La historia de Aron Jóhannsson es tragicómica. Es un atacante que un día, frustrado porque pensaba que su selección Islandia nunca iría a un Mundial, se nacionalizó como ciudadano de Estados Unidos, país que fue una fija en las últimas Copas del Mundo. Lo que Aron no tuvo en cuenta es que esta vez podía fallar. Y falló.
El final de la historia es conocida. Islandia, un país de 330.000 habitantes y sólo 72 futbolistas profesionales, logró su histórica clasificación a Rusia 2018. Y Estados Unidos se quedó afuera por el “gol fantasma” de Panamá.
Jóhannsson nació en Alabama, Estados Unidos, en 1990. Sus padres son islandeses y por ese entonces regresaron a la isla europea, así que Aron pasó toda su infancia en Islandia y finalmente fichó para el Aarhus de Dinamarca en 2010 y luego en el AZ Alkmaar de Holanda.
El futbolista comenzó a ser citado a las selecciones juveniles de Islandia, pero Jurgen Klinsmaan, histórico delantero alemán que fue seleccionador estadounidense, lo convenció de apostar por su nacionalidad de origen.
La posibilidad de jugar un Mundial en el futuro fue determinante para que Aron acepte defender la camiseta de Estados Unidos, presente de forma ininterrumpida en los Mundiales de fútbol desde Italia 1990. Pero esta vez la cosa salió al revés.