio.
Qué ocurrió en los últimos tiempos
El gobierno anterior, a través de sus políticas de reinserción al mundo, ha propiciado en sus cuatro años de gestión un crecimiento exponencial en las exportaciones de carne vacuna que traccionó un incremento sostenido de la producción. Pasamos de exportar menos de 200 mil toneladas en 2015 a 850 mil en 2019 generando un salto productivo de 2,7 a 3,1 millones de toneladas anuales, un 15% en cuatro años.
Contrariamente, durante la siguiente administración iniciada en diciembre de 2019, se observa un periodo de claro estancamiento tanto productivo como exportador, donde el único incremento de oferta se produce lastimosamente este año a costa de una mayor extracción.
Definitivamente, mayores exportaciones y acceso a nuevos mercados, significan mayor valor derramado para toda la cadena productiva. Tanto la unificación del tipo de cambio como la eliminación de las retenciones, eleva de manera directa e inmediata el poder de compra de la industria resultando en mayores ingresos para el productor. En efecto, la reciente medida tomada por el actual gobierno de extender el llamado “dólar exportador” habilitando liquidar hasta un 50% de las divisas ingresadas contra el dólar CCL contra el 30% previo, comienza a corregir parte de la brecha. Tomando las cotizaciones del último cierre, ese cambio en la proporción de liquidación, corrige la cotización de $510, a unos $614, lo que significa una mejora del 20% en el tipo de cambio que debería comenzar a trasladarse al productor.
En definitiva, más allá del tiempo que demande todo este ordenamiento, el sector ya cuenta con determinadas certezas que le permiten proyectar un cambio de ciclo ganadero, al menos dos años de oferta restringida que en un contexto de liberalización del comercio, indefectiblemente traccionara una mejora en los valores de la hacienda.
Comentarios