Dicotomía temporal, la existencia simultánea de dos realidades opuestas. En el mismo momento donde se impulsa un recorte al presupuesto universitario, se destaca el rol de Domingo Sarmiento en la historia Cultural Argentina.

En la semana donde las tensiones agigantan la grieta que el Kirchnerismo le planteó al debate político, Milei redobla apuestas lejos de cualquier gesto que acuerdo. El “ellos” o “nosotros”, es el dogma que alienta a la tropa del presidente. En estas calles se respira el código de una guerra que entusiasma a soldados de ambos lados de esa grieta.

El “zurdos de mierda”, los “comunistas asesinos”, los “parásitos”, los “degenerados fiscales” en fin: la “casta”. Aludidos e insultados se agrupan por el disenso y salen a cazar a los golpes como bestias a quienes promueven en las redes sus textos incendiarios. Bancar con el cuero lo que se dice con la lengua, es el argumento que alienta a unos y otros con una peligrosa irresponsabilidad.

Quienes bautizaron Centro Cultural Kirchner a la mayor inversión de obra pública en edificios para tal fin no se escandalizaron, ni replicaron, la acción de Milei. Cambiar la señalética, los carteles, y toda historia que ligue al exgobernador de Santa Cruz con el edificio, era esperado por esa lógica de “usar la lapicera para gobernar”. Y Milei lo hace. Tintas gastadas de tanta firma. Acaso, inútil, el gesto que le suplicó Cristina al Alberto Fernández, como símbolo de la fuerza política

El sanjuanino impulsó fuertemente la educación pública y la cultura. Fundó ochocientas escuelas en todo el país, de ese modo la población escolar aumentó de treinta mil a cien mil alumnos. Impulsó la creación de Bibliotecas populares y se realizó el primer Censo Escolar. Creó el Observatorio Astronómico de Córdoba, la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas. Los manuales lo recuerdan como el padre de la educación pública, el padre de las aulas. La historia le dedicó un himno que cantamos todos los años en nuestra formación académica primaria. La doctrina histórica que nadie discutía como tal.

La famosa, y para sus defensores descontextualizada, frase de Domingo Faustino Sarmiento a Bartolomé Mitre en su carta de 1861, “no ahorre sangre de gaucho”, reflejaba el pensamiento de Sarmiento sobre los gauchos y su papel en la sociedad argentina de esa época. Sarmiento veía a los gauchos como un obstáculo para el progreso y la civilización que él deseaba para el país. Para él, los gauchos representaban un sector atrasado y rebelde, vinculado al caudillismo y a la vida rural, que no encajaba en su proyecto de modernización y urbanización de Argentina, centrado en la educación, el orden, y el desarrollo de las ciudades.

“No trate de economizar sangre de gauchos. Este es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre es lo único que tienen de seres humanos”, es el textual de la carta.

Cuando Sarmiento escribió esta frase, en un contexto de guerra civil entre unitarios (liderados por Mitre) y federales, él sugirió que, en el proceso de imponer el orden y el progreso que imaginaba, no debía haber reparos en eliminar a los gauchos si se oponían. Para Sarmiento, la sangre de los gauchos era un “precio” necesario para transformar el país en una nación civilizada según sus ideales.

Tanto como Milei, Kirchner creyó y financió la batalla cultural. Tuvo una idea de país organizado por el ideario de una generación que incluso había usado la violencia política para ganar los espacios del debate. Distribuyó recursos del estado para casi de manera clientelar tener “a los influencer de la cultura de su tiempo” aplaudiendo y recibiendo esa distribución de riquezas. El cine, la tele, los medios, la música. La sangre del gaucho florecida en su revancha más de un siglo después de la carta de Sarmiento a Mitre.

Como dicen los historiadores, nuestro presente también será el resumen de nuestros peores desencuentros históricos.

También somos un país de bestias peleando en cada esquina para dirimir quien pasa primero

No hay mesa que reúna a las mejores intenciones cívicas para trabajar por un país mejor. Ni siquiera en post de la educación pública argentina, donde la mitad de los estudiantes secundarios que ingresan no terminan o solo el 5% de los jóvenes de los sectores más pobres logran ingresar a la universidad.

Los rebeldes, a la idea que la grieta les impone a los habitantes, son devorados por ese mismo pantano donde el negocio es la defensa religiosa del dogma. Fanáticamente.

La cacería al youtuber (y su delivery defensor) en la marcha en favor de la universidad, resultó un sospechoso paso de tragedia política. Los que defendían el conocimiento y el estudio público queriendo linchar a las piñas a un disidente de la idea. Otra contradicción que sucumbe. También somos un país de bestias peleando en cada esquina para dirimir quien pasa primero.

Fabricar el enemigo. Un negocio que en tiempos electorales simplifica los bandos. Milei es presidente gracias a la idea de no querer (a cualquier precio) que gobiernen los mismos de siempre. Y sobre esa lógica opera el armado del debate actual.

Pensar que en la Universidad se esconden los males argentinos es parte del cinismo publicitario que alienta la promoción electoral. Sus desastres o desfalcos administrativos deben auditarse y de existir sancionarse con ejemplaridad. Y la tarea no debiera ser complicada para un gobierno de matemáticos y economistas.

No hay corazón ni empatía. Solo una calculadora que también puede fallar. Estamos en guerra, y como siempre sucede. lo primero que muere será la verdad.