En 1978 se logró por primera vez que una mujer sin trompas pudiera concebir un hijo. El primer bebé concebido bajo las técnicas de la Fertilización In Vitro (FIV) en Argentina llegó en 1986. Desde entonces, año a año se perfeccionan diferentes métodos de la medicina reproductiva que elevan las posibilidades de convertir en padres a aquellos que lo desean y no lo pueden concretar.
El médico ginecólogo Carlos Morente, representante del Programa de Asistencia Reproductiva de Rosario (Proar), repasó con Rosario 3 la evolución y actualidad de estos procesos.
- ¿Cuál fue la importancia de la aparición de la FIV?
- Una vez más, quedó demostrado que la ciencia carece de techos y nuestro conocimiento tampoco los tiene. Comenzamos a asistir en el mundo a las técnicas de congelación, con las cuales pudimos congelar embriones, ya que el óvulo es una célula a la que todavía no podíamos congelar.
- ¿Una técnica que tuvo que enfrentar no pocos cuestionamientos?
- La congelación de embriones, discutidas por muchos y con cuestionamientos éticos, era lo mejor que la ciencia podía ofrecerle a la pareja que no podía lograr el embarazo. La mejor opción que conocíamos y que aún hoy conocemos era diferir la transferencia, para lo cual debíamos recurrir al congelamiento de embriones para futuros intentos. Lo que queríamos evitar eran los embarazos múltiples.
- ¿Cómo lograron superar este escollo?
- Con el tiempo, y con el advenimiento de nuevas metodología de congelamiento, se lograron congelar los óvulos. Se incorporó el congelamiento rápido, la llamada “vitrificación”. Este procedimiento extendió el horizonte en la reproducción humana, con el cual pudimos dar respuestas a mujeres que, ya sea por tener que someterse a tratamientos que pudieran afectar sus órganos reproductivos, o que por sus deseos o necesidades, decidían posponer su maternidad. Al congelar sus óvulos les dábamos chances de un embarazo futuro. Sabemos que la mujer, después de los 40 años disminuye su capacidad reproductiva; ahora podíamos brindarles la posibilidad de, a la edad de 30 o 35 años, congelar sus óvulos y preservar esa capacidad.
- ¿Se abrían nuevas posibilidades?
- Este nuevo método de congelamiento nos abría la posibilidad para que aquellas mujeres jóvenes, con espíritu solidario, pudieran donar óvulos. Ahora mujeres que conservan su aptitud de ser madres pero carecen de óvulos por diferentes motivos, pueden -con el óvulo donado y con el espermatozoide de su pareja- llegar a tener ese embarazo deseado.
- ¿Cuáles fueron los resultados?
- Al principio en los '80 eran del orden del 14%, y llegaron al 30%, con la incorporación de las nuevas técnicas. Con los progresos en bioingeniería, mejoramos la observación y diagnóstico. Además la biotecnología ha ayudado a acercarnos al óvulo y mejorar la técnica de cultivo, con lo cual preservamos su integridad, pudiendo detectar defectos y corregirlos. Aprendimos que hasta un 25% de los óvulos de una mujer puedan tener defectos cromosómicos, y lo mismo puede pasar con los espermatozoides. En algunos casos, cuando ambos se unen, pueden corregirse entre sí para permitir que el embrión sea normalizado.
- ¿En qué se trabaja en la actualidad?
- Estamos ahora en el mejor estudio de la célula, transitando ya la etapa de los diagnósticos genéticos para saber si su estructura génica es la adecuada para, en un futuro corregirla. Al poder preservar por más tiempo los cultivos, la capacidad de embarazo mejora. Hoy se acepta que la tasa de embarazos puede llegar hasta un 50%.