El reloj y el carrillón de campanas que colgaban de la vieja fachada de la relojería Sudamericana fueron retiradas este sábado en el marco de un operativo municipal que incluyó la utilización de grúas y que obligó a interrumpir el tránsito en las inmediaciones. El patrimonio cuidadosamente descolgado fue entregado al Museo de la Ciudad en donde se trabajará en su restauración.
De acuerdo a lo que informaron en Radiópolis Weekend (Radio 2), esta mañana autoridades municipales supervisaron de cerca el procedimiento que consistió en bajar las campanas y el reloj de la Relojería Sudamericana. El momento fue coronado por el aplauso de vecinos y vecinas que celebraron la donación que implica que estos objetos centenarios y preciados podrán ser debidamente conservados. Augusto Van de Casteele es quien efectiviza la donación, en representación de la familia de origen belga que llegó a Rosario hace más de cien años, confirmaron, por su parte, fuentes oficiales.
Nicolás Charles, director del Museo de la Ciudad, expresó: “Es un momento histórico, un gran despliegue, estamos mirando para todos lados para que salga todo bien”, comentó. “Será depositado en el museo y para ponerlo a punto tendremos que hacer un diagnóstico para hacerlo funcionar al carrillón con un nuevo formato técnico, tal vez se pueda hacer sonar como antes lo hacía en barrio Martin”, manifestó.
El funcionario destacó el valor histórico de estos objetos y su relación con esta zona de la ciudad. La relojería Sudamerica, reconocida a nivel nacional, es uno de los relojes históricos de ciudad, como puede ser el de la plaza Bélgica o en la intersección de Oroño y 27 de Febrero, entre tantos y que, según adelantó Charles se irán recuperando “poco a poco”.
De Bélgica a Rosario, la relojería más importante del país
Fuentes oficiales indican que la historia de la Relojería Sudamericana comenzó hace más de un siglo cuando Adolfo Van de Casteele decidió migrar de su Bélgica natal. Afincado en el País Vasco formó una familia e inició allí, en Errentería, un negocio de relojería. A inicios del siglo XX llegaría al país, según recuerda su familia, y específicamente a Rosario, con el objetivo de trabajar en la instalación del reloj del por entonces edificio de Tribunales -sobre calle Moreno- hoy, Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Rosario.
Rosario se expandía impulsada por el pujante comercio portuario. A mediados de los años '20, Adolfo Van de Casteele instalaría su negocio en la misma ubicación que conserva hasta hoy en día, en la calle 3 de Febrero, altura 533/39. El inmueble en principio fue alquilado, hasta que la familia pudo comprarlo en la década del 60. Desde ese lugar comenzaría la larga historia de la Relojería, dedicándose a la venta e instalación, en un comienzo con maquinarias importadas pero luego ya con fabricaciones propias bajo la firma L. Vestraeten, por Luis Vestraeten, identidad alterna que Adolfo había asumido aquí.
Edificios y varias iglesias llevaron su sello, que puede rastrearse en Rosario, la región y a nivel nacional. Pero no sólo allí pueden observarse sus obras, siendo muchos de los relojes que complementan el paisaje urbano en calles, plazas y otros lugares públicos producto del trabajo aportado por la firma a la ciudad.
Un exhaustivo trabajo histórico de Ignacio Lardizabal, del equipo del Museo de la Ciudad, evidencia este trabajo de oficio que posicionó a la fábrica-taller de Van de Casteele como la productora de relojes monumentales más importante del país, superando el centenar de creaciones pero, aun así, no abandonando nunca su forma de producción artesanal.
La relojería se convirtió eventualmente en una tradición familiar para Adolfo, cuando su hijo Augusto, y sus hijos José B. Adolfo y Augusto, vinieron a vivir con él hacia 1947 y aprendieron el oficio. Hasta una cuarta generación llegó a participar de trabajos como, por ejemplo, el reloj de la parroquia María Auxiliadora, situada en la intersección de las calles Presidente Roca y Salta.
Suenen campanas
Pero no sólo la producción y el trabajo fueron sello distintivo de esta empresa familiar, sino que, a nivel local el rasgo característico que destacó a la Relojería Sudamericana y le brindó una importancia patrimonial que trasciende una circunscripción barrial es el conjunto de reloj (técnicamente cuadrantes) y campanas que se encontraban sobre la fachada que entregaban al barrio una melodía –similar a la del Palacio Fuentes- que durante ciertos períodos y en ocasiones especiales como Año Nuevo o Navidad contaban con una duración mayor.
Cuatro de las cinco campanas ubicadas en la terraza pero visibles para los transeúntes fueron dispuestas para sonar en distintas tonalidades armónicas formando lo que se conoce como carrillón y se conectaban, al igual que los cuadrantes, con una máquina situada al interior de uno de los espacios de la relojería. Tanto la maquinaria, que a veces se alternaba para ser usada como banco de pruebas, como los cuadrantes son de fabricación propia, no así las campanas de la azotea que datan de mediados de la década del '20.
Recuperar este relato histórico fue posible gracias al aporte de datos de la familia Van de Casteele y de Carlos Ducler, reconocido relojero local.