Hay 412 kilómetros entre Rosario y Esquina. Hacia ese rincón de Corrientes, Fabián viaja desde hace 12 años al menos cada quince días. Primero fue para ver a Sole, su novia y hoy mamá de Augusto, el hijo que tienen de 11 años. La última vez que manejó por esa ruta nacional, que une su ciudad con la de sus amores, fue el viernes pasado y esta vez fue especial: tardó 5 meses en conseguir los permisos necesarios para transitar en medio de la pandemia de coronavirus y el periplo fue nada más ni nada menos que para conocer a su hijita nacida en abril y a quien no conocía todavía.
La historia de Fabián es una de las tantas que el coronavirus moldeó a medida de sus restricciones. Impuesto el distanciamiento, el amor es más fuerte. Tanto así que este rosarino de 51 años decidió esperar los permisos correspondientes y cumplir los requisitos necesarios para llegar a su verdadero hogar, ahí donde habitan sus amores más profundos. No le faltó ningún condimento: pasión, distancia, nacimientos, policías y un virus invasor. Apenas llegado a Esquina, su destino soñado, habló con Rosario3 para que su experiencia sea un bálsamo entre el dolor y la incertidumbre reinantes.
Fabián contó sus vivencias desde el principio, como si fuese un cuento. Habló de su noviazgo con una mujer correntina desde hace 12 años –chatearon 4 meses hasta que se conocieron personalmente– y el nacimiento de Augusto al año y medio de comenzar la relación. Fue así que empezó a viajar, una ida y vuelta de casi mil kilómetros cada 15 días, un cruce que fue formando un hogar allí y acá para el niño y fue enlazando cada vez más a esos tres corazones. “Fue pasando el tiempo y nos fuimos acostumbrando a este tipo de vida que puede ser muy común para otros trabajos”, comentó y confió que el nene y su mamá empezaron a venir a veranear a Rosario, que Augusto fue anotado en la colonia del club Provincial, incluso atravesó su recuperación –fueron 34 días de internación y 6 operaciones– tras quemarse una mano.
“Siempre quiso un hermano y bueno, después de 11 años se dio. Quedó embarazada mi novia, le dijimos que iba a tener una hermana y estaba contento igual, dijo que se iba a ocupar de ella, todas las cosas que dicen los chicos. Es bastante adulto en algunos aspectos”, continuó en relación al niño. Fue entonces que la pareja programó todo, tal cual lo habían hecho con el primogénito. “La fecha de Amelia estaba entre el 7 y el 10 de abril. Yo había estado en Esquina, regresé a Rosario por trabajo y tenía pensado volver el 1 de abril y quedarme como cuando nació Augusto, 20 días. Con Amelia pronosticamos lo mismo. Pero el 20 de marzo se decretó la cuarentena y se me vino el mundo abajo”, relató sobre la génesis de la travesía que estaba por iniciar.
El aislamiento obligatorio le impidió hacer el viaje y además, en Rosario está su mamá de 82 años a quien tenía que cuidar. En el medio, como les sucedió a muchos, hubo una retracción del trabajo que luego se iría normalizando. “Me llama Soledad que estaba con contracciones se preparó para ir al sanatorio, fue y nació Amelia un 2 de abril la muy patriota y fue una felicidad. Foto, foto, y foto y escucharla. Es una gorda hermosa. Una felicidad enorme, estaba bien contenida allá pero hay otros problemas, enfermedades de mis suegros que también necesitan ayuda. Imagináte mi novia con la nena, mi hijo y mi suegra cuidando a mi suegro. Intente viajar pero no se podía estaba todo cerrado, Esquina estaba cerrada, en Santa Fe no se podía circular. Logré permisos para trabajar después de dos meses, mientras en mi casa con mi mamá”, continuó.
Abril, mayo, junio, julio y también agosto pasaron entre charlas y mimos virtuales. “Me emociono cuando hablo de mis hijos, es difícil estar lejos cuando te necesitan en el momento aunque están contenidos allá, se piensa mucho, se trata de resolver muchas cosas, te pasan muchas cosas por la cabeza, entre la vorágine del laburo, la pandemia que te impide estar con tus afectos”, expresó Fabián sobre esos días larguísimos.
Llegar hasta Amelia
Durante todos esos meses, Fabián y Soledad buscaron la forma de encontrarse, averiguaron qué trámites eran necesarios para terminar con la distancia. Al principio fue imposible pero después se abrió un camino con pasos a seguir, una verdadera carrera de obstáculos. Fabián consiguió las habilitaciones para pasar de Santa Fe a Entre Ríos y de esa provincia a Corrientes pero en cada posta debería someterse a un hisopado que determinara que no estaba contagiado de covid-19. Los últimos días en Rosario, antes de emprender la marcha, estuvo aislado, cargado de sentimientos y deseos pero también de miedos.
El viernes 28 de agosto a las 16.30 partió rumbo a Esquina. El viaje que usualmente hace en 4 horas se extendió a 12. “Fue una odisea”, resumió. “A las 8 de la noche atropellé a un animal, rompí todo el paragolpe, estuve una hora parado en una estación de servicio para poder seguir. Seguí a menos velocidad y llegué al control de Corrientes a medianoche”, relató. Ya en Entre Ríos le habían hecho un hisopado con resultado negativo, sólo quedaba uno más. Allí el trámite se hizo más largo, había gente a la espera, y Fabián sintió que no llegaba más. Pero una vez que vio su segundo negativo covid-19, recuperó energía y volvió al volante. Ya estaba a punto de conocer a su segunda hija y mirar a los ojos a su compañera e hijo. Sabía que no iba a poder abrazarlos ni besarlos: “Tengo que hacer cuarentena, me prepararon una pieza donde estoy con barbijo por 14 días desde que piso Esquina”, explicó.
El sábado 29 a las 3.30 tocó a la puerta de Soledad. “Avisé por celular que estaba en la puerta, vino corriendo mi hijo quería abrazarme. »No, no hijo», le tenía que decir, fue complicado pero se quedó tranquilo a dos metros mientras abría los regalo que le había llevado. Después, ver a la nena fue mortal. La vi a dos metros en los brazos de la madre. Es muy muy agradable, súper simpática, se reía y se reía, claro, estuvo meses viéndome por el celular”, describió emocionado el tan ansiado reencuentro.
Después fue todo como siempre. La misma simple complicidad de los que se quieren, una charla con mates a la distancia de algunos metros esta vez y el alivio de sentirse refugiado entre los besos y caricias que no tardarán en llegar. “Todo tiene una recompensa”, concluyó Fabián.
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