El bien contra el mal. Esa es la lucha que según el intendente Pablo Javkin se libra en Rosario y el planteo conceptual que hizo en su discurso de inauguración del período de sesiones ordinarias del Concejo Municipal. En un desafío de esa magnitud, desde esa óptica, no hay margen para no unirse y buscar los consensos necesarios para acordar las políticas que se necesitan para combatir el narcodelito.
Esa fue su apelación principal, más allá de la enumeración de obras hechas y por hacer, del anuncio de la creación de una agencia municipal para prevenir adicciones y también de la descripción de un marco general desfavorable para la ciudad durante su gestión: pandemia, crisis económica, ecocidio y el avance de la violencia narco.
Si la lucha es del bien contra el mal no hay matices. Es una fórmula que simplifica en el discurso cuestiones de origen y resolución compleja: el nacrotrafico, la violencia, la pobreza. Se está de un lado o del otro.
“Los buenos”, dijo varias veces Javkin para hablar de los vecinos de esos barrios en los que a las 6 de la tarde no se puede estar en la calle porque las balas cruzan de un lado a otro, de los trabajadores que antes de salir de su casa miran a un lado y a otro por si acecha algún peligro, de quienes siguen apostando a la producción y convirtieron a Rosario en el “departamento de mayor desarrollo industrial del país”. Y, claro, de él mismo, de su equipo, y de los concejales. ¿Y los malos? ¿Son solos los narcos?
En su convocatoria a la unidad y el consenso, Javkin hizo un llamado de atención también a provincia y Nación: “Ni Rosario ni Argentina pueden darse el lujo de perder el tiempo en peleas inútiles mientras matan a nuestra gente. La lucha contra el narco y la mafia requiere, a pesar de los profundísimas diferencias, que nos unamos en serio”.
También instó a recuperar eso que podríamos llamar rosarinidad: el espíritu que llevó a esta ciudad a ser “un lugar maravilloso, rebelde, creativo, que emprende, crea, produce, aporta”. En definitiva, a recargar la autoestima de una ciudad que se soñó y supo ser muy diferente a lo que es hoy y cuyo aporte fue fundamental para que también la Argentina se pensara como un país pujante, lleno de posibilidades, muy distinto a este conglomerado de frustraciones que son su marca actual.
Fue un discurso político y sentimental el de Javkin, a quien por momentos, y sobre todo a la salida del recinto, se lo vio algo cansado después de días muy intensos, también emocionado. Habló en tono amable, no hubo gritos, acorde al carácter institucional de la jornada.
Eso alcanzó para que muchos de los que colmaron la barra del Concejo, fundamentalmente empresarios, representantes de organizaciones sociales y de la Justicia, y también familiares de víctimas de la violencia que atraviesa la ciudad, lo celebraran: lo sintieron empático, sereno, y comulgaron con el intento de ponerse por encima de las diferencias políticas con un llamado al consenso sin chicanas ni exclusiones.
En cambio, entre los referentes políticos, tanto concejales como legisladores provinciales y nacionales, no fue tan así. Desde el socialismo entendieron que faltó fuerza en los reclamos a la Nación y la provincia, mientras que desde el peronismo y Ciudad Futura cuestionaron que su planteo sobre el tema seguridad se haya limitado a lo que pasa en los barrios, en el territorio, sin poner el foco en los sectores financieros que se dedican al lavado de dinero y se enriquecen con la plata sucia que llega del narcotráfico. “¿De qué lado están esos para el intendente, de los buenos o de los malos?”, cuestionó una edila de ese sector.
Mientras tanto, representantes de sectores que hoy son aliados cercanos al intendente, elogiaron el tono general del discurso pero a la vez señalaron lo que creen es hoy un déficit de la administración Javkin: dificultades y cierta lentitud en la gestión, cuestión que en gran parte adjudican al personalismo y la tendencia a centralizar decisiones de un intendente al que le cuesta delegar.
“Hacemos nuestra parte”, es el eslogan de la gestión municipal, una consigna que apunta a dejar en claro que el gobierno de la seguridad pública es una responsabilidad que la excede. Después del discurso, la sensación es que Javkin, un animal político acostumbrado a plantarse ante los micrófonos, dice lo que hay que decir. Si hace lo que hay que hacer es otra discusión.