El Día por la Memoria, Verdad y Justicia tuvo una vez más una potente demostración en las calles. Cientos de miles de personas en todo el país se movilizaron para ratificar que la democracia es intocable y repudiar el golpe de estado de 1976. Son los dos pilares sobre los que descansa un consenso de hierro que permanece inconmovible desde hace 40 años. Y quizás sea el único gran sueño alcanzado de los muchos que el pueblo argentino imaginó en aquel diciembre de 1983 que todavía son deuda, y que Raúl Alfonsín sintetizó en “con la democracia se come, se educa y se cura”.

Se presentan nuevo desafíos a ese consenso histórico, que tiene la virtud de abrir, en lugar de cerrar, un debate con las nuevas generaciones sobre la dictadura y la violencia política en Argentina (se recomienda sobre el tema el documental “Tres cosas básicas”, recientemente estrenado del director Francisco Matiozzi Molinas). 

Uno de esos desafíos es Javier Milei y los personajes que lo acompañan. El diputado de la Libertad Avanza pasó de ser “el peluca revuelta” que entretenía audiencias televisivas a incentivar y capturar el voto de la antipolítica, que despliega teorías económicas que van desde hacer desaparecer el Banco Central y que el Estado deje de hacer obra pública, hasta crear un libre mercado de órganos humanos. La simpatía que despierta en grupos como el que intentó el magnicidio de la vicepresidenta y sus violentas reacciones como días atrás con la periodista de TN Jésica Bossi indican que los desafíos a la democracia se renuevan constantemente. En este caso Milei es el más agudo (aunque no el único) presentador de soluciones infantilmente fáciles para problemas de enorme complejidad. Lleva al extremo la descalificación, estigmatización y culpabilización de ideas políticas como forma de clausurar cualquier debate o cuestionamiento. Hoy mismo Milei tensiona las fronteras entre la democracia y el autoritarismo desde un lugar de supuesto no-poder. Brasil y Bolsonaro tienen algo para enseñarnos sobre las consecuencias de algunos personajes caricaturescos.

Quizás el más aturdido con la irrupción de Milei sea Juntos por el Cambio, porque se lleva una tajada de un electorado que dos años atrás contaba como propio. Por el contrario, en el peronismo sacan cálculos en la mesa de arena: quizás Milei ayude indirectamente a sacar en primera vuelta 10 puntos de diferencia al segundo y evitar el escenario derrotista que las encuestas plantean en caso de balotaje. Claro que antes de esas especulaciones debería asegurarse algo de armonía interna y un candidato que lo eleve hasta los 40 puntos.

El paso de Mauricio Macri por Rosario, entre otras cosas, tuvo que ver con estos temas. Es desolador ver que un ex presidente le ponga “peros” al respeto de los derechos humanos sabiendo lo que la experiencia Argentina significa en muchos lugares del mundo, en especial Occidente.

"Respeto los derechos humanos, pero los del siglo XXI, que la gente tenga acceso a oportunidades, esos son los derechos por lo que tenemos que pelear, no de lo que yo llamé «el curro de los derechos humanos», seguir viviendo después de 40 años de una tragedia que vivimos, que hemos condenado pero no es la agenda de hoy, la agenda de hoy es defender los derechos de los chicos que nacen y no tienen acceso a igualdad de oportunidades", dijo el lunes en Rosario.

Claro que la lucha por los derechos humanos no termina en un período histórico ni es patrimonio de un gobierno (en el caso de Argentina, ni siquiera es patrimonio de los gobiernos, aunque algunos hayan empujado más que otros), pero ¿cómo es posible que el ex presidente de la Nación lo reduzca a “una tragedia que vivimos”, que “ya condenamos”, y que “no es la agenda de hoy”? 

Macri sabe que hay cientos de personas a las que todavía no se les pudo restituir su identidad. Sabe que todavía hay miles de desaparecidos. Que hay Madres y Abuelas que aún no hallaron a sus hijos nietos. Que hay un millar de asesinos, violadores, apropiadores de niños que todavía no llegaron a un juicio. Sigue siendo presente. Como ex jefe de Estado Macri sabe que para la Justicia argentina y para las leyes la desaparición de personas y la apropiación de niños son delitos que no cesan “hasta tanto la persona no sea hallada o restituida su identidad”. Es decir, un delito bien presente, mientras él descalificaba la lucha de los organismos de derechos humanos desde el salón Metropolitano de Rosario. Debería saber Macri que los libros de historia hablarán mucho más de Las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo que de él y su gobierno.

En este tema Macri demuestra no haber aprendido de su propia historia. Cuando estuvo al frente del Estado, promovió a dos jueces de la Corte Suprema de forma inconstitucional, por decreto. Y si bien logró que el Congreso emprolijara esa situación, a poco de andar quedó claro que ambos magistrados habían tomado el compromiso de cumplir con lo que Macri llama la “agenda de hoy” y que implicaba sacar de las cárceles a los condenados por asesinato, torturas, violaciones y robo de bebés. Ese fallo del 2x1 a los represores lo frenaron los anticuerpos que el retorno de la democracia inoculó en la sociedad argentina, y que este viernes volvió a visibilizarse en las calles de todo el país. Macri repite su error al insistir, aún hoy, en que se trata de “unos vivos que hicieron un curro de lo que vivimos hace 40 años”.

