El serbio Novak Djokovic no tuvo rival en el surafricano Kevin Anderson, y lo venció por 6-2, 6-2 y 7-6 (3) en dos horas y 16 minutos, en una final desigual, para ganar el título de Wimbledon por cuarta vez y el quinto en hierba de su carrera.
Triunfador en el All England Club antes en 2011-14-15, Djokovic lleva ya 13 títulos del Grand Slam, el último de ellos desde Roland Garros en 2016, y 69 en el total de su carrera, primero este año después de .
Tras una gran exhibición, aunque tuvo que salvar dos puntos de set en el décimo juego del tercer parcial y otros tres en el duodécimo, todos ellos con su servicio, Djokovic mostró su alegría de una forma poco habitual.
Se arrodilló en la pista y luego, tras abrazar a su rival se comió unas briznas de hierba, en una pista en la que tuvo que abandonar el pasado año en cuartos cuando perdía ante el checo Tomas Berdych, por 7-6 (2) y 2-0, debido a una lesión en el codo derecho.
Djokovic está ya a un grande del estadounidense Pete Sampras, a cuatro del español Rafael Nadal y a siete del suizo Roger Federer.
Esta victoria conlleva un cheque por 2,2 millones de libras (2,9 millones de dólares, 2,5 millones de euros), y Djokovic regresará este lunes al 10 del mundo, el más alto desde mayo de este año cuando descendió al 22, quedando fuera de los 20 primeros, por primera vez en 11 años.
El serbio se ha convertido en el campeón con ránking más bajo en ganar el título desde el croata Goran Ivanisevic en 2001, cuando era el 125. Y también el de clasificación más baja en hacerse con un Grand Slam, desde el argentino Gastón Gaudio, entonces 44, ganando Roland Garros en 2004.
Los cuatro títulos de Wimbledon le sirven para igualar con Reggie Doherty, Rod Laver y Anthony Wilding.
Su triunfo le da la razón tras volver con su entrenador de siempre, el eslovaco Marian Vajda a comienzos de la temporada de tierra batida. Ya con Vajda en su equipo ha logrado las semifinales de Roma, la tercera ronda de Montecarlo, y la final de Queen's, ya sobre hierba.
Por tercera vez consecutiva, la final masculina se cerró con solo tres sets de lucha, tal y como sucedió en la de 2016 con el británico Andy Murray, campeón ante el canadiense Milos Raonic, y la del año pasado, con Roger Federer ante el croata Marin Cilic, y tuvo como rivales a los dos hombres que dejaron en el camino (Anderson a Federer y Djokovic a Nadal) a los que protagonizaron la mejor de todos los tiempos hace diez años.
Anderson, finalista en la del Abierto de Estados Unidos el pasado año, no pudo dar más de si. Había ganado en octavos al francés Gael Monfils en cuatro sets, y por primera vez, y luego mantuvo dos titánicas luchas, contra Federer en cuartos, levantando una bola de partido, y contra el estadounidense John Isner, en estos dos últimos duelos a cinco mangas.
Contra el americano, ganando el tercer partido más largo de la historia del tenis, de seis horas y 30 minutos, y el más largo disputado nunca antes en la pista central de Wimbledon.
Había llegado Anderson a la final, sin fuerzas, con 21 horas y un minuto de trabajo, mientras que Djokovic necesitó 15 horas y 34 minutos, cinco horas y 15 minutos (en dos días) de ellos contra el español Rafael Nadal en semifinales.
Su cuerpo estaba tan magullado que a las cuatro de la madrugada del viernes al sábado se despertó con intensos dolores en los pies y tuvo que llamar a su físio, el portugués Carlos Costa, con quien trabaja desde hace dos años, para que le tratara durante hora y media.
Pero su orgullo y el sueño de convertirse en el primer surafricano en ganar el título de Wimbledon, el segundo de esta nacionalidad en triunfar en el Grand Slam (Johan Kriek en el Abierto de Australia de 1981) y el segundo africano en triunfar en el All England Club (Jaroslav Drobny, representando a Egipto, lo ganó en 1954), le sirvió para sobreponerse al dolor.
Y así saltó a la pista a luchar contra un rival que le había derrotado ya dos veces antes en este torneo (2011 y 2015) y cinco de las seis veces que se habían enfrentado.
Djokovic concedió pocas opciones. Ganó el partido sin hacer nada especial, salvando los cinco puntos de set en el tercer parcial, con solo 13 errores no forzados, rompiendo al gigante de Johannesburgo (2,03 metros) en 4 ocasiones, y sin ceder su saque en las 4 ocasiones, que Anderson dispuso.
El público de la central, sabedor del enorme desgaste que Anderson había realizado hasta llegar a la final, se puso descaradamente a su lado, aplaudiendo a rabiar cada punto suyo como si fuera una hazaña, como cuando logró, después de una hora y 44 minutos de partido, su primer punto de rotura (4-3 en el tercer set), o los 5 puntos de set que encadenó en total.
De haber ganado la final, Anderson se hubiera convertido en el segundo jugador que con mayor edad, 32 años y 58 días, habría triunfado en un torneo del Grand Slam desde que comenzó la Era Open, después del español Andrés Gimeno, campeón en Roland Garros 1972, con 34 años y 206 días, y el 15º jugador en ganar Wimbledon en su primera tentativa.
