En más de una oportunidad los dirigentes de Newell's y Central calentaban la previa de los clásicos con mezquindades personales actuando más como hinchas que como verdaderos responsables institucionales. Llamaban a reuniones improductivas para evitar violencia pero ellos mismos la generaban y evitaban jugar amistosos o torneos entre ambos por el miedo a la derrota.
Muestra de cómo se manejan, en la actualidad, el propio Ricardo Carloni -siempre polémico-, que tuvo una desacertada aparición en redes diciendo que no se lo cuidaba a Ángel Di María invitándolo a la gran fiesta de Maxi Rodríguez, porque lo iban a insultar. Pero la gente no compró el agresivo e intolerante discurso y en el Coloso todos estuvieron a la altura de las circunstancias y demostraron que en Rosario se pueden hacer cosas no solo con seriedad sino también con respeto.
Cabe aclarar que el sábado no intervino en la organización el Estado, no estuvieron políticos, ni dirigentes, todo fue privado y a cargo del ex jugador leproso. MR11 mostró un ejemplo concreto que las 40 mil personas podían saludar, corear y aplaudir a los jugadores que se identificaban con Central como son Pocho Lavezzi y Ángel Di Maria y sin ningún inconveniente. El simpatizante, el fanático leproso, valoró el gesto de ambos sin olvidarse que el verdadero protagonista era el anfitrión.
El 24 de junio pudo haber sido el puntapié inicial, un antes y un después para cambiar una historia compleja en los clásicos de la ciudad. Quedó en claro que si un hombre como Maxi pudo, entonces se puede y ya no tendríamos que permitir más que dirigentes, políticos y fuerzas policiales nos hagan creer que Rosario no está capacitada para nuevos desafios futbolísticos del evento clásico mas importante del país.
Como sociedad también tenemos nuestra responsabilidad de llevar a esta ciudad a otro nivel, sin hechos violentos, sin insultos sin fanatismo desmedido como se vio el sábado, cuando quedó evidenciado que se puede vivir con pasión apelando a la razón.