En el deporte, tal como ocurre en todos o en la mayoría de los estamentos de la sociedad, la mujer ocupa un rol cada vez más preponderante. Y los Juegos Olímpicos son un fiel ejemplo de ello.
"El deporte femenino no es práctico, ni interesante, ni estético, además de incorrecto. Los Juegos deben estar reservados a los hombres. El papel que la mujer debería desarrollar en los Juegos es el mismo que desarrollaron en la Grecia Antigua: coronar a los vencedores" semejante pensamiento machista podría hasta pasar inadvertido si no fuera porque el autor de la frase es nada menos que el Barón Pierre de Coubertin, impulsor de los Juegos Olímpicos modernos.
Pese a ello, las mujeres fueron superando barreras creadas por estereotipos sociales y culturales y de a poco fueron ganando terreno en el olimpismo.
El mejor ejemplo de las dificultades y los prejuicios que había en torno a ellas es que en los primeros juegos, celebrados en Atenas en 1896, las mujeres estuvieron totalmente ausentes. No hubo en el cronograma ningún deporte en la rama femenina.
Cuatro años más tarde, en París 1900, aparecieron las primeras 6 mujeres "olímpicas" participando del torneo de tenis. De allí en más, el deporte femenino fue creciendo hasta la actualidad, donde, al menos en la cita olímpica, las diferencias son cada vez menores.
En Amsterdam 1928 cerca de 300 mujeres compitieron (aproximadamente el 10% del total de deportistas), para Montreal 1976 fueron alrededor del 20%, en Atlanta 1996 la cifra ya había subido al 35% y en Tokyo se espera que más del 49% sean mujeres.
En las delegaciones nacionales, esas diferencias fueron muy notorias: en los primeros 100 años de competencia, hasta Atlanta 1996 inclusive, las representantes femeninas solamente habían conseguido tres medallas de 50 totales (Jeannette Campbell en Berlín 1936 en natación, Noemí Simonetto en salto en largo en Londres 1948 y Gabriela Sabatini en tenis en Seúl 1988, todas de plata).
Mientras que en este siglo, 10 de las 24 medallas totales ganadas por las delegaciones argentinas fueron obtenidas por mujeres, incluyendo los primeros dos oros conseguidos por Paula Pareto en judo y Cecilia Carranza en Yachting, ambas en Río 2016.
Tan preponderante fue la presencia de la mujer en los Juegos que hasta la aparición del multicampeón Michael Phelps, la gimnasta ucraniana Larisa Latynina era la atleta que más medallas había conquistado (18 totales incluidas 9 doradas entre Melbourne 1956 y Tokyo 1964).
Tomó 125 años que la participación fuera "casi" igualitaria. Por suerte, las palabras de Cubertin ya forman parte del patriarcado de otrora. De seguir sus recomendaciones, el mundo se hubiera privado de talentos como los de la propia Larisa Latynina, Nadia Comaneci, Yelena Isinbayeva, Luciana Aymar y tantas otras que hubo y que vendrán.