El gol de Alejo Véliz todavía sigue resonando en el Gigante de Arroyito y el eco se extendió hasta su pueblo natal, Bernardo de Irigoyen. Es una localidad que queda a 90 kilómetros de Rosario, con 2.800 habitantes, con gente amable, donde la siesta es sagrada a la tarde, donde tiene su parroquia Virgen Niña, la comisaría contigua al edificio comunal y la plaza no es central como todos los pueblos. Y en la calle principal está la casa de Cata y Heraldo, los abuelos “famosos” que fueron el pilar fundamental en la vida del goleador de Central.
"Nosotros lo acompañamos por todos lados a Alejito", dijo la abuela con la sonrisa en sus labios y los ojos brillosos de emoción. Todavía no lo vio desde el clásico: es que el nene, como le dicen cariñosamente, todavía no pudo viajar hasta el pueblo porque los compromisos que tiene con el equipo no le permitieron darse una vueltita por sus pagos.
Alejo no sólo de chico jugaba muy bien al fútbol, también bailaba malambo y esa habilidad le dio la posibilidad de llegar nada más y nada menos que hasta Cosquín y ganar el premio revelación juvenil en esa especialidad. "Bailaba muy bien y lo quería llevar a bailar a Uruguay una compañía de baile de allá, pero tuvo que elegir y se quedó con el fútbol", dijo la nona, que también tiene otros 15 nietos y bisnietos.
Pero siempre hay un privilegiado, o a quien se le da un poquito más de mimos y ése es Alejo. "Bueno, con todos tengo buen trato pero a Alejo lo llevamos por todos lados, cuando jugaba, cuando hacía malambo, y verlo en este momento me emociona", dijo Heraldo, también con lágrimas en los ojos.
Fue a probar suerte a Colón de Santa Fe y había quedado pero las condiciones económicas no ayudaban para poder afrontar los costos que significaba vivir en la capital de la provincia y regresó. Llegó la posibilidad de una prueba donde lo vieron en Central y allí quedó. "River lo había visto en esa prueba y lo querían llevar porque notaron algo distinto y también Newell's, que se durmió un poco y al final firmó en Central", dijo la abuela.
Véliz jugó de delantero en las inferiores, de volante, defensor y hasta de arquero en su pueblo porque era un pibe distinto en su juego y se adaptaba; además, su altura acompañaba y por tal motivo su entrenador Jani lo ubicaba donde lo necesitara para ganar el partido: "Si íbamos ganando le decía que pasara de dos, para que rechace todo porque era alto, y si necesitábamos hacer goles iba arriba porque sabía que convertía. Por eso salió goleador", disparó su primer entrenador, que todavía conserva una camiseta del jugador de su paso por inferiores.
Alejo gritó su primer gol en el clásico, las puertas de la popularidad se le abrieron ese jueves 21 de julio e ingresó en el corazón de los hinchas canallas. Esto recién comienza y el goleador ya anotó su nombre entre los privilegiados que convirtieron frente al eterno rival.