La expectación mediática que generó la boda real entre el príncipe Enrique y Meghan Markle, desde este sábado ya duquesa de Sussex, supera, ampliamente otros enlaces monárquicos, gracias, en parte, al poder de seducción popular que general el amor entre un miembro de la realeza y una actriz americana.

La pareja eligió el Castillo de Windsor, a 35 kilómetros de Londres para darse su “sí, quiero”, el hogar de la reina Isabel II y la residencia de 40 reyes a lo largo de mil años. Desde primera hora de la mañana, incluso de la noche anterior, miles de personas ya esperaban en la calle de la localidad inglesa de Windsor la llegada de invitados y los propios novios.

 

La ceremonia se produjo en la capilla de San Jorge, vestida de gala y con motivos florales para recordar Ladi Di. 

 

Harry de Inglaterra llegó a pie a la iglesia cuando faltaba algo menos de media hora, acompañado de su hermano William, el padrino de boda, ambos en uniforme de gala militar.

 

La novia, con un vestido diseñado por Claire Waight Keller para Givenchy, decidió caminar en solitario a su entrada en la capilla, en una reafirmación de "independencia", y suprimió la fórmula "obediencia" al marido en los votos matrimoniales, siguiendo los pasos de princesa Diana. Arropada por su madre Doria hasta la llegada al templo, Meghan aprovechó la ausencia de su padre, Thomas, para eludir también el rito de "entrega" de la novia.

Alguna de las imágenes más tiernas se vivieron en el interior de la capilla. Los príncipes Enrique y Guillermo fueron unos de los últimos miembros de la familia real en entrar en el templo religioso, antes de que lo hiciera la reina Isabel II, de 92 años, junto a su marido, el duque de Edimburgo, de 96 años.

 

El Príncipe Carlos le acompañó sin más en la recta final hasta la altura del novio, vestido con el uniforme de capitán de los Marines para realzar su bagaje militar. Los Duques Sussex demostraron su complicidad en el momento del I will, precedido de amplias sonrisas de alivio que se propagaron entre los 600 invitados y quebraron la solemnidad de la ceremonia, que arrancó con un cántico inspirado en los versículos de San Juan.

La iglesia gótica del recinto amurallado de Windsor vibró luego el con el Stand by me de Ben E. King y con el This Little Light of Me de Etta James, con la voces del coro de góspel The Kingdom Choir, en un homenaje a las raíces afroamericanas de la novia. El arzobispo episcopal Michael Curry, curtido en la batalla de los derechos civiles, ofició el energético sermón y recordó las palabras de Martin Luther King: "Celebremos el poder del amor". El entusiasmo del reverendo Curry al proclamar "la confluencia de dos diferentes" hizo moverse en sus bancos a todos los invitados.

 

El esperado momento del intercambio de anillos provocó el espontáneo delirio que traspasó los muros de la fortaleza real. Millones de telespectadores siguieron en todo el mundo la ceremonia, culminada con el paseo en carroza de la pareja bajo un sol inusual y preveraniego en la campiña británica.

Rachel Meghan Markle y Henry Charles Albert David quisieron romper de entrada el protocolo y pidieron al arzobispo de Canterbury, Justin Welby, que les llamara por sus nombres de pila, Meghan y Harry. El reverendo Curry fue aún más allá y les llamó directamente "brother and sister" ("hermano y hermana"). Harry quiso ceder un protagonismo especial a la hermana de su madre, Jane Fellowes, que leyó la obligada la Canción de Salomón. La tradición dejó sin embargo paso a la modernidad, con la actuación estelar del joven violoncelista Sheku Kanneh-Mason, en una celebración final de la diversidad.

 

A la salida del templo se escucharon los vítores de la multitud y los recién casados se besaron ante los gritos de los allí congregados, antes de bajar por la escalinata cogidos de la mano. La reina Isabel de Inglaterra II concedió esta mañana el título de duque de Sussex a su nieto y, en consecuencia, Markle se ha convertido a su vez en duquesa al casarse con el príncipe Enrique, así como en “su alteza real”. A la 1.15 hora local (2.15 en España), con diez minutos de retraso sobre el plan original, los Duques de Sussex pasearon su recién estrenado título por las calles de Widnsor, subidos a una carroza Ascot Landau prestada para la ocasión para la Reina.

El Príncipe Carlos celebrará por la tarde una segunda fiesta, reservadísima esta vez a 200 invitados, en la cercana Frogmore House, donde la pareja pasará la noche de bodas. El próximo martes, Meghan y Harry devolverán el favor al heredero de la Corona, durante la fiesta anticipada de 70 cumpleaños de Carlos que será su primer actor oficial tras la boda. La luna de miel puede esperar.