En ese sentido cabe destacar la reacción del intendente Pablo Javkin, que este viernes se diferenció sin ambigüedades de las provocativas frases del ex presidente. No sin incomodidad, por supuesto, porque es uno de los principales líderes de un espacio que es partícipe de la alianza electoral opositora que se está armando en Santa Fe. Pero fue una diferencia también con los dirigentes del radicalismo que estuvieron junto con Macri en Metropolitano y que, al igual que Javkin, reivindican a Alfonsín y defendieron la democracia en las calles cuando fueron las asonadas carapintadas y las leyes del olvido.

En términos político-electorales Macri hizo una visita de “mantenimiento”, en plan de supervisar la competencia interna en Juntos por el Cambio sin bendecir a nadie en particular. En ese sentido Carolina Losada, Maximiliano Pullaro, Dionisio Scarpin y Federico Angelini compartieron vidriera en partes iguales.
Si bien administra la expectativa en torno a una posible candidatura presidencial, Macri no tiene pensado postularse. De lo contrario, ¿por qué le pediría al santafesino Federico Angelini, dirigente de su máxima confianza, que sea armador en el interior para la precandidatura de Patricia Bullrich?

El diputado y vicepresidente del PRO nacional desempeña esa tarea no porque Macri juegue a favor de Patricia Bullrich; sino para sostenerla y ayudarla a ser competitiva ante Rodríguez Larreta, que tiene estructura y recursos como para desequilibrar la pulseada. 

El expresidente quizás tenga una preferencia personal por uno u otra, pero en términos de poder es pragmático. Ejerce de moderador de una interna que por momentos amenaza estallar por los aires. Y se dedica a administrar los equilibrios internos de modo que ninguna de las partes gane por nocaut, lo que implicaría que su propio liderazgo entraría en riesgo. Ejerce su liderazgo con gestos de apoyo o reprobación (como ocurrió esta semana con Bullrich en relación al cierre de listas en Tierra del Fuego y Salta) y plantando incondicionales suyos a disputar abajo (como el caso de Jorge Macri en CABA). Seguramente también querrá ser el rector de las políticas de un hipotético gobierno de Juntos por el Cambio.

La emergencia estancada

 

La Legislatura provincial ya puso en marcha el proceso de análisis de las autoridades superiores para el MPA y la Defensoría Penal que le envió el Poder Ejecutivo. El martes, sobre el filo del vencimiento de plazos, el gobernador resolvió dar un volantazo, renunció a su idea de promover a Roberto Prieu Mántaras como fiscal general, y se inclinó por María Cecilia Vranicich y María Eugenia Iribarren para la fiscalía regional. Como se adelantó en esta misma columna hace una semana, el pliego del camarista santafesino hubiera sido rechazado. También se informó que en ámbitos judiciales y políticos circulaba una alternativa al callejón sin salida al que se dirigía el gobernador, y que pasaba por elegir Vranicich-Iribarren, lo que finalmente sucedió.

De esa manera se despejó el trámite legislativo para el conjunto de pliegos. Al día de hoy ninguno de los elegidos reúne rechazos sólidos que corten su ascenso, aunque falta ver qué ocurre en el periodo de objeciones que la Legislatura abrió hasta el 10 de abril. Sí puede ocurrir que a la hora de la votación algún sector legislativo opte por la abstención con algún pliego en particular, pero difícilmente esas situaciones pongan en riesgo el resultado final.

Pero así como se acomodó la turbulenta elección de fiscales y defensores, marcha hacia un callejón sin salida la ley de emergencia en seguridad. En la semana que transcurrió el ministro Claudio Brilloni fue al Senado a defender el proyecto del Poder Ejecutivo. Es posible que la Cámara alta lo vote tal como llegó, pero en Diputados, donde la oposición tiene amplio control, prima la idea de modificarlo y extender la ley por dos años, con algunos agregados extra.

“Lo que el Poder Ejecutivo necesita es esto, una ley que agilice los mecanismos de compra del Ministerio de Seguridad. Si quieren ayudar bien, si no que expliquen ellos porque no lo votan”, dicen en la Casa Gris.

En la oposición hay una mirada diferente. Aducen que la gestión de seguridad transcurre en una etapa de transición y que por lo tanto hay que pensar ya en dejar el camino allanado para la nueva gestión que asuma en diciembre. Claro que la oposición imagina que esa nueva gestión sea propia, y por lo tanto no quiere correr el riesgo de tener que ir el primer día de gobierno a sentarse a negociar con la Legislatura en caso de no tener mayoría propia.

¿Qué ocurre si el Senado la vota así, sin consultar a Diputados?, preguntó Rosario3. “Seguramente quedará trabada”, auguró un referente opositor.