Triunfador en el All England Club antes en 2011-14-15, Djokovic lleva ya 13 títulos del Grand Slam, el último de ellos desde Roland Garros en 2016, y 69 en el total de su carrera, primero este año después de .
Tras una gran exhibición, aunque tuvo que salvar dos puntos de set en el décimo juego del tercer parcial y otros tres en el duodécimo, todos ellos con su servicio, Djokovic mostró su alegría de una forma poco habitual.
Se arrodilló en la pista y luego, tras abrazar a su rival se comió unas briznas de hierba, en una pista en la que tuvo que abandonar el pasado año en cuartos cuando perdía ante el checo Tomas Berdych, por 7-6 (2) y 2-0, debido a una lesión en el codo derecho.
Djokovic está ya a un grande del estadounidense Pete Sampras, a cuatro del español Rafael Nadal y a siete del suizo Roger Federer.
Esta victoria conlleva un cheque por 2,2 millones de libras (2,9 millones de dólares, 2,5 millones de euros), y Djokovic regresará este lunes al 10 del mundo, el más alto desde mayo de este año cuando descendió al 22, quedando fuera de los 20 primeros, por primera vez en 11 años.
El serbio se ha convertido en el campeón con ránking más bajo en ganar el título desde el croata Goran Ivanisevic en 2001, cuando era el 125. Y también el de clasificación más baja en hacerse con un Grand Slam, desde el argentino Gastón Gaudio, entonces 44, ganando Roland Garros en 2004.
Los cuatro títulos de Wimbledon le sirven para igualar con Reggie Doherty, Rod Laver y Anthony Wilding.
Su triunfo le da la razón tras volver con su entrenador de siempre, el eslovaco Marian Vajda a comienzos de la temporada de tierra batida. Ya con Vajda en su equipo ha logrado las semifinales de Roma, la tercera ronda de Montecarlo, y la final de Queen's, ya sobre hierba.
Por tercera vez consecutiva, la final masculina se cerró con solo tres sets de lucha, tal y como sucedió en la de 2016 con el británico Andy Murray, campeón ante el canadiense Milos Raonic, y la del año pasado, con Roger Federer ante el croata Marin Cilic, y tuvo como rivales a los dos hombres que dejaron en el camino (Anderson a Federer y Djokovic a Nadal) a los que protagonizaron la mejor de todos los tiempos hace diez años.
Anderson, finalista en la del Abierto de Estados Unidos el pasado año, no pudo dar más de si. Había ganado en octavos al francés Gael Monfils en cuatro sets, y por primera vez, y luego mantuvo dos titánicas luchas, contra Federer en cuartos, levantando una bola de partido, y contra el estadounidense John Isner, en estos dos últimos duelos a cinco mangas.
Contra el americano, ganando el tercer partido más largo de la historia del tenis, de seis horas y 30 minutos, y el más largo disputado nunca antes en la pista central de Wimbledon.
Había llegado Anderson a la final, sin fuerzas, con 21 horas y un minuto de trabajo, mientras que Djokovic necesitó 15 horas y 34 minutos, cinco horas y 15 minutos (en dos días) de ellos contra el español Rafael Nadal en semifinales.
Su cuerpo estaba tan magullado que a las cuatro de la madrugada del viernes al sábado se despertó con intensos dolores en los pies y tuvo que llamar a su físio, el portugués Carlos Costa, con quien trabaja desde hace dos años, para que le tratara durante hora y media.
Pero su orgullo y el sueño de convertirse en el primer surafricano en ganar el título de Wimbledon, el segundo de esta nacionalidad en triunfar en el Grand Slam (Johan Kriek en el Abierto de Australia de 1981) y el segundo africano en triunfar en el All England Club (Jaroslav Drobny, representando a Egipto, lo ganó en 1954), le sirvió para sobreponerse al dolor.
Y así saltó a la pista a luchar contra un rival que le había derrotado ya dos veces antes en este torneo (2011 y 2015) y cinco de las seis veces que se habían enfrentado.
Djokovic concedió pocas opciones. Ganó el partido sin hacer nada especial, salvando los cinco puntos de set en el tercer parcial, con solo 13 errores no forzados, rompiendo al gigante de Johannesburgo (2,03 metros) en 4 ocasiones, y sin ceder su saque en las 4 ocasiones, que Anderson dispuso.
El público de la central, sabedor del enorme desgaste que Anderson había realizado hasta llegar a la final, se puso descaradamente a su lado, aplaudiendo a rabiar cada punto suyo como si fuera una hazaña, como cuando logró, después de una hora y 44 minutos de partido, su primer punto de rotura (4-3 en el tercer set), o los 5 puntos de set que encadenó en total.
De haber ganado la final, Anderson se hubiera convertido en el segundo jugador que con mayor edad, 32 años y 58 días, habría triunfado en un torneo del Grand Slam desde que comenzó la Era Open, después del español Andrés Gimeno, campeón en Roland Garros 1972, con 34 años y 206 días, y el 15º jugador en ganar Wimbledon en su primera tentativa.