A finales de 2019, los astrónomos comenzaron a notar un comportamiento extraño en la Betelgeuse, una de las estrellas de la constelación de Orión y una de las más grandes y brillantes del cielo nocturno. El resplandor de Betelgeuse se estaba debilitando, llegando a comienzos de 2020 a reducir su luminosidad hasta un 36%, un fenómeno observable a simple vista, lo que llevó a conjeturar sobre si podría ser un indicio de que la estrella estaba a punto de explotar como supernova.
Ubicar la constelación de Orión en una noche estrellada es muy sencillo una vez que logramos encontrar a “Las tres Marías”, ya que ellas forman el “Cinturón de Orión”. Los antiguos griegos nombraron esta constelación en honor a un personaje mitológico, un cazador habilidoso, valiente y arrogante, capaz de matar cualquier animal con sus propias manos. Como esta agrupación estelar fue bautizada en el hemisferio norte, desde nuestra ubicación en el hemisferio sur la vemos invertida, con la cabeza de Orión hacia abajo. Rigel, una estrella resplandeciente, representa uno de sus pies, mientras que Betelgeuse, brillante y naranja, hace de uno de sus hombros.
Betelgeuse es una supergigante roja, una estrella enorme aproximadamente 700 veces más grande que el Sol y de una edad estimada en 8 millones de años. Se encuentra a unos 650 años luz de la Tierra, relativamente cerca en términos astronómicos, pero extraordinariamente descomunal en comparación con las distancias a las que estamos acostumbrados.
“Betelgeuse es una estrella muy envejecida, que ha ido aumentando su tamaño debido a cambios complejos en su núcleo, pero disminuyendo su densidad”, explica el Dr. en Astronomía Roberto Aquilano a Rosario3. “Sabemos por todos los estudios que se han hecho a través del tiempo, que en el futuro está destinada a terminar en una explosión de supernova. Ahora, dentro de los tiempos astronómicos, en estos casos puede ser mañana mismo como puede ser dentro de mil años o diez mil años, no lo sabemos”, precisa Aquilano.
Cuando Betelgeuse empezó a perder su brillo, los científicos comenzaron a preocuparse. "Parecía que estaba ocurriendo un fenómeno inesperado, ya que la estrella siempre había sido considerada como candidata a convertirse en supernova, es decir, una estrella que explota y se rompe”. Sin embargo, lo que sucedió posteriormente contradijo las ideas previas sobre lo que estaba pasando. “Después recuperó el nivel de luminosidad normal, y eso ya complicó un poco lo que se venía pensando en ese momento”, describe el astrónomo.
De acuerdo a diferentes observaciones realizadas tanto desde el telescopio espacial Hubble como desde la Tierra, el oscurecimiento en el brillo de la estrella a fines de 2019 y principios de 2020 se debió a una expulsión masiva de material caliente hacia el espacio. “Esta inmensa cantidad de material formó una especie de nube de polvo, bloqueando la luz de la propia estrella”, cuenta Aquilano.
Expulsar material es algo que las estrellas hacen de manera rutinaria; sin embargo, en esta ocasión la erupción de Betelgeuse envió al espacio una cantidad de masa 400 mil millones mayor a la que habitualmente se emite en una eyección de masa coronal, con un peso varias veces mayor que el de la Luna. “Muchos telescopios terrestres también observaron que la estrella disminuía el brillo fundamentalmente en el hemisferio sur, no era en toda la estrella. Así que lo más creíble hasta el momento es que Betelgeuse había expulsado al espacio plasma supercaliente, interfiriendo con su luminosidad”, detalla el especialista.
Luego de este peculiar acontecimiento, la estrella continuó con sus actividades habituales; es decir, consumiendo su combustible nuclear y liberando grandes cantidades de energía en forma de luz y calor hacia el espacio. Hasta que en abril de este año volvió a mostrar un comportamiento inusual y poco común. Esta vez, en lugar de disminuir su fulgor, aumentó casi un 160%. Este fenómeno está siendo investigado por los astrónomos, quienes barajan diferentes explicaciones posibles, entre ellas que Betelgeuse esté en efecto llegando al final de su vida y eventualmente explote como una supernova.
“Si en algún momento Betelgeuse se transforma en una supernova será un espectáculo maravilloso, pero no afectará para nada la Tierra”, tranquiliza Aquilano. “Será visible como una de las estrellas más brillantes del firmamento, incluso durante el día, y se la podrá observar durante algunos meses. Con el tiempo, desaparecerá en el cielo, convirtiéndose en una estrella de neutrones o en un agujero negro”, explica el astrónomo. Afortunadamente, nos protege la distancia, ya que si una supernova estallara a menos de 50 años luz de la Tierra, las consecuencias para la vida podrían ser catastróficas.
Si bien es un hecho poco común, en el pasado se han registrado algunas supernovas sucedidas en nuestra galaxia, la Vía Láctea, que fueron descritas por varios astrónomos de diferentes culturas, como la ocurrida en el año 1006 y que dio origen a la Nebulosa del Cangrejo. “En 1572 Tycho Brahe hizo observaciones a simple vista, porque en ese momento no existía el telescopio y registró una supernova en la constelación de Casiopea, y Johanes Kepler también registró una supernova en 1604”, cuenta Aquilano. “La mayoría de las supernovas que se observan son en otra galaxia, así que si en este caso Betelgeuse se transformase en una supernova será un caso único, extraordinariamente importante para la investigación científica astronómica”, indica.
Una supernova es una de las explosiones más poderosas conocidas en el universo, capaz de liberar en pocas semanas una cantidad de energía similar a la que emite el Sol a lo largo de toda su vida útil, que es de aproximadamente 10 mil millones de años. Además, durante la explosión, expulsa materia al espacio a velocidades que pueden alcanzar los 40.000 kilómetros por segundo, produciendo un brillo tan intenso que puede eclipsar a galaxias enteras.
Curiosamente, aunque las supernovas son fenómenos cataclísmicos, también son fuentes de vida. Como reflexiona el Dr. Aquilano, "somos polvo de estrellas", tal como afirmó Carl Sagan. “Nuestro sistema solar, los planetas, los cometas y los asteroides nacieron de los restos de una supernova hace miles de millones de años. El oxígeno que respiramos, el hierro que circula por nuestra sangre, el calcio que fortalece nuestros huesos... Todos estos elementos se formaron en el interior de una estrella, y esa estrella tuvo que haber explotado para que esos componentes hubieran salido al espacio, desparramándose en todos los objetos que se crearon alrededor de nuestro Sol. De allí que la vida tenga elementos formados en el interior de las estrellas. Una paradoja, los elementos más terribles, son los elementos más importantes para generar la vida”, concluye.
Es muy difícil que tengamos la suerte de ser testigos directos de un hecho tan excepcional como una supernova en nuestra propia galaxia, pero no imposible. Para la ciencia, sería de una importancia superlativa, permitiendo estudiar en profundidad la evolución de las estrellas y ayudando a desentrañar los secretos del universo. Para nosotros, un humilde recordatorio de la inmensidad del cosmos y de nuestro lugar insignificante en él.