La Conmebol, Confederación Sudamericana de Fútbol, hace enormes esfuerzos para que sus competencias se parezcan a las de la Uefa (Unión Europea), pero por ahora no lo logra. Por cuestiones geográficas y de geopolítica, en la primera semana de competencia se dieron un par de situaciones más parecidas a una travesía que a un partido de fútbol. Las situaciones de violencia quedarán para otro momento.
Más allá del nivel futbolístico de algunos equipos, francamente deplorable, River y Boca debieron afrontar verdaderas odiseas para llegar a sus lugares de competencia.
Ver a un plantel trasladarse durante más de tres horas en camionetas 4x4 a pocas horas de un partido es muy pintoresco, pero también poco serio. Muy alejado del súper profesionalismo que se pregona y por el que se trabaja.
En Potosí, donde jugó Boca, no hay aeropuerto para aviones de mediano porte y esta vez tampoco había alojamiento. El plantel auriazul viajó a Sucre y al otro día, el del partido, se trasladó en camionetas, en una hilera interminable, a la sede del partido. Por suerte para el grupo muy alternativo que eligió el entrenador Diego Martínez, el rival más importante que enfrentó fue la altura. El nivel futbolístico de Nacional Potosí es similar al de un equipo de la B Metropolitana argentina. Fue como afrontar un partido de Copa Argentina de primera ronda en la altura y con travesía incluida.
River tuvo que aterrizar en Cúcuta, ciudad colombiana limítrofe con Venezuela porque por razones ya conocidas, el país caribeño decidió prohibir que los aviones argentinos surquen el espacio aéreo venezolano.
En Cúcuta, hay que traspasar una muy precaria y exigente frontera y luego, ya en territorio venezolano, transitar en ómnibus o combis poco menos de 40 kilómetros por el precipicio, más de una hora y media de viaje, para llegar a San Cristóbal, un lugar muy caribeño donde juega Deportivo Táchira, un equipo de nivel de Primera Nacional de Argentina.
En el trayecto repleto de curvas hacia la sede del partido pueden observarse a los costados del camino montones de cruces que muestran el infortunio de quienes no pudieron llegar a destino.
La primera semana de copas Libertadores y Sudamericana dejó fútbol, algunas sorpresas, mucho colorido amateur y bastante que desear
Al menos River pudo descansar la noche previa en la sede del partido para después lidiar con el estado del campo de juego, un espanto, como históricamente sucede en el estadio Pueblo Nuevo.
Central tendrá dificultades similares cuando enfrente a Caracas. El plantel deberá viajar hasta el aeropuerto colombiano más cercano a la frontera y de ahí deberá trasladarse en ómnibus. Aunque no sufrirá con ningún precipicio.
La Confederación debe ponerse firme, exigente, con la sede de los partidos. Si los estadios no están en condiciones, hay que cambiar la localía.
Si las ciudades no pueden ofrecer el mínimo de comodidades para un plantel profesional, el partido debe trasladarse.
Aunque sea una competencia, la presentación del espectáculo es fundamental para jerarquizar el partido. Tanto que miran la Champions.
Nacional Potosí y Boca debieron jugar en Sucre. Y Deportivo Táchira-River, en Colombia. Qué culpa tiene el club de Núñez que Argentina y Venezuela tengan problemas diplomáticos.
Salvando las distancias, Ucrania juega de local en países neutrales y Rusia está sancionado y no compite. La Uefa está involucrada en el conflicto y toma decisiones, ejecuta.
No sólo hay que parecerse, sino serlo.
La primera semana de copas Libertadores y Sudamericana dejó fútbol, algunas sorpresas, mucho colorido amateur y bastante que desear.
No se condice con las cifras multimillonarias que entrega la Confederación Sudamericana.