Este miércoles, la escritora Ana María Bovo presenta en Rosario su último libro: La mujer del tiempo. La cita a es a las 19, en Homo Sapiens, Sarmiento 829. Junto a la autora estará la periodista local Lucila Román.
La entrada es libre y gratuita, y el cupo está sujeto a la capacidad de la sala.
La mujer del tiempo es una novelar de amor romántico que enhebra espera, dolor, costumbres y tensión sexual; todo ello cruzado por un secreto “olvidado” en el cuerpo.
“¿Pueden unos pocos minutos en la vida de una niña atravesarla como una espada y dejarla detenida por años?”, interroga la autora en una suerte de punto de partida.
En la narración, Elena Valverde y Valerio Piano se conocen en un baile, en el (ficticio) pueblo santafecino de Santa Helena y “bajo la mirada atenta de madres, tías y vecinas”. Ella vive allí. Pero él, marinero de profesión, es oriundo de Esperanza.
Tras cuatro años de noviazgo, se casan. Y con el matrimonio llegará también la mudanza para vivir en la casa de la madre de él. Comienza entonces el “tiempo” del “exilio” y del deseo.
Una pequeña casa barométrica –regalo de bodas– funciona como metáfora del desencuentro entre Helena y Valerio: por una puerta asoma un hombre y por la otra, una mujer.
“En mi novela, decidí que sea la mujer la que anuncia el buen tiempo”, reveló Ana María Bovo a Rosario3.com.
Para la autora, La mujer del tiempo “habla de un amor arduo y voluntarioso” y es, también, “una novela sobre los desarraigos” que experimentaban las mujeres.
“Me daba mucha curiosidad ese pertenecer a un hogar, casarse de un día para el otro y, sin ninguna experiencia alguna en lo sexual, cruzar la puerta de fuego de la noche de bodas e irse a vivir a otro pueblo y a la casa de sus suegras”, explicó la también actriz, narradora oral, dramaturga y directora teatral.
“Quería explorar ese universo al que yo me asomaba desde chiquitita, en el pueblo original de mi madre, donde asistía a los bailes o a misa. Ahí estaban las que volvían los fines de semana, (las) que se habían ido a vivir a otros pueblos. Había mucha curiosidad para escrutar sus rostros y saber si eran más o menos felices en ese otro lugar al que se habían ido”, abundó.
La entrevista